A veces apetece desistir, encostrarse en el ombligismo amorfo de la vida individual y dejar de sufrir por lo colectivo, dejar de exponer al corazón a este tira y afloja de emociones. Pero no es posible. No lo es, porque cada uno tiene la obligación moral de formar parte de su tiempo y, aunque sea doloroso, toca seguir en la afónica construcción de alternativas.
Amanecer este lunes en este país tan lejano a Otramérica y tan imposible de Otraespaña es duro. Uno se pregunta si las emociones positivas de los campamentos de protesta en todo el país tienen un correlato con la victoria aplastante de la derecha. Sería fácil pensar que este es un país fascista (porque ésta no es un derecha tranquila ni moderna, sino vociferante y radical), pero no es así. Cierta frialdad en el análisis tranquiliza al alma. Los resultados electorales de esta España que ilusionaba en la red con su #spanishrevolution permiten muchas lecturas: no hay ninguna opción de izquierdas que pueda representar ni aglutinar la voluntad de millones de ciudadanos que no votan; los que si votan no son ciudadanos ‘politizados’, ya que los 22 millones de votantes no varían apenas de una elección a otra pero sus opciones electorales van del PSOE al PP sólo basándose en el interés o la rabia momentánea (lo que daría crédito a la denominación PPSOE); el miedo a los cambios hace que la España profunda (ultraconservadora, caciquil, meapilas y rentista) saque las uñas y se afiance en el poder; esta sociedad materialista e imediatista puede convivir con la corrupción (cientos de imputados en las listas de los dos principales partidos), pero no con la incertidumbre económica…
Otraespaña parece siempre inalcanzable… este país, con cierta tendencia al heroísmo dramático (véase el 15M y sus campamentos o la corta primavera de la anarquía), suele decepcionarse a sí mismo. Y suele olvidar… como todas las sociedades… suele olvidar que durante 40 años la derecha de siempre (que es la de ahora) pudo ajustar cuentas, eliminar de raíz los disensos, perfeccionar su discurso dominante y garantizarse un futuro exitoso. Anoche, un comentarista de mal recuerdo (Mario Conde), en uno de los canales televisivos del fascismo más rampante, consideraba que uno de los factores que ha proporcionado la debacle socialista es que el Gobierno actual se ha empeñado en recordar episodios de la historia «de los que ninguno queremos acordarnos». Y es verdad… ninguno de los líderes de la derecha se quieren acordar de lo que hicieron sus próceres ni de lo que ellos harían si no tuvieran que fingir modos modernos y europeos. Pidieron sangre 24 horas antes de las elecciones (un desaolojo violento de la Puerta del Sol) y ahora, con sangre inyectada en los ojos, piden adelanto de las elecciones generales…
Otraespaña podrá llegar sólo si el movimiento ciudadano que está gestándose consigue alcanzar una madurez tal que lo lleve a convertirse en un grupo de presión real y no en una anécdota mediática. Otraespaña será posible si la ilusión (y no la boba esperanza) vuelve a instalarse en todos aquellos que no creemos en este sistema de banderolas y venganzas…