La muerte no es no poder comunicar, sino no poder ya ser comprendidos.
Pier Paolo Pasolini
Cuán equivocados estamos los vivos. Cuánta confianza ciega depositamos en la sintaxis y en el vocabulario. Gracias a las palabras bien ordenadas, nos creemos capaces de construir pensamientos, dibujar conceptos, traspasar sentimientos…
Qué frase más errada: “la muerte es no poder ya ser comprendidos”. Si invertimos el significado de este aforismo, resulta a todas luces gratificante: “la muerte es poder ya ser comprendidos”. Qué consuelo desborda tal aseverancia, tanto que al leerla, podrían saltársele las lágrimas a todos los fracasados en vida. Morir no sería tan malo ni tan ridículo, quizá comenzara entonces a rebobinarse y enmendarse el proceso fatal de lo vivido.
Con la muerte comienza la resurrección de los malditos. Y todo por nada. La muerte es un pulso con el olvido. Muerto el perro se acabó la rabia; benditas sean las heces de su obra, siempre que sean mercantilizables. Venite y Adoremus, con flores a Pier Paolo, que padre nuestro es.
El vídeo fue inventado por Charles Paulson Ginsburg para que no se perdieran las películas de Pier Paolo Pasolini. Qué pocas veces se ha visto un falo erecto en la historia del cine; con qué belleza y aliento propio los fijó en imágenes el Pasolini eterno. Arrabal me contó que Pier Paolo se lamentaba una vez a su oído, que le inquietaba el futuro de sus películas, ¿qué sería de ellas?, ¿a que olvido certificado irían a parar? impidiéndoles zaherir -de nuevo- la vista de los bien pensantes, o estimular la curiosidad de los pendencieros de los sentidos. Y sin embargo, la tecnología digital de hoy en día no sólo las conserva sino que las multiplica por la red, con la misma eficacia del frigorífico en el que duerme Walt Disney.
Quizá Pasolini escribiera esa frase desde su triunfo artístico en vida. Ganó fama, dinero, prestigio y peligros, aunque el Sistema le mordiera los talones, o la iglesia lo condenara tanto como lo había premiado; o aunque su antiguo Partido Comunista se sintiera tan aliviado con su partida, como el más reaccionario de los que tramó su asesinato. A pesar de ser eliminado por la civilizada sociedad italiana, Pasolini publicó en vida muchos libros de poesía, estrenó teatro, realizó y presentó sus filmes, y fue un intelectual y artista influyente no sólo de su tiempo, sino también de la era siguiente.
El Evangelio según San Mateo y Porcile, marcaron las coordenadas de su destino. Desde estas películas ofreció a sus detractores las claves de su finiquito. Fue crucificado como un Mesías por la aplastante libertad y humanidad de su prédica; y golpeado y atropellado hasta causarle la muerte -como a un cerdo- en una especie de vertedero de carretera, cercano a Ostia, y no en la misma playa, como tantas veces se ha dicho y escrito.
Salo o los 120 días de Sodoma fue su testamento, que se convirtió en Bíblia para muchos. El uso simbólico al que elevó la mierda, el travestismo y el crimen en esa película, no fue perdonada en su eficacia demoledora contra el orden establecido; bien al contrario el rodaje de Salo… se convirtió para los poderes fácticos, en la gota que había desbordado el vaso de lo permisible
Aunque no debemos confundirnos en el juicio: No fue la Italia profunda, (la que bebe en la teta agria de la Mafia o la Cosanostra, o la Camorra,) la responsable de acabar con esta vida de guerrillero de las ideas puras y duras, sin concesión alguna posible; ni tan siquiera el vergonzoso Vaticano, que en tantas ocasiones sonroja a sus creyentes; ni tampoco el gobierno democristiano italiano. Tras el crimen de Pier Paolo Pasolini estuvo todo el Primer Mundo, que lo consintió en silencio. Ningún gobierno democrático, ni siquiera de país civilizado, se tomó la molestia de exigir cuentas a Italia por este alevoso crimen de Estado, un asesinato que nunca ha podido terminar de ser investigado hasta sus últimas consecuencias, pues no ha interesado dejar al desnudo el pernicioso mecanismo detonante de este crimen.
Cada dos de Noviembre, cumpleaños del crimen de Pasolini, no sé si se encenderá una o cientos de velas en aquel vertedero lúgubre cercano a Ostia. Desde esta Huerta del Retiro, (con una novena de dos días) queremos encender un faro, y partir más de una lanza porque no se olvide la felonía cometida -en su persona- contra todos los espíritus libres.