Cuando termina este año 2020, podemos empezar a intuir cómo la pandemia de coronavirus afectará, de una u otra manera, a la situación de la mujer en el mundo. Y para esbozar un dibujo de lo que está ocurriendo a nivel global he tenido la oportunidad de poder preguntarle a Elena Marbán Castro. Elena es bióloga sanitaria e investigadora en el Instituto de Salud Global de Barcelona (Equipo – ISGLOBAL). Desarrolla su labor en la Iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva y ha trabajado en países como Mozambique o Colombia. Además, forma parte del Comité de equidad y género de dicha institución y lidera The Global Health Next Generation Network (ghngn.org), una iniciativa multidisciplinar de jóvenes profesionales en Salud Global. Elena Marbán Castro ya anticipó algunos de los efectos de la pandemia en el mes de abril en el artículo La inequidad de género en respuesta al nuevo coronavirus. Y en el mes de julio participó, junto con otras autoras, en un interesante análisis titulado ¿Qué sabemos del impacto de género en la pandemia de la COVID-19? en el que, además de estudiar las repercusiones de la pandemia, se especificaban propuestas para reducir la brecha de género y se detallaban una serie de medidas políticas ya en curso («prácticas inspiradoras» tal y como ellas las definen) en diferentes puntos del planeta. Por otro lado, a finales de noviembre de este mismo año, Elena publicó otro artículo (Violencia de Género: la otra pandemia que siguen en aumento) donde exponía y denunciaba de manera clara y contundente las consecuencias de esta nefasta problemática. Esta vez ha accedido a dar su visión y responder específicamente para fronterad.
Elena, ¿cómo crees que ha afectado esta pandemia a la situación social de la mujer?
Pienso que ha aumentado brechas ya existentes en la sociedad en la era pre-pandemia, pero además ha creado otras nuevas. Los roles de género perpetuados en casi todas las sociedades actuales hacen que el cuidado de personas dependientes, enfermas, niños, niñas y otros familiares recaiga casi exclusivamente en las mujeres. Son ellas quienes sustentan el peso del sistema de cuidados, tanto en el sector formal (trabajo social, sector servicios etc.) como en el informal (limpieza, tareas domésticas, etc.). De hecho, se estima que el tiempo que las mujeres dedican a actividades domésticas y cuidados triplica el tiempo que ellos dedican a dichas cuestiones. Las medidas frente a la pandemia, sobre todo el confinamiento, el teletrabajo o la educación en casa, han intensificado dicha carga causando un incremento de problemas de salud mental en las mujeres y, además, una disminución de los autocuidados. Todos estos problemas se agudizan al añadir distintos ejes de discriminación como el hecho de ser migrante, persona con capacidades diferentes, trabajadora en el sector informal o ser mujer perteneciente a una minoría étnica o grupo racializado.
Y concretamente a nivel laboral, ¿cuál ha sido el impacto?
Las mujeres, antes de la era COVID-19, ya tenían empleos más precarios y mayor desprotección social, situándose así en una posición de vulnerabilidad. Pensemos en el caso de mujeres que se dedican al cuidado o a la limpieza dentro del sector informal: ¿qué medidas de protección social habrán tenido durante el confinamiento?, ¿qué ingresos habrán recibido durante esos meses?, ¿se les habrá proveído de las medidas de equipamiento laboral adecuadas para protegerse frente a la infección? La mayoría de ellas, en nuestro contexto, son mujeres migrantes que ya sufren desigualdades de acceso al sistema de salud y menores garantías que las trabajadoras y trabajadores regularizados y de nuestro país. Por otro lado, el cierre de las escuelas también ha supuesto un incremento de la jornada en el ámbito familiar, que en ocasiones se ha traducido en una reducción de la jornada laboral pagada para dedicarse al cuidado de sus familias.
Teniendo en cuenta la difícil situación vivida en el entorno familiar, ¿qué podrías decirnos sobre la violencia machista?
La violencia física, psicológica y sexual a mujeres y niñas se ha incrementado en todos los países del mundo y con ello ha empeorado su salud física y mental. Es importante resaltar que en algunos casos ha habido una reducción en las denuncias. Pero hemos de tener cautela al analizar estas cifras. Una disminución de las denuncias efectivas de violencia de género no significa que se hayan producido menos, sino que ha habido menos oportunidades para efectuarlas. De hecho, esto se constata con un incremento observado del 600% en las búsquedas en la red de las líneas de teléfono de atención a víctimas de violencia machista (el famoso 016, en España). Al convivir continuamente en casa con el agresor, las posibilidades de hacer uso de este servicio se han visto reducidas. Además, las oportunidades de las mujeres de compartir esta información con personas cercanas, grupos de apoyo o servicios de atención primaria (donde se suelen detectar estos casos) se han visto también disminuidas.
Habida cuenta de la saturación de los sistemas sanitarios por la pandemia, ¿ha habido problemas en el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva?
Por supuesto, también ese acceso se ha visto afectado. Mientras en países de nuestro entorno el deseo reproductivo se ha visto disminuido por una marcada crisis económica que ha hecho que muchas parejas pospongan el momento de tener descendencia, en otros países de ingresos medios o bajos, la falta de acceso a métodos de planificación familiar ha hecho que se disparen los números de embarazos, así como los embarazos en adolescentes. Recordemos que el embarazo en adolescentes y el aborto no seguro son dos causas importantes de mortalidad materna.
¿Qué consecuencias crees que tendrá este nuevo contexto que ha creado la pandemia?
Las repercusiones a corto, medio y largo plazo del aumento de violencia son difícilmente evaluables, pero seguro que habrá problemas físicos, traumas y un empeoramiento de la salud mental. Y este distanciamiento social que nos ha tocado y con el que nos hemos acostumbrado a vivir hará que repunten las enfermedades mentales, que son más prevalentes en las mujeres.
