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Para todos la filosofía (3): «Sólo sé que no sé nada»

 

La tercera sección de la serie “Para todos la filosofía”, en Para todos la 2, ha sido “Sólo sé que no sé nada” (retransmitida el 15/10/2014).

 

 

Hasta los que no saben filosofía saben que Sócrates es el autor de la frase: “Sólo sé que no sé nada”.

 

Es una frase que muchos de ustedes, yo misma, hemos empleado algunas veces cuando nos hemos encontrado ante personas que parecían más expertas. Lo que no está claro es la intención con la que se dice: si se quiere señalar la propia ignorancia o si se quiere dejar caer que quizá los expertos lo parecen pero no lo son. ¿Se trata, entonces, de una frase irónica?

 

Es interesante conocer el contexto en el que Sócrates, al parecer, la pronunció. Un amigo suyo había consultado al oráculo de Delfos acerca de quién era el hombre más sabio de Grecia, y la respuesta (a través de ciertos signos que había que interpretar) fue que era Sócrates. Sócrates se sorprendió, ya que nunca había pretendido saber más que otros. Y decidió comprobar la veracidad de las palabras del dios.

 

Comenzó a interrogar a las personas que socialmente tenían una cierta autoridad en alguna materia (hay que señalar que los saberes de los que aquí se trata son los que están vinculados con la sociedad: por ejemplo, no las matemáticas). A los militares les preguntó sobre la valentía, a los jueces sobre la justicia, etcétera.

 

Descubrió que todos ellos, supuestos expertos, no sabían de valentía o de justicia y se contradecían. La reflexión de Sócrates fue entonces que si los que pretendían saber no sabían y él que, no lo pretendía, era señalado como el más sabio, era justamente eso -el saber que no sabía- lo que le hacía saber algo con certeza, con más certeza de la que hacían gala los presuntos expertos. Sócrates sabía que él no era un experto.

 

Pero justamente eso, saber que él no era experto en asuntos de carácter social, de relaciones humanas, de política ciudadana es lo que lo convertía en un sabio. Sócrates no sólo sabe que no sabe nada sino que nadie sabe nada, es decir que no hay sabios, expertos o técnicos en estas materias. Por lo que, quienes se erigen en expertos lo hacen para adquirir una cierta autoridad que, de no ser así, no tendrían.

 

A Sócrates le costó la vida este descubrimiento. Los gobiernos autoritarios necesitan imponer ciertas certezas para gobernar con facilidad y sin ser puestos en causa; no están dispuestos a admitir que existen distintos puntos de vista sobre la sociedad, que la justicia o la valentía pueden ser concebidas de diferentes maneras y que el espacio público democrático es el lugar del encuentro y de la confrontación de muchas opiniones diversas.

 

Cada ciudadano puede aportar su punto de vista para el gobierno de la vida en común. No toda opinión vale, hay que respetar las hechos. Pero aceptados los hechos, las interpretaciones son plurales y la vida democrática se construye en un espacio en el que no hay sabios. La sabiduría consiste en saberlo.

 

 

 

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