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Paul Celan: el ojo que siempre permanece vigilante

Mais j’ai eu, il y a longtemps, des
amis poètes: c’était, entre 45 et 47,
à Bucarest. Je ne l’oublierai jamais

Paul Celan

 

Cernăuți (Chernovtsi, o Chernivtsi): la ciudad rumana de Celan

Atravesada por el río Prut, la ciudad fue reconocida por vez primera, junto con otras ciudades moldavas, en un documento fechado el 8 de octubre de 1408 llamado hrisov, con una concesión de privilegios comerciales, otorgado por el voivoda de Moldavia, Alejandro el Bueno, a los comerciantes de Lwowa. La ciudad, junto con toda Bucovina, perteneció al Imperio de los Habsburgo hasta 1918. Un espacio en un cruce de caminos que supo honrar su pasado con monumentos que recordarían momentos históricos destacados como la Unión de Bucovina con Rumanía en 1918. Así lo recuerda una escultura en la explanada frente al Ayuntamiento de Cernăuți, diseñada por el escultor Teodor Burcă: de forma semicircular, sobre un pedestal un grupo alegórico, un soldado de infantería, con un rifle y una bandera en la mano, abrazado por una niña vestida con trajes típicos de Bucovina. La obra recogía escenas de las batallas de Mărăști y Mărășești y, detrás del arco del muro del conjunto, en una representación simbólica, un imponente bisonte de bronce aplastando al águila bicéfala austríaca con su pezuña, obra del escultor Spiridon Georgescu. El conjunto monumental que fue inaugurado en 1924 por el rey Ferdinad I y la reina María.

La plaza Piața Unirii (Ringplatz hasta 1918), importante lugar de encuentros, era una isla de belleza con una estética centrada en obeliscos con adornos de abetos, banderas, alfombras, guirnaldas y esculturas en las entradas principales, como anotaba entonces el diario Glasul Bucovinei. Aquel monumento emblemático de la ciudad, que iba a ser demolido en el verano de 1940 por las tropas soviéticas, adornaba la bella plaza de un burgo ubicado entre Kiev y Bucarest, entre Cracovia y Odessa. Misteriosa capital de Europa donde las aceras se barrían con ramos de rosas y donde había más librerías que panaderías.

En 1920 se inauguró la principal sede de enseñanza, la Universidad Rumana de Cernăuți, antigua sede de la residencia Reședința mitropoliților de Bucovina y Dalmacia. La imponente construcción, obra del arquitecto checo Josef Hlavka, de estilo morisco-bizantino, dejaba una honda impresión por sus dimensiones y sus espectaculares colores. Formada por tres grandes edificios unidos entre ellos, la obra acogía la Facultad de Lenguas Extranjeras, un gran complejo arquitectónico de piedra rojiza donde funcionó también una escuela de cantores y, hasta 1944, un Museo de Arte Sacro. Uno de los espacios más singulares era la ciudad universitaria donde, en 1937, se inauguró el edificio de la Facultad de Filosofía y Letras en presencia del rey Carlos II.

En la parte este de la plaza, llamada Cerro Pardini, se encontraba la famosa Librería Pardini, siempre repleto de amantes de los libros y buscadores del conocimiento y de las verdades. Las fachadas de los edificios estaban decoradas con estatuas, los balcones contenían figuras de ángeles y diosas. La armonía entre el exterior y el interior, los pilares y la multitud de esculturas que enriquecían toda la ciudad denotaban un plan arquitectónico trazado con talento, delicadeza y seriedad que de alguna manera recordaba a Viena. De ahí que Francisco José le concediera a la pequeña Viena el estatus de ducado independiente semejante al de la urbe austriaca. El dominio austriaco, que se prolongó durante casi ciento cincuenta años, tuvo como efecto un desarrollo económico y cultural sin precedentes en la historia de la ciudad y determinó una inmigración masiva, especialmente desde las tierras vecinas. En 1920 la ciudad contaba con una vibrante vida cultural y una estructura multiétnica con presencia de judíos, rumanos, rutenos, alemanes, polacos o húngaros.

El edificio del Teatro Nacional de Chernivtsi, fundado en 1925, así como el del Ayuntamiento, construido en 1848 por decreto del emperador austríaco, son testimonios vivos de un pasado glorioso. Muchos monumentos y edificios, como Heiligen Kreutzplatz (Plaza de la Santa Cruz) o el busto del poeta nacional Mihai Eminescu, que adornaba un rincón del parque de la ciudad, Arboroasa, y que fue inaugurado en 1930, desaparecieron.

