No esta permitido que los menores trabajemos. A esa desgracia la han llamado explotación infantil. ¡Menos mal!
Yo usaba bastante este concepto. Solo defendía mis derechos.
Ya no. Es que antes tenía una paga. Así sin más. La pedía los fines de semana, me la daban, me la pulía y luego me sacaba extras por diversos métodos.
Pero se acabó la paga. «Tienes que aprender a valorar las cosas y para eso te las tienes que ganar». Mentira. Lo que pasa es que la pasta no circula. O sea que vamos a aprovechar la crisis para que yo me eduque. ¡Pues vaya!
Creo que me estoy educando muy bien. Ahora me lo trabajo.
He desarrollado varias técnicas para conseguir cubrir mi presupuesto semanal.
«Papá, ¿me das dinero que es que tengo…?, bueno, que en clase nos han dicho que compremos una rana para un experimento». Big Mak es mi archienemigo. Conoce mis trucos. O eso cree él. «No tengo dinero» me dice. Los dos mentimos bastante bien.
Entonces me tiro encima suya para pelear en broma hasta que consigo que se la caiga la pasta de los bolsillos. Y ya no tiene excusa y me tiene que dar para la rana o lo que sea.
Y luego he aprendido las artes tradicionales de la recolección en sillones. Del aprovechamiento de la siesta de mi padre para ver qué caza encuentro en su mesilla, alguna monedilla.
Pero lo más importante, lo que más beneficios da, es la negociación. Hay que ser muy pesado, repetir una y otra vez que necesitas algo. Explicarlo desde por lo menos cuatro o cinco puntos de vista, cambiando la cara de triste a feliz y de decepción, dando pena, a cabreo y enfado. Aceptar un no solo para volver al ataque. Insistir, explicar, hablar… El que aguanta gana.
Yo aguanto mucho.