Ando estos días con un terremoto de cuatro años en casa. Sólo quiere ver dibujos y jugar. Yo pretendo leer y estudiar. Acabo viendo dibujos y jugando.
—Tienes que hacer deberes —le decimos.
—Es que a vosotros sólo os importan los libros…
‘Letras Libres‘ pregunta en su número especial de verano a algunos de sus colaboradores por los libros fundamentales de esta época. Una pregunta ambigua: «¿Qué es ‘nuestro tiempo’? ¿El tiempo de nuestra vida? ¿El tiempo desde la Segunda Guerra Mundial? ¿O desde la caída del Muro? ¿Y qué es un ‘libro de nuestro tiempo’? ¿Un libro publicado en ese periodo? ¿O traducido? ¿O leído?»
¿Puede un libro infantil ser un «libro fundamental de esta época»?
Los autores consultados por ‘Letras Libres’, a juzgar por sus recomendaciones, dirían que no. Ellos prefieren leer a Vargas Llosa, Bolaño, Martínez de Pisón, Foster Wallace o García Márquez. Supongo que cuando eran niños leían a Cervantes y Proust.
¿No es la literatura infantil clave para quien después vivirá de las letras?
Miguel Aguilar sí se atreve a incluir ‘La historia interminable’, de Michael Ende. «Fue un libro crossover —dice— antes de que se inventara el término, un harrypotter antes de Rowling, un bestseller previo a la aparición del marketing. Sobre todo, y junto a la otra joya de Michael Ende, ‘Momo’, fue una fábrica de lectores: nadie que conociera a Bastián y a Atreyu pudo ya desengancharse».
Malcolm Otero Barral se queda con las ganas: «Recuerdo que siendo muy niño no veía el momento de volver a casa para leer ‘La historia interminable’ de Michael Ende. Sus páginas estaban en tinta verde o granate y me tenían fascinado. Pero no lo elegiría como un texto fundacional en ningún aspecto más allá de un bonito recuerdo infantil. Así, los libros que aquí recojo fueron importantes para mí en el momento de su lectura y, en cierta manera, lo siguen siendo hoy».
Precisamente por esos motivos, por esa fascinación, yo incluiría siempre ‘La historia interminable’ entre mi ‘top-ten’ de libros. Para mí no es sólo un bonito recuerdo infantil, es el libro que me enganchó para siempre a la literatura. Si después he leído a Dumas o Víctor Hugo, seguramente sea porque leí a Ende.
¿Cómo olvidar estas líneas?
La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado…
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito…
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecía vacía y sin sentido…
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces.
Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!
¡Tenía que conseguirlo, costase lo que costase!
Otro de los autores consultados por la revista, Juan Carlos Romero Puga, recomienda ‘Harry Potter y la piedra filosofal’. Y hasta aquí la literatura infantil. A mí Harry Potter me pilló algo crecido, cuando empecé a leer a los autores de culto, algunos de los cuales citan Arcadi Espada, Daniel Gascón y compañía. Para ellos Octavio Paz, Philip Roth e Isaiah Berlin.
Mi primer título siempre será el de Michael Ende. Me encargaré que también sea el primer título del terremoto que no me deja escribir.