Con toda esta actualidad encantadora me he acordado de la Operación Plus Ultra, donde unos niños escogidos por sus actos valiosos viajaban por España para ser agasajados por el pueblo en los años sesenta. Yo propongo que, de acuerdo a la feliz coincidencia del nombre, Plus Ultra, escojamos hoy también a los principales hacedores del heroico rescate de la aerolínea para que recorran triunfalmente España entre vítores de la ciudadanía, que es como se llama al pueblo ahora. Según parece, el maestro Ábalos es el niño protagonista, el niño más valeroso de la operación, con permiso del doctor Sánchez, claro. Yo les imagino a los dos encabezando la comitiva, junto a Pablo Iglesias (que me apetece a mí), sentados los tres en el respaldo trasero del descapotable y saludando al público que se agolpa en las aceras para aplaudir igual que a los astronautas del Programa Mercurio. Por detrás, en idénticos descapotables, el resto de niños (y niñas) de los que aún están por descubrir y escoger entre eximios exdirectivos condenados de la quebrada Air Madrid, por ejemplo, responsables de la SEPI, del Gobierno o incluso la mismísima Delcy (qué nombre tan bonito es Delcy, como delicia en suramericano spanglish, una delcy de nata, o de merengue. “Póngame una delcy de chocolate”, diría el mismo Ábalos en la pastelería) cerrando el cortejo a modo de guinda. Delcy, con ese nombre, tendría que ser la niña bonita de esta nueva Operación Plus Ultra, una niña con gafas y lazos y calcetines de croché a la que Ábalos acompañaría siempre en cada evento delicadamente de la mano, como elevándola, sosteniéndola, apenas rozando las yemas de sus dedos. Yo los estoy viendo en cada rueda de prensa de su periplo apoteósico como a aquellos aviadores convertidos en astronautas de los que escribió Tom Wolfe en The Right Stuff. Sánchez como John Glenn, Ábalos como Gordon Cooper e Iglesias como Gus Grissom, un suponer, el único que abandonó el módulo al tomar tierra (mar), echando a perder el viaje. Los veo sonrientes y divertidos como los primeros Beatles y a todo el mundo encantado con música y banderitas, niños, mayores y ancianos, no es para menos, al ver y escuchar a los autores de tan tremenda hazaña que tiene a la ciudadanía, al pueblo, perplejo y paralizado a la espera ansiosa del desfile.