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Mientras tantoPajaritos y revuelto de palabras perdidas

Pajaritos y revuelto de palabras perdidas


 

Ya tengo claro el misterio de los famosos pajaritos: son un tipo de “correlimos”, los pilriños miúdos (menudos). Dirán ustedes que qué obsesión, y así es, lo reconozco; obsesa por saber algo de ellos desde que los ví este verano en Ceiruga, una playa gallega de esas que miran directamente al norte (que también podría llamarse Queiruga, o Queiroa, nombre en gallego del brezo, y del cual deriva nada menos que el apellido Quiroga…). Eran un grupo de por lo menos veinte pilriños, y desde luego miúdos, alineados en formación cuasi militar: giraban hacia tierra todos al tiempo en cuando la ola amenazaba con pillarlos y volvían hacia el mar inmediatamente para alcanzar la retirada del agua, pìcotear a toda prisa en la arena mojada… y vuelta a empezar, indiferentes por completo a quienes no podíamos apartar los ojos de su coreografía. No pasaban de 10 centímetros del pico a la cola y sus patitas eran largas en relación con su tamaño: unas zancudas en miniatura.

 

En mi anterior entrada comentaba la edición en facsímil por Edicións do Cerne del libro Los escritos de Sarmiento y el siglo de Feijóo (1901) de Antolín López Peláez, “ex magistral de Lugo”, una verdadera joyita que me sigue dando que pensar (y que escribir), y que además pienso recomendar a mi amigo y co-bloguero Carlos G. Santa Cecilia para su sección de libros raros y curiosos. Comenté el término “insipiente” (por “ignorante”), ya en desuso, que aparece en el libro, pero hay muchos más, y ahí van algunos:

 

“A Sarmiento cabe la gloria de haberse adelantado a la inmensa mayoría de los botánicos coevos suyos, defendiendo la clasificación de las familias naturales, y pidiendo que se estudiase a la naturaleza como ella es en sí…” (pág. 88). Parece evidente que coevos quiere decir “coetáneos”.

 

“D. José F. E., en su Curso histórico crítico de la literatura española (ed. 1871), no duda en adverar, que, en punto a la rima y su origen… (pág. 249). Apostaría por “aseverar”, claro.

 

Uno de los términos del magistral que más me gustan está aquí: “Desentrañando el origen de la poca afición que se había tenido últimamente a fundamentar los sucesos sobre pruebas documentales, presentaba como causa potísima, amén de la pereza intelectual, la invención de los falsos cronicones…” (pág. 257). La causa potísima, intuyo que algo tiene que ver con “poderosísima”, por la raíz que viene del latino potens, pero ahí queda. Lo de los falsos cronicones históricos es un tema que sólo me sonaba y es curiosísimo.

 

En sus esfuerzos por reivindicar al P. Feijóo de los ataques furibundos de que era objeto dice Sarmiento: “…todos estos que escriben contra el Teatro [Crítico] no tienen más talento que el de la ineptitud, ni más intento que el de querer divertir al Padre de su gloriosa tarea…”. Está claro que aquí hoy diríamos “distraer”, “apartar”. Es curioso que tanto divertir como distraer tengan o hayan tenido los dos sentidos, el de pasarlo bien y el de separar, apartar. Filólogos tiene la Madre Iglesia…

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