Hoy no nos quedamos sin palabras en femenino, podemos hablar y hablamos de ellos y ellas. Hoy es ocho de marzo, y nos esforzamos como en navidad en hacer una lista de pendientes y de buenos propósitos para la igualdad.
Hace apenas unos días afirmaban los académicos y las pocas académicas que salvaguardan las palabras, que si incluyéramos a las mujeres en el idioma no podríamos hablar. Porque la discriminación está en la realidad no en el idioma, que pobre, no tiene culpa de nada, no es sexista ni deja de serlo, eso dependerá de quien hable y de quien escuche. Como las religiones y los imanes que dan instrucciones de como maltratar a las mujeres desviadas, como los Ministros de Justicia, ex-alcaldes liberales, que quieren proteger a las mujeres de tomar sus propias decisiones en cuanto a su libertad, su cuerpo y su responsabilidad como madres. Nada es discriminatorio, misógino o sexista, todo depende de cómo se interprete y de quién lo interprete.
La sintáxis y el léxico no son machistas ni feministas, en todo caso lo serán las personas que hacen uso de ellos. Las instituciones como la RAE sólo se ocupan de protegerlo, de que no le rocen demasiado las realidades a las que pone voz. Realidades como que la propia Academia sólo cuenta con un 11 % de académicas numerarias en sus sillones, y eso que las letras y el lenguaje siempre han sido el punto fuerte de las mujeres, mayoría cualificada en cualquier facultad de filología. Son mayoría, pero parece que no las mejores o no lo suficiente para ocupar sillones desde los que se toman decisiones.
Me empiezan a exasperar las opiniones políticamente correctas. Autocalificaciones de no ser ni muy machista ni muy feminista, mujeres que nunca se sintieron discriminadas, como si la discriminación fuese un sentimiento y no un hecho, los brindis al sol sin ningún compromiso político, ni recursos públicos para que el problema de la igualdad se aborde como un problema de derechos fundamentales no como un problema de mujeres.
El lenguaje es machista, las religiones son machistas, y hay ideologías que son machistas. Porque la realidad es machista, y el lenguaje sirve para comunicarnos en la realidad, no fuera de ella, la religión sirve para darnos normas de conducta y valores en el mundo real y la ideología sirve para organizar la sociedad en que vivimos que nunca es ajena a nuestras posiciones políticas. Dejemos de debatir en abstracto. Si para que nuestras sociedades sean más igualitarias, hay que cambiar la realidad, eso supone cambiar el lenguaje, las religiones y desterrar determinadas ideologías políticas, que no flotan sobre hombres y mujeres machistas o feministas sino que los atraviesan y los condicionan en sus comportamientos, pensamientos, valores y sentimientos. Nuestra estructura de valores colectiva, y lo que somos capaces de percibir y calificar como justo e injusto en nuestra sociedad, es inseparable del mundo que hemos construído para convivir en él, con sus ideas, creencias y palabras, y en el cual está predeterminado el espacio, el protagonismo y el poder que repartimos entre hombres y mujeres y lo que se sigue esperando de cada uno por pertenencia a su sexo.
No sé si será la crisis pero este ocho de marzo siento una especie de desánimo, yo que siempre soy más partidaria de la indignación y el enfado. Compruebo de nuevo, como hoy, día de la mujer, todo el mundo se solidariza con la igualdad: empresas, medios de comunicación, instituciones y personalidades públicas que veinticuatro horas antes no tenían ningún compromiso, ni intención de tenerlo, con la igualdad.
Son tiempos difíciles para la igualdad, no hay nada como la escasez para convencernos de que debemos competir por las migajas y si la mitad de los competidores está neutralizado o autoconvencido o resignado pues eso que tiene ganado el sistema de privilegios donde la división entre mujeres y hombres es imprescindible para su mantenimiento.
Nuestro diccionario sigue manteniendo que un juez es la persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar, y la jueza, en cambio, ya no es una persona, universal, en abstracto, sino que la define como una mujer que desempeña el cargo de juez o la mujer del juez. Pero la culpable es la realidad aunque la mayoría de jueces ya sean juezas.
El sistema nos sigue dejando un sitio de vez en cuando en el banquillo, un hueco, algunas excepciones, muchas contradicciones y un día al año, el ocho de marzo, para que se de espacio a algunas imágenes, volumen a algunas voces, y aliento a todos los hombres y mujeres que queremos seguir luchando por un mundo más igualitario todos los días del año.