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Padre Toño

 

Ocurre tan pocas veces que un tema de la agenda salvadoreña se cuela en la agenda española que sería un pecado desperdiciar la ocasión.

 

Me refiero al padre Antonio Rodríguez, el pasionista de Ciudad Real radicado en El Salvador a quien todos conocemos como el padre Toño, que esta semana voló de regreso desde San Salvador a Madrid, después de pasar 37 días bajo arresto (en un hospital privado y en el calabozo de la Policía Nacional Civil reservado para personajes ilustres; nunca en una cárcel), y que ha sido recibido en las Españas casi como un héroe nacional.

 

Este lunes me comprometí en mi página personal de Facebook a compartir mis reflexiones sobre la investigación con la que esta semana abrimos el periódico digital El Faro, y juzgué oportuno hacerlo en este blog, que se edita en Madrid. La referida investigación revela que el fiscal general de la República de El Salvador, Luis Martínez, usó conversaciones de estricto ámbito privado (en las que Toño no se comunica con pandilleros sino con amigos, valga la aclaración) para lograr una confesión en la que el sacerdote hispano-salvadoreño se autoinculpaba, y esa confesión se tradujo en condena judicial tras un proceso abreviado. Sobre la gravedad de lo que ahí contamos, cuatro ideas:

 

1.- Creo que (y esto afecta más a la sociedad salvadoreña) lo que más debería escandalizarnos es tener un fiscal general que, para chantajear a un procesado, utiliza material que debía haberse eliminado inmediatamente después de ser grabado. Pero no. Parece que preferimos el morbo. Las censuras al fiscal Martínez en redes sociales están siendo infinitamente más tenues que las condenas al polémico sacerdote.

 

2.- Que el padre Toño haya sido víctima del fiscal no lo convierte en una blanca paloma. Además de un delincuente vencido en juicio, es un cínico y un mentiroso, si escuchamos las declaraciones que está dando desde España (vean estas entrevistas en Antena 3 y en CNN , donde no dice ni mu de las verdaderas razones por las que ha tenido que irse, sino que opta por la mentira). Pero centrándome en su condena judicial, solo les pido que no se dejen engañar: lo atribuyo a sus ganas de protagonismo, pero durante seis meses Toño fue algo así como el ‘chico de los recados’ de la facción Sureños de la pandilla Barrio 18 (una organización con miles –miles, literalmente– de cadáveres en su historial), y logró hacer llegar a los líderes encarcelados docenas de teléfonos celulares, chips y a saber qué otros objetos o sustancias. También gestionó bajar la potencia de los inhibidores de señal de las cárceles y promover el traslado de pandilleros de un penal a otro. Me pregunto cuánta gente habrá muerto o habrá sido extorsionada este año por culpa de los celulares que introdujo en las cárceles de Cojutepeque e Izalco.

 

3.- Las declaraciones del padre Toño involucran directamente al director general de Centros Penales, Rodil Hernández, y el exministro de Seguridad Pública, Ricardo Perdomo, actual superintendente del Sistema Financiero. Puede que incluso más arriba. Pero ni al fiscal general, ni a las autoridades que asumieron el 1 de junio, ni a la opinión pública en general parece importarle.

 

4.- Siento vergüenza ajena por la actitud que, ante este caso, han tomado ciertas asociaciones que forman parte del entramado oenegero-filoizquierdista que vive de la ‘industria de la reinserción’, de la que el padre Toño era uno de los principales recaudadores de fondos de la cooperación internacional. Igual que en España ahora lo están presentando como un héroe nacional maltratado en el tercermundismo, estos grupos lo presentaron acá como un “reo político”. La amistad y la solidaridad son sentimientos nobles –también en alguna medida la ignorancia–, que incluso justificarían algunas posturas alocadas en los albores de este escándalo; pero, con lo que se sabe ya, hay ciertas siglas que deberían por su bien distanciarse del padre Toño, condenar de forma explícita su conducta delictiva, y contribuir así a evitar que este personaje se erija ahora en un mártir, en una especie de víctima de conspiraciones ocultas.

 

Aquí me quedo. El caso del padre Toño es nomás una pequeña arista inesperada en un tema, el de las pandillas, que es demasiado complejo, demasiado. Acumulo trece años en El Salvador, los últimos cinco dedicados a conocer desde la trinchera del periodismo el fenómeno de las maras, desde abajo, y aún me siento un ignorante. Desconfíen de quienes hablan desde un atalaya moral, como lo hace el padre Toño. Desconfíen de quienes dicen tener fórmulas exitosas para la inserción social de pandilleros, como lo hace el padre Toño. Y desconfíen también de mí, obvio. Por fortuna, vivimos en una época en la que, si alguien se esfuerza tantito, puede informarse relativamente bien.

 

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[Si a alguien allá le interesa de verdad el tema, puede empezar por la investigación que publicamos esta semana en El Faro, que incluye los audios de quince de las llamadas que el padre Toño mantuvo con líderes de la facción Sureños del Barrio 18 > http://goo.gl/KLzqy4].

 

Foto Mauro Arias

La foto, tomada durante la audiencia en la que fue condenado a 30 meses de prisión, es de Mauro Arias Panamá, fotoperiodista de El Faro.

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