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Paisajes embriagadores desde la Tramontana

 

Encuentro con Oso Leone, Teatro Lara, 6 de junio de 2013


Vídeo: Alberto García

Entrevista y texto: Luis Cornago

 

 

 

“River that flows, fire that burns, I am a fire to you, you are a river to me” exclama Xavi Marín, guitarrista y cantante de los mallorquines Oso Leone, en Alçaria, uno de los cortes más representativos de su segundo largo, “Mokragora” (Foehn Records, 2013). Parecen tener las ideas claras los baleáricos, a pesar de su corta trayectoria, y eso -hoy- tiene mucho que ver con una identidad en constante mutación: aquel folk progresivo que, amortiguado con retazos de la electrónica más etérea, purificaba su homónimo debut, ha pasado con esta nueva entrega a un segundo plano. O al menos, Oso Leone se adentran hogaño en sonoridades y estructuras  casi siempre alejadas de los patrones convencionales, es decir, de ese indie -mainstream- algo más que manido que monopolizará en breves la mayor parte de los festivales estivales del momento; afortunadamente, el arrebato indie-folk que caracterizaba su primer trabajo no se ha extinguido por completo.

 

Desde que llamaron la atención de la crítica al proclamarse ganadores del concurso TalentoSOS 2012 -que les llevaría a actuar en la pasada edición del SOS 4.8.- comenzaron a situarse cómodamente en la estela de formaciones de folk contemporáneo, como Junip o Kings of Convenience. No obstante, para aproximarse a las minimalistas piezas que desvelan en “Mokragora” se precisa de un marco referencial bastante más dilatado, entre el respeto a la tradición y el atrevimiento de lo nuevo. Entre la guitarra acústica como vehículo ideal para exponer tu relato y los discos de tropicália o el post-rock. Devendra BanhartExplosions in the Sky Grizzly Bears son algunos de los nombres que cualquier iniciado podría tener en mente al escuchar sus discos. Sin embargo, cuando les preguntamos -les sugerimos algunos de los nombres anteriores- por una posible vinculación entre la evolución en sus influencias artísticas -no sólo musicales- y las paisajísticas y delicadas composiciones de “Mokragora”, ellos no lo ven tan claro. «A la hora de componer, creo que no lo tenemos mucho en mente; simplemente tocas y te dejas llevar. Claro que hay ciertas inquietudes que giran en torno a cosas que hacen otros que grupos, pero no es nada pretencioso o intencionado” declara Xavi.


«Simplemente, con el paso del tiempo las inquietudes cambian y te vas llenando de más cosas. Es que todo influye, claro. No sólo la música. Sí que ha habido un trabajo de establecer unos conceptos más concretos, con los que nos sentíamos cómodos a la hora de trabajar. Supongo que el cambio tiene que ver más con habernos centrado más en esos conceptos, y no tanto con que antes del primer disco escucháramos unos grupos, y ahora escuchemos otros totalmente diferentes” continúa. Y aunque es evidente que la urgencia cadenciosa y narrativa de canciones de su estreno discográfico como Falcó o Rebellion no se halla en otras más actuales, como la pelágica Cristantemo o la incisiva y desconcertante Clivia, los mallorquines consideran que sus avances tienen que ver más con una evolución natural e intuitiva, y que su derroteros no han variado de manera sustancial. Sí, quizás el primer disco era más narrativo y este se abstrae mucho más: porque hay como un juego con la voz, que lo aproxima a un instrumento más. Además, la utilización de tanta reverb lo aleja mucho más de lo que sería una narración” explica de nuevo de Xavi.


El anarquismo lírico sonoro impera a primera vista en «Mokragora». No se intuye así cuando prestamos atención a los distintos elementos: tanto la utilización de los silencios, como la melodía de la voz, como aquel loop que no consigues quitarte de la cabeza o esas guitarras contenidas (pecando de timidez en ocasiones), forman parte del entramado sonoro de esta banda, demostrando una madurez inusual en un grupo de su juventud; las canciones funcionarían probablemente con menos elementos, o en acústico, pero perderían su esencia holística. “La canción sin algunas de esas partes, no sería esa canción. Todo es realmente necesario” asiente su bajista, Euse.  Y es ese planteamiento holístico, de un álbum que funciona como un todo, una pretensión digna de apreciar en la época del auge de las playlist de Spotify, donde la canción es obligada a funcionar sin contexto. Los singles del siglo XXI, dirán algunos. Sí, pero sin romanticismo, atizarán los otros. Quizás ésta original deriva en su proyecto les hace menos accesibles, especialmente en términos comerciales. “Quien le da tiempo al disco, nota que no entra fácil, pero al escucharlo más veces va encontrando matices y valorándolo más” ratifica Paco Colombàs, uno de los pilares fundamentales de la formación, recreándose a menudo entre su Octapad, la guitarra y las oníricas voces. Xavi muestra también sus dudas acerca de estos conceptos: “Quizás por separado los temas no funcionan tanto (duda, ndr). También porque buscábamos más el sentido del disco como una única pieza”.


Tras finalizar nuestra entrevista alrededor de las seis de la tarde, cada miembro de la banda se dispone a hacer sus planes. Parecen tan rendidos -después de haber estado preparando el show desde primera hora de la mañana- como convencidos de que todo irá bien. En cuanto al concierto, poco que objetar, aunque algunos, entre los que me incluyo, echamos de menos el sonido límpido y atemporal de la guitarra española de Xavi, inherente a su primer disco, que sí sobrevoló el Teatro Lara en temas como Fire o Rain. Una cuestión de principios, seguramente. Y son estos, nuestros propios orígenes, nuestro inexcusable background, lo que nos hace valorarlos aún más.

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