Hace ya años que Fran Vázquez no es ningún secreto para el aficionado al baloncesto español. El paso de sus dos metros nueve es recordado en Las Palmas, Bilbao, Málaga y Girona e incluso en el draft por el que fue elegido por los Orlando Magic, pero nuestro hombre de Chantada (Lugo) fue clarividente y no vio claro su papel en aquella Disneylandia en la que triunfas o acabas con una depresión de esas que marcan un destino. Total que el Barcelona le repescó de aquel equipo hecho a golpe de talonario que fue el Akasvayu (firma por cierto inmobiliaria) y lleva unos cuantos años de una estabilidad rara en un pivot tan intermitente.
Acabo de verlo coronar con un estado de forma bestial la final de la Copa del Rey ante el Real Madrid en la que ha sido nombrado MVP y me pregunto qué hace Scariolo no llamándolo a la selección, aunque me soplan que Vázquez ha tenido sus más y sus menos con la Roja y no se siente demasiado a gusto… Creo que es agua pasada el asunto anímico porque puede hacer un trabajo fenomenal, aún en ausencia de Pau Gasol, al lado de su hermano Marc formado una pareja de tipos que se fajan duramente en la pintura. Su capacidad reboteadora es grande y sus entradas al aro, sin ser las de LeBron, asustan cuando el gallego tiene la necesaria confianza en si mismo y quiere engancharse al aro.
Aunque todas las luces de los medios se centran en Ricky Rubio a mi me sigue pareciendo Vázquez uno de esos enigmas persistentes en nuestro baloncesto: reúne todas las condiciones para ser una estrella pero, al decir de quienes más le conocen, le falta la mentalidad necesaria para afrontar con todas las garantías la tensión competitiva. Ahora mismo en este equipo campeón y de formato europeo que está cuajando el Barça con Navarro, Rubio, Lorbek, Morris o Basile – para mi gusto el mejor desde los tiempos de Bodiroga- Vázquez tiene que demostrar de una vez por todas que es el mejor pivot nacional que sigue entre nosotros. Una prueba de fe que, en su caso, sigue adeudando a todos aquellos que no discutimos en absoluto su tremendo poderío pero que seguimos sospechando de su continuidad.