Nunca he sabido bien a qué se dedica mi padre. No me había dado cuenta hasta ahora.
Vale. No soy tonto.
Lo que pasa es que he crecido viéndole casi todos los dias haciendo sus tonterías y me parecía lo normal.
Pero no es lo normal.
¡Que va!
Para nada.
Dice que tiene dos defectos: que fuma y que siempre tiene razón. ¡Qué chaval!
Y que sí, que se puede equivocar, pero ¡es taaan difícil!
Las últimas Navidades descubrí que su padre, mi abuelo, lo decía igual: ¡es taaan difícil!
Como veo que es de familia voy a empezar a decirlo yo también. Tengo todo el derecho.
Mi abuela, a la que tengo supermegaprohibido llamar abuela, la llamamos Jefa, que le gusta, pues mi abuela le dice que tiene dos defectos: que fuma y que está gordo. Bueno, ella dice gorrrrdo. Para que quede claro que no lo dice en broma. Y siempre termina con ¡es una pena! Mi padre pone su cara de «me aprietan los gallumbos de Calvinklein» y cambia de tema.
Yo pienso que mi padre tiene dos defectos: que fuma y que es un psicópata del orden. O sea, que me monta pollos por chorradas, como que vaya tirando calcetines sucios por la casa, o cosas como que guarde toallas mojadas debajo de mi cama. Las guardo ahí para que él no las vea y se cabree, es por su bien.