En un edificio de dos plantas, con macetas de flores en los alféizares, el número 5 de la calle Saksaganskiy, estrecha, tranquila, con mucho encanto y apartada del centro, nació el 23 de noviembre de 1920 Paul Pésaj Antschel, que pasaría a la historia de la literatura como Paul Celan. Allí vivió con sus padres momentos felices e intensos, que recordaría siempre, como cuando su madre le recitaba poemas de Goethe, Heine o Hölderlin.

Tras finalizar los cursos de enseñanza secundaria partió a Francia para estudiar medicina en Tours, mas con el estallido de la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a regresar a su ciudad natal, donde continuó sus estudios de literatura y lenguas románicas. Fue Cernăuți donde a Celan le tocó vivir un duro y tumultuoso periodo de su vida, con la anexión de la zona por los soviéticos y la posterior invasión nazi. Enviado al gueto de Cernăuți, logró fugarse. Internado más tarde en el campo de concentración de Tăbărești, cerca de la ciudad de Buzău, allí, en un ambiente frío y hostil, fue obligado a cavar la tierra. Celan se refugió en la escritura, encontró la fuerza necesaria para traducir sonetos de Shakespeare y escribir cartas que eran, de hecho, poemas de amor a su novia de entonces, Ruth Kraft. Sometido a trabajos forzados, lejos de la ciudad, sólo tuvo noticias indirectas de sus padres. Pero las que parecían tranquilizadoras y optimistas resultaron ser engañosas. El poeta estuvo constantemente atormentado por sombríos presentimientos en todos los lugares por los que tuvo que pasar en tierras rumanas: Rădășeni, Pașcani y Tăbărești.

El joven que, desde los dieciséis años, escribía poemas en alemán que permitía leer únicamente a algunos amigos, decidió plasmarlos en lo que acabaría formando su primer corpus lírico, representativo de un hombre que se acabaría convirtiendo en un poeta con una voz única. Algunos de sus poemas de aquella época, como ‘Winter’ o “’Schwarze Flocken’, escritos entre 1942-1943, presagiaban hechos devastadores, testimonio de una tensión interior sublimada en terroríficas visiones acerca de la muerte de sus padres, que no tardarían en hacerse realidad.

En 1942, mientras se encontraba en el campo de concentración, recibió una carta de su madre en la que le anunciaba que su padre había sido asesinado. Leo Antschel había sido separado de su esposa en septiembre de 1942 y trasladado como técnico de construcción a Gaissin, donde se encontraba el cuartel general de las SS. Poco después, debilitado y enfermo, fue asesinado en aquel campo enclavado en Ucrania. Su madre, Friederike Antschel (Fritzi Schrager), sobrevivió poco tiempo a la muerte de su marido. Tan debilitada que no podía trabajar, fue asesinada en el invierno de 1942-1943 en Mihailovka por un guardia de las SS de origen lituano llamado Zelinskas. Otros parientes cercanos fueron también devorados por el infierno de Auschwitz.

“en Mihailovka, en
Gaissin, en
Ucrania, allí donde
ellos asesinaron a mi padre y a mi madre».

A su regreso no había nadie esperándolo en casa, excepto su novia, Ruth, y algunos otros amigos, que se habían quedado en su ciudad natal. Aunque no corrió la misma suerte que sus progenitores, Leo y Friederike, Paul Antschel sufrió buena parte de los avatares que experimentaron los judíos de Cernăuți. No vivió solo el aniquilamiento de sus padres sino también el del mundo en el que creció, aquella atmósfera de simbiosis cultural que se había conformado en una ciudad cosmopolita. A finales de 1945 se vio obligado a abandonar la ciudad amada de la infancia, donde “vivían hombres y libros” para encontrar un lugar donde ponerse a salvo y encontrar un trabajo.

 

Bucarest: la ciudad del amor, la amistad y el ‘Tango de la muerte’

En el otoño de 1945 llegó a Bucarest con el alma dolorida, sufrimiento que ocultaría y del que no hablaría jamás. El periodo de más de dos años que pasó en la capital rumana sería prolífico, de gran creatividad y satisfacción profesional, de aire bohemio y de importantes amistades que nunca olvidaría. La experiencia vivida en Bucarest fue sensiblemente recogida en el libro Paul Celan. La dimensión rumana, escrito por su buen amigo Petre Solomon, escritor y traductor.

