Quien se mueve habitualmente en autobús puede saber que si se sienta en la parte de atrás es posible que escuche un tipo de conversación muy diferente al que se entabla en la parte delantera.
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[–Creo que es la frase más larga que has escrito últimamente.
–¿Quién eres tú?
–Tú mismo.
–Jeje.]
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Respecto a las conversaciones que se desarrollan en el centro (entre la fila 4 y la 12, exactamente) del autobús las posibilidades son limitadas, pero no quiero en este texto centrarme en ellas.
Sino en las otras.
Porque en la parte de atrás suelen ir los adolescentes, hablan de amoríos, cuernos, movidas, peleas, profesores del tuto, chicas, chicos, besos, fiestas posibles, ir al cine el finde…
En la parte de delante suelen ir los mayores y suelen hablar de enfermedades, comida o de la actualidad informativa.
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Ayer, en otro de mis viajes interiores al interior de la ciudad, tuve la suerte de encontrarme con dos chavales de unos quince años que hablaban entre ellos y no miraban mucho el móvil.
La conversación, más o menos, fue así:
–¿Tú has visto a Ana?
–¿La nueva?
–Sí.
–¿Cómo que si la he visto?
–¿Que si le has visto la cara entera?
–Pues ahora que lo dices, no.
–Yo tampoco.
–¿Sabes de alguien que sí la conozca?
–Ni idea.
–Es que tiene cara de ser guapa.
–Pues no sé…
–Tiene los ojos bonitos, ¿no?
–¿No te gustará Ana, no?
–No, no. O un poco. No sé…
–También se le ve el pelo.
–Me gusta el pelo de Ana.
–¿Y cómo viste?
–El abrigo, cómo lleva el paraguas cuando llueve, la forma en la que pregunta a la profesora.
–Quisieras estar siempre con ella, te gusta su cuerpo, su espíritu y su ropa.
[–Espera. Yo no dije eso. Eso es de una canción de Leonard Cohen.
–Versionada y traducida.
–Jeje.]
Cuando se bajaron los dos chavales pensé que el de la mascarilla oscura todavía no había podido ver la cara de Ana, nariz, labios, boca, dientes, lengua.
Ana tampoco debería haber visto completos a muchos de sus nuevos compañeros.
Ella, que venía del sur.
*
El 17 (entre Matamá y Ríos) continuó su ruta, saqué el libro que estaba leyendo, Estambul otomano, de Juan Goytisolo.
Y recordé la primera vez que yo vi a Ana.
Sus ojos
nariz
labios
boca
cuerpo
ropa
ella alejándose.
Volviendo a vernos después en una calle de Madrid por pura casualidad.
*
Me bajo del bus. Subo a casa por las escaleras. Le cuento a Ana la historia de Ana y los dos chicos hablando sobre Ana.
–Pero yo no me llamo Ana.
–Ups.
–Jeje.