¿Por qué no vamos a la ópera? Este género de teatro lírico ha estado siempre marcado por una sensación de anquilosamiento, de lejanía con el espectador medio de cualquier disciplina artística. Quizá el distanciamiento que produce que te cuenten una historia mediante el canto lírico y la no tan instaurada (en comparación con otros países de Europa) tradición operística española son las principales barreras para que nos acerquemos al Teatro Real.
Escenografía de Rafael R. Villalobos (director) / Rafael Merino (escenógrafo)
Entrevisto a Rafael R. Villalobos (1987), que fue galardonado con el segundo premio en la séptima edición del Europäischer Opernregie-Preis. Este prestigioso concurso internacional de dirección es convocado bianualmente por Camerata Nuova y Opera Europa, red de coliseos operísticos a la que pertenecen, entre otros teatros españoles, el Teatro Real de Madrid y el Teatro del Liceo de Barcelona. Y es este joven director sevillano el que nos explica que “es precisamente el distanciamiento, al igual que hace Brecht en su teatro, lo que dota a la ópera de una contemporaneidad no siempre reconocida”. Nos apunta, además, que “la ópera ha sido una gran receptora de las vanguardias artísticas por ser en sí misma un crisol de diferentes disciplinas”. A pesar de ello, Rafael apuesta por buscar más allá y poner en jaque los límites de la ópera. No en vano, el certamen en el que acaba de participar tiene como objetivo abrir las puertas del mundo de la ópera a jóvenes que aporten nuevas vías a este género. Y es que si echamos la vista atrás, su anterior producción, Dido y Eneas llevado a cabo por sólo un cantante que representaba nueve personajes, ya enfocaba con fuerza hacia ese objetivo. Sus palabras desprenden la necesidad de reivindicar un género que, como él mismo dice: “es el espectáculo más visceral porque apela a todos los sentidos”. Con todo esto, Rafael se lamenta de que en España no existan, como en Alemania o Inglaterra, programas de acercamiento a la ópera para directores noveles, ya que de por sí es un mundo bastante cerrado y complejo a la hora de acceder a él.
Su siguiente parada, fruto del premio del certamen, es nada más y nada menos que la puesta en escena de la ópera El Diluvio de Noé, de Benjamin Britten, en la iglesia luterana de Wiesbaden (Alemania). Para este reto cuenta en su equipo con la diseñadora de vestuario Sara Roma, el escenógrafo Rafael Merino y la asistente de dirección Marta Delatte. Quién sabe si su éxito pueda ser la primera piedra del camino que nos lleve a entender la ópera, no como un espectáculo de lujo y visón, sino como otra forma de diálogo con la sociedad.
Camile Solá