Entré en el último cafetín
árabe, claro
antes del hotel bruselense.
No me atrajeron los vasos de cristal
con restos de café
sino el té
à la menthe s’il vous plaît.
Luego me gustaron las mesas
sólidas y grises
para escribir un nuevo Corán
adaptado a esta época descreída
y para beber
lo que beben los árabes:
Té y café.
Escucha la máquina
hirviendo
contra los dos televisores encendidos
el partido de los sábados
y las conversaciones
que me hacen sentir lejos
como en casa.
Sólo entonces reparo en el nombre
no en vano
mi mesa da al cristal de la calle
y a la puerta:
Cafetaria Tetouan
Welcome.
Como para dejarlo todo
por fin
cansado de tanto esfuerzo
de fingir lo que no eres.
¿Para convertirte en qué?