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Mientras tantoPandemias (10): Postpandemia

Pandemias (10): Postpandemia


1. Interludio

Dejo las ventanas sin cerrar
Y la puerta abierta
Por si me entran ganas de escapar
Que no tuviera que esperar
Que nada me entretenga
Y dejo las canciones sin final
Por si un día quiero regresar
Y nada fuera cierto

 

Al inicio de la pandemia de coronavirus, cuando todo era incertidumbre y miedo nos cuestionamos sin cesar por las consecuencias que tendría la expansión global de este virus. Hay quien intuía el apocalipsis, el fin de un modo de vida y la caducidad de una sociedad a la que una infección respiratoria le recordaba su fragilidad. También había quien, en ese trance, aspiraba a un verdadero cambio de paradigma en nuestro sistema, tomando la situación como una oportunidad que había que aprovechar para salir de nuestro letargo existencial. Y ahora, echando la vista atrás, quizá podamos aprender algo sobre lo que ha pasado. ¿Quién tenía razón: los apocalípticos o los utópicos? La respuesta no parece simple, si es que existe esa respuesta. Porque más bien no se trate de un tema de dar o quitar la razón sino de ver, en conjunto, cómo nos ha afectado a unos y otros. De hecho, el epidemiólogo Antonio Varo piensa que no hemos salido indemnes ni como sociedad ni como personas: «Todos hemos cambiado y el regreso a la situación anterior se antoja no sólo imposible, sino incluso no deseable». La pandemia como un interludio (un  interludio real, sí, porque aunque a veces parezca que se nos olvide, la pandemia ha exisitido) entre dos partituras donde se ha escrito y se escribirá el mundo que habitamos.

 

2. Primer movimiento: Después de la catarsis

No quedan penas atrasadas
Ni quedan puertas cerradas
Ni nada que derribar
No queda ni una sombra
No queda ni un recuerdo amargo
Para no sucumbir
Me tengo olvidado
De todo lo malo

 

Según los datos más recientes aportados por la Organización Mundial de la Salud, esta ha sido la catarsis: a nivel global ha habido  649.038.437 casos confirmados de COVID-19, incluyendo 6.645.812 muertes, y se ha administrado un total de 13.008.560.983 dosis de vacuna; en España, hemos tenido  13.651.239 casos confirmados de COVID-19 con 116.658 muertes, y se han administrado 109.949.263 dosis de vacuna. Pero no solo eso, porque ya sabemos que también ha habido un aumento de mortalidad en general (con incrementos en otras enfermedades infecciosas o en el cáncer), lo que ha llevado aparejado a su vez una disminución de la esperanza de vida. Además, se ha constatado un impacto negativo en la salud mental de la población, desde los niños y adolescentes hasta nuestros ancianos, los más afectados por los golpes de la COVID-19. Por otro lado, hemos presenciado un aumento de la desigualdad socioeconómica y la puesta en tensión extrema de nuestros sistemas sanitarios; y se han constatado las dificultades para la respuesta conjunta a amenazas globales que transcienden fronteras. Y, aunque ha habido lecciones positivas que discutiré más abajo, también se intuye toda esa parte intangible, imposible de cuantificar, resultado de la dificultad de digerir esos datos y todo el sufrimiento que ha provocado la pandemia directa e indirectamente: ¿cómo datar, por ejemplo, el dolor causado por no haber podido despedir y velar a aquellos seres allegados que han fallecido?

 

3. Segundo movimiento: Mierda de filosofía

No quiero asomarme al fondo del abismo
Qué tengo que acercarme y pierdo el equilibrio
Qué no quiero asomarme ni al fondo de mí mismo
Qué pierdo el equilibrio y yo solo quiero hacerte

 

He de reconocer que al inicio de la pandemia fue de los que vislumbró una oportunidad de cambio. El ralentí vital del confinamiento lo aproveché para tratar de entender el momento mediante la lectura de autores como Byung-Chul Han, Juan José Tamayo o Josep Maria Esquirol (también en cada uno de las entradas de esta serie de pandemias hemos abordado títulos concretos de los autores más variados, desde Slavoj Žižek o Jorge Carrión a Felwine Sarr o Ngugi Wa Thiong’o).

Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen coreano, ha conseguido situarse en primera línea de los pensadores actuales más mediáticos con el éxito de algunos de sus análisis, entre los que destaca la autoexplotación para alcanzar la realización personal; el cansancio de una sociedad y unos individuos hiperproductivos; o la pérdida de rituales que cohesionen las comunidades. Sin embargo, las ideas de Byun-Chul Han adquieren una carácter superficial y repetitivo al ir leyéndolo (sus libros son una constante darle vueltas a los mismos conceptos de diferente manera): da la sensación que, a pesar de sus críticas, el también ha sabido encontrar el nicho de mercado para exprimir unos pensamientos que son un pastiche de otros autores y adaptados para los titulares de los periódicos. Y si bien trata de abogar con la boca chica por la esperanza para cambiar el mundo, bien podía clasificarse en el grupo de los apocalípticos. Juan José Tamayo, por contra, sí que podría situarse dentro de los utópicos que buscan un cambio posible. Y es precisamente de lo que trata en su ensayo ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías?, donde, también como Han, hace una crítica severa al sistema capitalista a la vez que trata de sortear el fracaso al que nos aboca: «La esperanza dirige la actividad humana y su impulso hacia una meta futura». Es en esa crítica al sistema donde también coincide Josep María Esquirol que habla de una «resistencia íntima» para poder hacerle frente, mediante el refugio en el hogar y en la búsqueda de la calma interior.

Dos años después de leer aquellos libros, ya en otro contexto epidemiológico y vital, he leído Filosofía ante el desánimo de José Carlos Ruiz. Un texto con el que es difícil no desanimarse, porque arrecian las críticas a la sociedad actual sin que aparezcan los logros que celebrar. Y es que parece que para este autor todo tiempo pasado fue mejor. El libro es un compendio del pensamiento más o menos citado de Byung-Chul Han (además del de Zygmunt Bauman), aderezado con referencias constantes a los pensadores de la Antigüedad y a mitos clásicos. Me resulta sorprendente que en libros como este, o en algunos de los anteriormente citados, nuestros pensadores del momento no sean capaces de salir de la influencia de aquel periodo y tampoco lo sean de articular un nuevo pensamiento para este mundo que difiere tanto del de Sócrates y Platón. Y habrá quien diga que nuestra esencia no ha cambiado tanto, cosa que puede tener sentido, pero lo que es cierto es que la realidad que vivimos sí que difiere, y en mucho, a la de ellos. No defiendo el renunciar a esa tradición, pero no creo que cegarnos de modo reiterativo con sus palabras sea tampoco la salida.

Por ello, que las soluciones que se encuentran entre otras sean, en el caso de Byun Chul-Han, la de mantener rituales personales en la intimidad; o quedarse en casa como dice Esquirol; o salir a pasear como defiende Ruiz, me parece un reflejo exasperante de la necesidad que tenemos de que haya quien piense este mundo de un modo novedoso para que sea posible un cambio. Estoy seguro que los mismos Sócrates o Platón, pero también Epicuro o Aristóteles, por ejemplo, no estarían repitiendo las mismas cosas dos milenios después. Falta además que estos pensadores no solo dejen de mirar atrás constantemente sino que miren a los lados y encuentren intelectuales no europeos que tienen mucho que aportar como, por ejemplo, Achille Mbembe, Édouard Glissant o Kwame Anthony Appiah.