El Bucarest de entonces era “una ciudad-encrucijada de todos los estilos de vida, arquitectura, arte y moda dotada de un gran poder combinatorio”. Una ciudad como “un savane jardín” que tenía como eje central la calle Victoriei, donde se levantaba el edificio de Ateneul Român, el gran sueño del compositor George Enescu, construido por el arquitecto francés Albert Galleron, dotado de una sala de conciertos en forma de anfiteatro grecorromano. Era una impresionante sala de mármol rodeada por doce columnas dóricas que se erigía, como un monumental templo griego, en el centro de una ciudad que atesoraba una confluencia de estilos, donde una de las más anchas arterias que en 1946 todavía llevaba el nombre Bulevardul Lascăr Catargiu, proyectada según el modelo de la Avenida Henri-Martin de París.

En el número 120 de la calle más famosa de Bucarest, Calea Victoriei, se hallaba un bello e imponente edificio que perteneció a la adinerada familia de Mihai Algiu, construido antes de 1850 y rehabilitado después de 1875, según los planos del arquitecto francés Paul Gottereau, en un estilo clásico. La fachada, coronada con un frontón que daba armonía a la entera construcción, preservaba un antiguo medallón en cuyo interior se encuentra la letra A, la inicial del apellido del propietario. Una puerta de hierro forjado y un balcón central, del mismo material, ofrecía una vista única a la principal vía de la capital rumana. Entre edificios y antiguas casas patricias, con ventanas dispuestas simétricamente respecto al balcón y marcos de estuco, se conservaba la hermosa Casa Algiu donde entre 1945-1947 tuvo su sede la célebre editorial Cartea rusă (El libro ruso).

Allí, en un pequeño despacho, cerca del balcón al que le gustaba asomarse, trabajó Celan como redactor editorial. Allí tuvo una actividad literaria intensa, traduciendo a grandes nombres de la literatura rusa, como Osip Mandelstam, Serghei Esenin, Evgheni Evtusenko, Konstantin Slutschevsky o Velimir Hlebnikov. Lo que no le impidió escribir sus propios versos en alemán y rumano. El rumano, “una lengua llena de voces”, era una lengua amada por Celan y en la que llegó a expresarse. Como menciona Solomon, en esas largas conversaciones con su amigo, se servía de una lengua dotada para expresar la concreción y el color de las cosas, pero también con posibilidades de volar hacia los cielos de la abstracción filosófica.

Fue entonces cuando Celan conoció a escritores y traductores como Maria Banuș, Nina Cassian, Vladimir Colin, Lucian Alfandary, Marin Preda Ion Caraion, Ovid S. Crohmălniceanu, Marcel Aderca, Victor Kernbach. También a los poetas surrealistas Gellu Naum, Gherasim Luca, Paul Păun, Virgil Teodorescu, Dolfi Trost. Fue una etapa de vida bohemia, de indiferencia existencial, cuando tomaba parte en fiestas, cantaba, escribía, traducía y amaba entre juegos de palabras. Sus amores fueron varios, pero no logró comprometerse. Con Ruth Kraft, quien había llegado de Cernăuți para trabajar como librera, la amiga a la que le escribía cartas con ardientes versos de amor desde el campo de concentración de Tăbărești, no llegó a tener una relación estable. Con Viorica Schlesinger, una joven poeta que llegó a ser su novia, disfrutó de una relación feliz, pero sin raíces firmes como para convertirse en vínculo duradero. Otro amor importante, Lia Fingherhut, una mujer bella de cabellos rubios con la que compartió seis meses de su vida, acabó trágicamente para ella. Su último gran amor de Bucarest fue la actriz, de origen judío, Corina Marcovici, apodada Ciuci, hija de un importante director de cine, distinguida y bella a quien conoció en una celebración de Año Nuevo, mientras bailaba y él le susurraba palabras llenas de ternura. Fue un amor a primera vista. Corina fue para él como una diosa. El poeta tenía una necesidad profunda de sentirse amado, de recuperar aquel amor materno que le fue arrebatado y que buscaría toda su vida. Su alma fragmentada no logró recomponerse, ni que cuajaran sentimientos sinceros y verdaderos que le llevaran a una relación más seria y estrecha.