¿Y a nivel económico?
Las repercusiones económicas están claras, ya que muchas familias están perdiendo los empleos y viviendo situaciones de precariedad. Este empobrecimiento afectará a largo plazo más a las mujeres a la hora de reincorporarse al mercado laboral. Así ocurrió tras el confinamiento por la epidemia del ébola en África Occidental. Las personas perdieron su trabajo al cerrarse comercios, mercados… Doce meses más tarde, el 67% de los hombres habían recuperado su trabajo, frente a un 17% de las mujeres. Y no pensemos que estamos tan alejados en nuestro entorno. Porque aquí también está costando reconocer los derechos laborales de las mujeres y conseguir, por ejemplo, que se pague el mismo sueldo por la misma actividad. Además, en la mayoría de trabajos aún se prefiere escoger en primer lugar a un hombre.
En tu caso en particular como investigadora joven, ¿cómo te ha afectado directa o indirectamente?
Creo que me ha afectado indirectamente y en mucha menor medida que si lo comparamos con otras mujeres pertenecientes a grupos más vulnerables. Pero aun así, claro que ha afectado. Por una parte, la pandemia que estamos viviendo está marcándonos, de una manera que aún no podemos estimar, en la salud mental. Resulta difícil mantener la calma o la productividad laboral mientras estamos viviendo un momento tan crítico de nuestra historia, de tanta incertidumbre, cuando estamos perdiendo a familiares, no sabemos si podremos viajar para vernos, o ni siquiera podemos abrazarnos… En cuanto al trabajo, creo que se ha multiplicado, no sé si siempre de manera justificada, pero en mi caso, la flexibilidad horaria y el teletrabajo me han permitido adaptar mi jornada laboral con mis necesidades personales. Aunque no siempre contamos con los medios para trabajar en casa de la mejor manera posible, y muchas de nosotras hemos tenido que “emigrar” a casa de nuestras familias para poder trabajar y vivir con unas mínimas condiciones, que nuestros pisos, lamentablemente, no cumplían. Por otro lado, el trabajo en el terreno se ha visto afectado por la imposibilidad de viajar y la suspensión o el atraso en la implementación de muchos de los proyectos.
Foto: Elena Marbán Castro (en el centro de la imagen) trabajando en una campaña sanitaria en Mozambique.
De cara al futuro, ¿qué medidas puede haber para paliar los efectos de la pandemia?
Es imprescindible incorporar una mirada de género interseccional en todas las medidas tomadas frente a la pandemia, tanto en salud como en economía o en educación. Se debería analizar, por ejemplo, qué minorías están siendo más castigadas, examinar las “capas de vulnerabilidad” de las que hablábamos antes y actuar ahí. Y más concretamente, se podría profesionalizar el sistema de cuidados, así como muchas otros trabajos que actualmente no se pagan o están dentro del sistema informal. En el ámbito de la salud y de la pandemia, tenemos que tratar de proveer a las personas más vulnerables de las herramientas para diagnosticar la infección por coronavirus, así como para tener la posibilidad de acceso a tratamientos y medidas de prevención efectivas. Para ilustrar la brecha de género en este punto podemos dar alguna información ilustrativa. En India, ha habido estudios que sugerían una incidencia mucho mayor de infección por COVID-19 en hombres. Después, se dieron cuenta que las mujeres no estaban accediendo al sistema de salud y, por consiguiente, había un infradiagnóstico derivado de esta barrera en el acceso. Aboguemos pues por una ciencia y una salud justa, que examine con una mirada crítica los determinantes sociales de la salud, y que desagregue por sexo y género los datos para poder entenderlos con una visión global.
¿Y en el ámbito laboral, por ejemplo?
A este nivel, son necesarias medidas que favorezcan el reparto equitativo de los cuidados. Un buen ejemplo sería el permiso de paternidad obligatorio e intransferible, que hará que los hombres no se tengan que ausentar varias semanas después de haber tenido descendencia. Esto, por una parte, favorecerá que las empresas no basen su decisión de contratar a una persona en función del género, pero también hará hincapié en la corresponsabilidad de los cuidados desde la niñez. En cuanto al teletrabajo y la educación en casa, deben ir acompañados de medidas para la conciliación real entre las parejas y que permitan dedicarse por igual a los cuidados. Porque si no, otra vez, volverá a recaer esta carga en las mujeres. Por otro lado, hay que garantizar las mejores condiciones a las mujeres que se dediquen a cuidados y limpieza de manera profesional.
Elena, ¿hay alguna enseñanza positiva que podamos sacar de la pandemia?
Creo que en este momento, muchas mujeres que antes no habrían pensado tener nada en común con la lucha feminista se han dado cuenta de la perpetuación de los roles de género en nuestra sociedad y de cómo se reproducen conductas nocivas del sistema patriarcal, incluso dentro de sus hogares. Así, muchas mujeres trabajadoras se han visto en la necesidad de conciliar y plantear esta problemática con sus parejas para abordar la responsabilidad conjunta en la crianza y la gestión del hogar. Porque todavía tenemos una sociedad marcada por un fuerte patriarcado y unas normas sociales que perpetúan una serie de roles de género que hacen que la carga de cuidados de los niños y niñas dependa mayoritariamente de las madres. No vivimos en un mundo donde todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, como dice la declaración de los Derechos Humanos. Pero ojalá, en el futuro, todos los niños y niñas sean educados con una mirada feminista para tener una igualdad real. La educación es la clave de todo, y la educación feminista es la única que puede ayudarnos a vivir en igualdad.