Ejemplares de La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia y La agonía del Eros, de Byung-Chul Han (todos ellos publicados en español por la editorial Herder); ¿Ha muerto la utopía?¿Triunfan las distopías? de Juan José Tamayo (Biblioteca nueva, 2018); La resistencia íntima de Josep María Esquirol (Acantilado, 2015); y Filosofía ante el desánimo de José Carlos Ruiz (Destino, 2021).

 

4. Tercer movimiento: Un instante de luz

Ahora todo es claridad
No quedan penas atrasadas
Ni quedan puertas cerradas
Ni nada que derribar

 

En este blog intentamos poner algo de luz al impacto que podría tener la pandemia de coronavirus y hemos tratado de predecir sus efectos en diferentes ámbitos. Por ejemplo el control de enfermedades infecciosas como el VIH, la malaria o la tuberculosis. En este sentido, podemos afirmar ahora que si bien se han evitado los peores escenarios previstos, las huellas que ha dejado serán difíciles de borrar. Para el caso concreto de la malaria, y aunque en un grado inferior a las previsiones, la covid-19 «nos ha devuelto a cifras de morbilidad y mortalidad de hace una década, estado del que nos costará años recuperarnos por completo. En cualquier caso, es importante resaltar el tremendo esfuerzo que han realizado tanto los actores internacionales como los nacionales. Esto ha supuesto una respuesta extraordinaria para mitigar el impacto en los servicios esenciales contra la malaria de la pandemia». Y como algunos presagiaban, el apocalipsis tampoco llegó al continente africano, tal y como afirmaba el pediatra Quique Bassat: «debemos aplaudir la seriedad con la que la mayoría de los países, con unas pocas deshonrosas excepciones, han afrontado la pandemia, y han ejecutado sus estrategias de contención y prevención. Y es que bien pensado, no debería sorprendernos que un continente acostumbrado a la lacra de las epidemias sepa reaccionar mejor que nosotros, y nuestros paternalismos».

En cuanto a los efectos en la mortalidad infantil, sobre la que también reflexionamos, el último informe de UNICEF a nivel global dice lo siguiente: «Aunque la evidencia disponible indica que el impacto directo de la COVID-19 en la mortalidad de niños y adolescente es limitada, los efectos indirectos de la pandemia sobre la mortalidad infantil (resultado de unos sistemas sanitarios sobrecargados, interrupciones en la búsqueda de asistencia y en intervenciones preventivas como la vacunación, la pérdida de ingresos familiares…) aún no se conocen bien. Esta falta de claridad es especialmente grave en las países de renta media que no disponen de sistemas de vigilancia y datos que funcionen correctamente».

 

5. Cuarto movimiento: Yo no soy el dueño de mis emociones

En adelante
Un cielo azul
Un cielo siempre azul
Empieza la función
Aquí se admiten peticiones
Todos los sueños que no se han cumplido

 

Pero si algo ha quedado claro durante la pandemia es que vivimos en un mundo con graves problemas de equidad que provocan desigualdades difíciles de justificar. Un mundo en el que desde la política se apela constantemente a las emociones y a las vísceras para tratar de negar derechos fundamentales a ciertas personas. Ya hablamos sobre los efectos del cambio climático en la salud de las poblaciones más vulnerables (que ya está provocando una crisis de sequía y hambre en el Cuerno de África), principalmente en niños en países de baja renta. Y reflexionamos sobre la problemática surgida en torno a la distribución de las vacunas del coronavirus. Pero a este respecto debemos señalar que los efectos de la pandemia han provocado además que el número de menores no vacunados (hablamos de los programas de vacunación en general) en 2020 fuera de tan solo 25 millones, la cifra más baja desde el año 2009.  Otras poblaciones como la de los migrantes también han padecido ciertas políticas nefastas que la covid-19 parece que ha venido a acentuar, con el drama de la valla de Melilla de junio de 2022 como paradigma.

