Los documentales son una lección para la vida. Big Mak lo repite desde que yo recuerdo. La ciudad es nuestra selva, nuestro ecosistema y sobreviven solo los animalillos que controlan.
A mi me parecía otra de sus ochomilmillones de teorías, hasta que hace unos días la puse en práctica. Bueno, puse en práctica una parte. O sea, que la policía son una manada de depredadores carnívoros. Que atacan en manada y que no pueden resistirse a una presa que corre. Que se les enciende algo, como a un tigre que ve correr a una gacela, que lo que ve no es un bicho corriendo, sino un trozo de pizza caliente y con el queso derretido. Que se la quiere comer ya, pero ya.
No nos dejan patinar en paz. Creo que lo que pasa es que tenemos una edad en la somos sospechosos. Big Mak dice que voy a ser sospechoso hasta que tenga el pelo blanco como él, o hasta que me compre una corbata. Creo que voy a esperar a lo del pelo blanco, que me renta más.
A ver. Que estábamos haciendo unos trucos con el patín toda la banda de colegas, cuando apareció la manada al paso pidiendo la documentación a voces. Error. A la presa hay acercarse con sigilo, despacio, sonriendo…
La peña, claro, echó a correr patinando, pensando que eran más rápidos que los polis, que tienen ya una edad, más de veinticinco lo menos.
Pero yo me acordé de mi padre: «el depredador raramente ataca a una presa que se queda quieta y que no reacciona a su acoso. Si encima pone cara de aburrimiento y despiste es probable que confunda a la posible víctima con una pieza de mobiliario urbano». Se lo dije a mi amigo Zeta y nos sentamos siguiendo el manual. Quietos y con cara de aburrimiento. Funcionó. Pasaron corriendo sin vernos.
A los demás los pillaron, porque todo era una trampa y los estaba esperando más adelante la parte motorizada de los cazadores de la sabana.
Hay que estar atento a los documentales. Renta.