Ayer se pudo ver, por primera vez, una fotografía de un agujero negro gracias al trabajo del Event Horizon Telescope, EHT, un equipo internacional de más de 200 científicos que han trabajado en combinar sus respectivos telescopios para alcanzar lo que sería un telescopio del tamaño de la propia Tierra. Hasta ahora nunca se había podido observar un agujero negro de manera directa.
Se trata de una red global en la que todos los telescopios han colaborado entre sí, congelando luz y recabando terabytes de datos, (en palabras de Bouman, han sido necesarios 5.242.880 Gigatbytes para ser exactos). Estos datos han sido procesados en Masachussets mediante algoritmos que dictan el proceso de reconstrucción de la imagen que ahora todos podemos obtener en cualquier pantalla de cualquier dispositivo.
Y ahí está la foto, ahí está el gran lugar oscuro de donde nada parece salir. No hay manera de observar el interior de esa oscuridad, ni de conseguir información de ella. Cualquier tipo de materia que atraviesa la línea imaginaria que han llamado horizonte de sucesos ha alcanzado un punto de no retorno, se encuentra para siempre, como diría Zaratustra, en una eterna e infinita caída hacia el interior. El momento entrópico.
Mama…, just killed a man…
Como el momento de la foto para los científicos. Años simulando y llega el momento de ver la realidad. Llevaban mucho monitorizando el movimiento de las estrellas, capturando luz y conjeturando, pero no sabían si realmente iba a estar ahí. ¿Y si no llega a estar? ¿Tanto tiempo de dedicación para caer al vacío?
La vida cotidiana del ser humano está repleta de miedo, o al menos excitación, ante sucesivos momentos entrópicos. Es la clave del éxito de herramientas adictivas como las redes sociales. Redes como Facebook generan en las personas una falsa sensación de mantenerse en la zona de confort, una aparente oportunidad de no causar actos sin retorno y evitar hacerse consciente de la fluctuación de entropía que los sucesos a su alrededor están causando en su vida y en sus circunstancias (recuerdos a Ortega y Gasset…). Es como subirse a una montaña rusa. Si cierras los ojos no te mareas; o no te mareas tanto…
Abre los ojos, no sabes lo que te estás perdiendo.
El EHT ha conseguido una imagen de lo que, literalmente, por definición, no se puede ver. Si se observa el agujero negro mediante una longitud de onda radio se puede ver el anillo de luz causado por la lente gravitacional de plasma caliente que lo rodea. El agujero negro proyecta una sombra sobre el fondo brillante recortando una esfera oscura; esto que revela el horizonte de sucesos. Un gran ojo, sin párpados…
Las ecuaciones de Einstein predicen el tamaño y la forma del anillo; conseguir esa imagen ha sido una de las mayores pruebas de la teoría de la relatividad. Lo más interesante siempre está al borde del abismo.
La clave del proceso de reconstrucción de esta imagen consiste en los algoritmos que han generado para, en un intento de escapar del cuadro de Dorian Grey, buscar entre los datos la forma más común a todas las combinaciones posibles dando lugar al menor margen de error; para no contaminar la escena proyectando lo que ya suponemos que vamos a ver. Ese es el juego de la ciencia, encontrar la zona común entre la imaginación y los datos; la sorpresa, lo inesperado.
Porque igual se puede ver lo que antes era imposible. Porque a veces caer en una madriguera de conejo no lleva al fin del mundo. ¿Quién sabe?, a lo mejor al otro lado del espejo se puede jugar al ajedrez.