En su tiempo libre participaba en los cenáculos literarios organizados en la casa de la poeta Nina Cassian y su marido, el escritor Vladimir Colin. Durante el día daba largos paseos en compañía de amigos por el bulevar Calea Victoriei. Durante las noches, siempre acompañado por una bella compañía femenina. Al Celan de los grandes silencios le encantaban los paseos nocturnos, hasta la hora en que la noche se fundía con el alba.

Vivió un profundo exilio interior y compartió, con su buen amigo Petre, el doloroso sentimiento del desarraigo. Celan vivió en Bucarest una adolescencia tardía y frenética, como la define Solomon. Pero siempre le faltaría el amor de madre, aquel amor que buscó en cada mujer que amó.

Una figura clave en la vida de Celan, quien le ayudaría incondicionalmente en su carrera, fue Alfred Margul-Sperber. Intelectual con estudios en París, ejerció de periodista en Nueva York y fue renombrado traductor de poesía que regresaría de Bucovina para establecerse en Bucarest. Un hombre de más de dos metros de altura, originario de Storojinet. La amistad entre los dos, entre el poeta maduro de 47 años y un casi desconocido Celan de solo veinticinco años, empezó como un coup de foudre, en palabras de Solomon. Margul-Sperber sintió el fogonazo de los poemas del joven poeta. En una de las visitas de Paul Celan a la casa de su amigo se gestó el cambio de su nombre de Anchel en Celan. Una idea de la mujer de Magul-Sperber, Ietty. Desde aquel momento el gran poeta rumano-judío tendría un apellido que le llevaría al reconocimiento mundial.

Su debut literario en Bucarest se produjo con el poema ‘Todesfuge’, traducido del alemán por Petre Solomon, con el título ‘El tango de la muerte’, o ‘Fuga de la muerte’, publicado por primera vez en versión rumana el 2 de mayo de 1947 en la revista Contemporanul, y unas semanas más tarde en el único número de la revista Ágora, dirigida por el escritor Ion Caraion.

‘Todesfuge’, acaso el poema más impactante escrito sobre el Holocausto, es una obra singular que fusiona el mito hebreo Sulamith y la historia de la Margarita de Fausto. Se leía y escuchaba en aquel entonces en rumano como ‘Tangoul morții’ (El tango de la muerte):

Lapte negru din zori îl bem când e seară
îl bem la amiază dimineața îl bem și la noapte
îl bem și îl bem
săpăm o groapă-n văzduh și nu va fi strâmtă
Un om stă în casă se joacă cu șerpii și scrie
el scrie-n amurg în Germania, Aurul părului tău Margareta
scrie și iese în prag mai scapără stelele-n cer el își fluieră câinii
evreii și-i fluieră el poruncă le dă ca să sape o
groapă-n țărână poruncă ne dă să cântăm
pentru dans.

[Negra leche del alba bebemos por la tarde
la bebemos a mediodía y por la mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en los aires allí no yace estrecho nadie
en la casa habita un hombre que juega con las serpientes que escribe
que escribe cuando hacia Alemania oscurece tu dorado cabello Margarita
lo escribe y se planta delante de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos que caven una tumba en la tierra
nos ordena tocad ahora música para bailar]

En lo que concierne la fuente del poema, Solomon mencionó un artículo de John Felstiner, autor del libro Paul Celan: The Strain of Jewishness, donde éste sugería que Celan podría haber partido de un hecho real, de uno de los tantos horrores, relatado por los supervivientes regresados ​​de los campos nazis de Cernauti, en 1944. En el campo de concentración de Janowska, cerca de Lemberg (Lviv, o Leópolis), los judíos seleccionados para el exterminio fueron obligados por su comandante a escuchar un “tango de la muerte”, un Todestango, interpretado por un violinista con música del argentino Eduardo Bianco.

En rumano escribió siete poemas en verso y ocho en prosa, y Solomon subrayó la importancia de esos poemas en el contexto de un ambiente dominado por el surrealismo: “Los poemas rumanos en prosa merecen una atención especial debido tanto a sus ecos autobiográficos como por su escritura, vinculada al surrealismo”. El autor habla de un periodo crucial para el poeta rumano-judío, un hombre de pocas confesiones, e hizo hincapié en el aspecto surrealista mencionando el poema titulado ‘Intrebări și Răspunsuri’ (Preguntas y respuestas) donde, según Solomon, “demuestra un buen conocimiento del idioma rumano y también una alegría de espíritu, notable en un poeta tan sombrío.” Y añade: “Los versos, los poemas en prosa y los juegos escritos en rumano llevan, en otro registro lingüístico, el sello del genio poético de Paul Celan”.

