Los indignados del 15-M y de Annonymus anticiparon que sería una pantomima1,
y qué razón tenían. Como dice Toni Garrido en uno de pocos análisis
más inteligentes que he leído sobre eso que llamaron debate, Rubalcaba y
Rajoy se pasaron dos horas haciendo como que hablaban de cosas
importantes para el país, pero no dijeron ni una palalabra sobre lo más
grave de cuanto está pasando en Europa: que Los Mercados, o sea, los dineros, o sea, esos que son tan ricos que sabemos quiénes son, nos están robando la política.
Y a Los Mercados no les importa ni el empleo, ni nuestro progreso, ni
otra cosa que no sea su lucro creciente y en continua acumulación.
Mientras no resolvamos eso, mientras no batallemos por consolidar un
sistema en el que los afectados por los problemas, los que sufrimos la
crisis, tengamos algo que decir en la toma de decisiones; mientras eso
no ocurra, estaremos perdidos, y seguiremos pensando que la pantomima de
ayer es un teatro absurdo que, además, es un gasto injustificable en
tiempos que, nos dicen hasta la extenuación, son de austeridad. Leo por
ahí que la tontería nos costó medio millón de euros; leo por ahí que
sólo en el catering se gastaron 20.000 euritos. ¿De donde salió el
dinero? Lo pagaron las televisiones; el 32% lo aportó TVE. O sea, un
tercio de ese dinero salió de nuestro bolsillo. Qué cosas, que no me
extraña.
Palabras vacías que no valen
nada. Manipulación y demagogia. Todo lo demás es pura anécdota. Y sí,
el candidato del partido oficialista preguntándole a Rajoy como si ya
fuera presidente; y el gallego sin otro objetivo que no fuera repetir la
palabra empleo doscientas veces y pasar esas dos horas sin decir algo
lo bastante inconveniente como para cargarse una campaña ganada de
antemano. Rubalcaba tardó (demasiado) en hablar de Madrid, en poner
sobre la mesa el que debería ser el gran tema de campaña (y desde luego
para el 15-M, y para todos los españoles): los
servicios públicos, que corren peligro de muerte ahora que entrarán en
La Moncloa los mismos que en Madrid han comenzado a enseñarnos lo que la
gestión liberal significa para la educación y la sanidad:
desviación de fondos públicos para hospitales y colegios gestionados por
empresas privadas, que aplican su libertad a la elección de alumnos y
enfermos. Rajoy contestó al grito de «eso son insidias» a lo que eran
verdades como puños. Hipocresia y buenas dosis de cinismo. Eso
por no hablar del descarado insulto a la pluralidad democrática y de la
mediocridad, aún más insultante, de los argumentos.
También
se echaron en cara mutuamente los cinco millones de parados, pero
ninguno habló de forma coherente del problema estructural en el mercado
de trabajo español, que es desde hace décadas, no de ahora, una rareza
en Europa. Ninguno analizó con un mínimo de criterio el fenómeno del
ladrillo, ni el fondo del problema de la crisis griega. Y ninguno quiso
romper ese pacto de no agresión, el colmo del cinismo, por el que no se
debía mencionar ni la corrupción política, ni el 15-M. Los que ya
estábamos indignados lo estamos hoy un poquito más, porque ni siquiera se atreven a mencionar el movimiento, como si las cosas dejaran de existir por ignorarlas. Cuánta hipocresía.
Mientras
tanto, pasan cosas importantes. El primer ministro griego cae por tener
la osadía de proponer una consulta popular sobre el rescate y sus
condiciones; no por haber firmado con el FMI y el Banco Central Europeo,
en marzo de 2010, un acuerdo por el que vendía la soberanía griega; . Lo explica aquí Pedro
Olalla, que se ha convertido en una fuente de información desde Atenas,
y en castellano, imprescindible. Así reza el artículo 14.5 del contrato
que establece las condiciones de aquel préstamo: “Por el presente
contrato, el prestatario [Grecia] renuncia irrevocablemente y sin
condiciones a toda inmunidad que tenga o pudiera obtener en lo referente
a sí mismo y a sus bienes”. Que no nos enteramos. Que eso sí que es importante. Que pronto podemos ser nosotros.
Los
griegos no son más culpables que nosotros del lío en que se han metido.
Probablemente aquella burbuja, como la nuestra, fue posible gracias a
la irresponsabilidad de mucha gente que quiso vivir por encima de sus
posibilidades; pero más culpables son quienes tenían la información y
podían hacer algo para evitarlo, y se subieron al carro de la abundancia
mientras pudieron conseguir réditos, electorales o económicos… o
impulsaron la burbuja sabedores de que tenían mucho que ganar y nada que
perder, porque los que mandan, los que tienen los dineros, esos tienen
siempre la impunidad. Ojito con Grecia. De su futuro puede depender el nuestro.
Por el momento, no parece muy tranquilizador que el próximo primer
ministro vaya a ser el ex vicepresidente del Banco Central Europeo…
Si las urnas no sirven para mucho, o para nada, entonces sólo quedan las calles…
1En su segunda acepción según la RAE: «Comedia, farsa, acción de fingir algo que no se siente.»