En cuanto a la situación de la mujer hemos vuelto a preguntar a la doctora Elena Marbán* quien ya nos habló sobre impacto de género y coronavirus. Dos años más tarde asegura: «sigo teniendo sentimientos encontrados al respecto. Por una parte, estos dos años, se han realizado miles de estudios con perspectiva de género (en algunos repositorios digitales de artículos hay más de 18.500 publicaciones científicas que incluyen los conceptos COVID y género). Sin embargo, no estoy segura de que haya habido una mejora en equidad de género en salud, o datos suficientes para garantizar que la calidad de vida de las mujeres haya mejorado a niveles pre-pandémicos. Un análisis con datos poblaciones en EEUU muestra cómo ha aumentado entre un 20 y un 50% la brecha de género en el trabajo tras la pandemia, debido a que las mujeres en familias con niño/as han disminuido sus horas de trabajo remunerado para poder encargarse de su educación». Y añade que «la violencia de género sigue en aumento tras la pandemia, debido al incremento de las desigualdades entre hombres y mujeres, de la dependencia económica e inestabilidad, de los problemas de salud mental y de los problemas del propio sistema de salud entre otros». Por otro lado, el efecto de la interseccionalidad, opresiones y vulnerabilidades existentes entre el género y la racialización de las mujeres ha sido otro de los temas más estudiados respecto a COVID-19 y género». A este respecto ve algo positivo y es que «desde el año 2020 cada vez se habla y escribe más, acerca de la importancia de descolonizar la salud global, como un movimiento necesario en este campo. Quedémonos con este avance como un logro de la teoría feminista interseccional e integrémoslo en nuestra manera de pensar y diseñar estudios, pero también de leerlos, revisarlos y explicarlos de una manera crítica».

 

6. Coda feliz

Ahora soy un adicto feliz
A mí nadie me ha visto llorar

 

Desde el punto de vista de la salud global como disciplina, creo que la pandemia ha demostrado que se hace necesario considerarla desde un plano más amplio, con un enfoque biosocial que la entienda no solo desde un punto de vista biológico o clínico sino también social, económico, histórico y cultural. Y ahí existen lecciones muy valiosas porque como decía en otro artículo, la pandemia de COVID-19 puede considerarse un modelo a seguir en el futuro para luchar contra nuevas amenazas: «Los logros sin precedentes observados en su contención constituyen un ejemplo a seguir, dada la extraordinaria velocidad en el avance de medidas preventivas y terapéuticas, junto con las inusitadas estrategias colaborativas que se han presenciado a nivel mundial». Aunque veremos si eso ocurre en un futuro que hay quien considera será de policrisis.

Tras el impacto que todos hemos sufrido por la pandemia es difícil saber qué mundo habitaremos. El propio Antonio Varo reflexiona de la siguiente manera: «Si de la peste negra y la gripe española se salió con hedonismo y un cierto oscurantismo, en la de coronavirus pudiera ocurrir lo mismo. ¿El mundo será peor o mejor? El tiempo lo dirá, pero lo seguro es, que ya es diferente». En mi caso, creo que todo cambiará para seguir igual: me resulta complicado atestiguar cambios profundos a nivel personal y general; y mucho más sencillo observar la tendencia a volver a toda costa a lo que teníamos o eramos previamente  (en el trabajo, en el ocio, en las relaciones, en nuestras aspiraciones…).

Y si no es de un modo exactamente similar, las cosas continuarán de manera parecida. Porque es verdad que Extremoduro se separó y su última gira se tuvo que cancelar por la pandemia. Pero también que Robe volvió con una obra imborrable como Mayeútica, que me ha servido de guía para la estructura y las citas de este artículo.

 


* La Doctora Elena Marbán Castro trabaja como consultora técnica en la fundación para diagnósticos nuevos e innovadores (FIND https://www.finddx.org/ ). A su vez, es una de las co-fundadoras y coordinadora nacional de una organización sin ánimo de lucro para promover la equidad de género en salud global, Women in Global Health Spain (https://wghspain.es/ ).

 

 

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