Entre 1945 y 1947, el panorama literario rumano estuvo dominado por el surrealismo. Después de que el movimiento perdiera aliento en Francia, su país de origen, André Breton, el fundador de esa corriente, afirmó: “La capital mundial del surrealismo está ahora representada por Bucarest”.En su libro Petre Solomon escribió, de una manera más explícita que, a finales de 1947, cuando se publicó ‘Todesfuge’ en rumano, Celan se encontraba en una “fase de máxima proximidad al surrealismo”. Sin haber formado parte del grupo de los poetas surrealistas, solía reunirse con ellos en cenáculos literarios y se sentía libre de experimentar, de aplicar la lección aprendida de los poetas surrealistas, tan activos en la época.

De ese periodo en la capital rumana nació el libro Nisipul din urne (La arena de las urnas), en el que incluyó poemas que había empezado escribir en su ciudad natal y que finalizó en un ambiente cultural que le dio la posibilidad de publicar y afirmarse como poeta. En el libro Cuadernos culturales, editado por La realidad judía, publicación de la federación de las comunidades hebreas en Rumania, y bajo el título de ‘A la búsqueda del absoluto poético’, el escritor y crítico literario Alexandru Philippide subrayó: “Después de haber esparcido la arena de las urnas de la memoria, de una memoria cargada del terror de los campos de exterminio, el olvido no llegaría jamás”.

El poema, dice Celan, “puede ser una botella de mensaje lanzada con la confianza –ciertamente no siempre muy esperanzadora– de que pueda ser arrojada, en algún momento y en algún lugar, a la orilla de una tierra, tal vez a la tierra del corazón quizás”. Ese poema que, perdido en la inmensidad del mar, puede ser esperanza una vez que la botella llegue a la orilla y alguien, en algún lugar, la recoja y lea el poema que busca un lugar acogedor, como cada ser humano: un lugar en el universo. Aquello que sobrevivirá siempre al amparo de una botella como si fuera una matriz, el vientre de una madre, luz que vence el dolor y aniquila el crimen. Es el grito que sale desde las entrañas y llega como una flecha para mover conciencias. Una poesía que incita a pensar y conmueve al corazón, ahí donde residen la humanidad y el amor. Es precisamente la humanidad de Paul Celan que estremece. El dolor de Celan no es solo su propio dolor, es un dolor metafísico, es el dolor de todos los que murieron en Auschwitz y en otros campos de concentración. Es también el dolor suscitado por los que no condenaron los crímenes contra el asesinato de los judíos, como el filósofo Martin Heidegger.

En una carta dirigida a Max Rychner, periodista y crítico literario suizo, fechada el 3 de noviembre de 1946, como respuesta a los poemas enviados a Zúrich por su mentor, Alfred Margul-Sperber, escribió Paul Celan: “Debo decirle lo difícil que es para un judío escribir poemas en alemán. Si mis poemas fueran publicados, tal vez lleguen también a Alemania, y entonces, permítame que le diga algo atroz, la mano que abra mi libro habrá estrechado quizá la mano del que fuera el asesino de mi madre… Todo podría presentarse incluso de un modo más terrible… Pero mi destino es ése: tener que escribir poemas en alemán. Y si la poesía es mi destino […] me doy por contento. Sobre las propias ruinas se alza y tiene su esperanza el poema”.

La poesía de Celan, un grito a la humanidad, al mundo que permitió el exterminio de los judíos y el asesinato de sus padres, venía de un desgarro interior, de la impotencia de que no hubiera podido cambiar la historia. Celan hizo hincapié en lo que para él era lo más sagrado, y que se mantenía “accesible, cercano y perdurable, entre todo lo perdido, solo él: el idioma”.

Alzó la voz en la más bella expresión lírica, llena de esa “belleza convulsa” de la que habló André Breton. “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, dijo Theodor Adorno. Un auténtico poeta no puede permanecer callado, era lo que pensaba Celan y, su amigo, Solomon, recogió el credo del poeta: “Un poeta auténtico no puede resignarse al silencio. Su dilema era al mismo tiempo existencial y poético, involucrando también su propia relación con su idioma materno y su propio destino. Quien no entiende ese dilema no entiende casi nada de la lírica de Celan que, en su totalidad, representa un diálogo desesperado entre el poeta y su idioma materno”.

