Estoy tranquilamente haciendo nada y llaman a la puerta.
Se oye desde el salón lo de que es el Apocalipsis, que pase. Por no discutir voy y abro.
Es la vecina de arriba: «tú eres el niño desestructurado, ¿está tu padre?»
Lo pillo a la primera.
Es que el otro día tuvimos una pequeña discusión a gritos sobre el concepto «cuarto ordenado». Yo decía que si yo sé donde están las cosas, hay orden. Big Mak, como es analógico, no lo entendía. «¡Aquí hay cadáveres entre los escombros!, ¡voy a llamar a la policía» y yo le contesté que lo que pasa es que soy un producto de familia desestructurada.
Se ve que la vecina lo oyó por el patio.
Total que aviso a mi padre, le digo que es la vecina, no el Apocalipsis y me meto en mi cuarto a escuchar que pasa, no sea que haya hecho algo y tenga que preparar una explicación ingeniosa.
Pero no va por ahí, menos mal. «Es que me he puesto a cocinar y he hecho de más. Y como creo que coméis muchas cosas con conservantes y colorantes…os he bajado unos taper…»
Y muchos bocatas y algunas latas y comida de telechino…
gurmets no somos desde luego. Nos deja la bolsas y Big Mak muy astuto se las devuelve, a ver si vienen llenas otro día.
La tortilla de patata: 10. Las albóndigas buenísimas pero un 7, porque tocamos a pocas. La cosa verde y el pescado sin puntuar porque no los he probado. Y el caldo y el estofado normales, bien.
Le he preguntado a mi padre qué es lo que más le ha gustado: «La nariz de la vecina», dice. «Si es como de boxeadora» le digo yo. Y me contesta que pues por eso mismo. Pues vale. No lo pillo.