Ayer, de vuelta a casa, iba escuchando la radio. ¿Hasta cuándo vamos a ser capaces de seguir llevando el galardón de la estupidez histórica que nos caracteriza?
Jordi Savall, famoso violagambista español y estudioso de la música antigua, premiado y reconocido en Francia, Alemania, Austria y otros países, ha rechazado el Premio Nacional de Música. La distinción más importante que otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, su país. La razón del rechazo ha sido “el dramático desinterés y la grave incompetencia en la defensa y la promoción del arte y de sus creadores”. La frase es devastadora, pero como los oídos a quienes va dirigida, son necios, no calará tan hondo como para llegar a las cloacas donde estamos viendo que habitan.
Escuchaba en la radio una entrevista que le ha conseguido hacer Gemma Nierga al poco de conocerse la noticia de su renuncia. Corta, sencilla y desgarradora. Sin cargar contra siglas, colores o ideologías, carga contra la política cultural de todos los gobiernos. No voy a ser yo quien defienda aquí al señor Wert, sólo faltaba, pero tampoco se puede hacer la interpretación sesgada de El País sobre las razones de la renuncia al premio. El señor Savall, según contaba en la entrevista, lleva sufriendo el desprecio y el desinterés de todos los gobiernos que ha conocido. Le han evitado, le han ninguneado, le han regateado y le han tomado el pelo. Hay un registro sonoro que está grabado y que se puede (y aconsejo hacerlo) escuchar. Y es que si nos dejamos seducir por la lectura sesgada y teledirigida encaminada a deteriorar la imagen, si es que se puede deteriorar más, de un tipo gris y lamentable, nunca aceptaremos que el error, seguramente, esté en cada uno de nosotros.
Lo del herrero y la cuchara de palo y lo del profeta en su tierra, se queda corto. Es difícil seguir negándolo: somos gilipollas. Aceptarlo es la única posibilidad de remediarlo.
@Estivigon