La lirica de Celan, escrita desde la creencia de que “solo la poesía libera al Yo, al individuo con todo su destino y lugar”, es una poesía que se enfrentó al crimen no como una denuncia sino en un intento más profundo y constante de instaurar una memoria, una especie de memoria contra el olvido de la muerte y el trauma del Holocausto, para que una vida digna sea posible. Fue un intento, desde sus principios en el arte de la poesía, de establecer una relación de igualdad entre el Poeta, el Judío y el Hombre. La poesía de Celan, un extraordinario propósito de rehacer un lenguaje que había sido pervertido, que había perdido la fuerza, la pureza y la autenticidad a través de los años de muerte, mentira y destrucción del régimen nazi.

Del discurso que pronunció al recibir el premio de Literatura en la ciudad alemana de Bremen en 1958 quedó un párrafo memorable sobre la importancia y la capacidad de resurgimiento de la lengua: “Accesible, próxima y no perdida quedaba, en medio de todo lo perdido, una sola cosa: la lengua. Ella, la lengua, no estaba perdida, no, a pesar de todo. Pero debía atravesar aún su propia falta de respuestas, atravesar un terrible enmudecimiento, atravesar las tinieblas mil veces espesas de un discurso homicida. Atravesó y no encontró palabras para lo que sucedía; pero atravesó y pudo volver al día enriquecida por todo ello”.

La poesía de Celan nace de la convicción de hablar en nombre del otro, quien no ha podido ni podrá hablar, de la confrontación con las cenizas de la destrucción donde

Nadie
testimonia
por el testigo.

La palabra poética busca definir lo que pasó, de aquello que llevaba el nombre de Shoah o de Auschwitz y que ninguna palabra parecía capaz de alcanzarlo, de definirlo.

A pesar de la exuberancia y el corto periodo bohemio de Bucarest, Celan sintió la presión del régimen, como judío refugiado y como futuro opositor de la dictadura estalinista, por lo que decidió dejarlo todo atrás, en busca de un amparo seguro, en Viena. Paul Celan no salió de Rumanía en tren, sino apresuradamente, en un camión militar soviético, en diciembre del 47, como mencionó el escritor Ovid S. Crohmălniceanu en su libro Recuerdos disfrazados, después de varios intentos fallidos de cruzar la frontera, sin tiempo para despedirse de sus amigos.

 

La infinita sinfonía llamada Celan

¿Se puede transponer en música, en una partitura al amparo de las notas musicales, instantes de vida experimentados intensamente, dolorosos y traumáticos? ¿Pueden las notas transmitir esas emociones y sentimientos encontrados, la angustia, los sobresaltos y la vulnerabilidad de un periodo existencial?

El compositor alemán Peter Ruzicka quiso rendir homenaje al gran poeta y pensó en dos periodos de su vida que él consideró los más importantes: el periodo pasado en la ciudad de Bucarest y la última parte de su vida, en París.

La ópera de Ruzicka, con libreto firmado por Peter Mussbach, no es una biografía del poeta. Más importante que el drama personal de Celan es la acentuación musical-textual de lo que supuso el Holocausto, y su influencia en generaciones futuras. Los decorados fueron diseñados por el fotógrafo experimental Stefan Heyne, quien logró crear un espacio opresivo, como una taberna-biblioteca, una sala de espera para el tren o la muerte, o un salón burgués transformado en cementerio de fantasmas. En el escenario, entre filas perfectamente ordenadas de sillas y bancos, bajo la presión de un enorme cubo con miles y miles de libros, está Celan bebiendo vino y gritando su culpa, hasta el vuelo final hacia el abismo eterno.

Ruzicka no revela el significado de las palabras, más bien las ilumina y nos da acceso a ellas sirviéndose de la música. A veces envuelve el texto en silencio, ya que es el centro secreto de la pieza. La ópera Celan Symphony, que se estrenó en Dresde en 2001, y se representó también en Bucarest, dentro del Festival Internacional de Música George Enescu, en 2009, está escrita desde una gran admiración. La obra tiene el origen en la misma matriz estilística de la que salió el lenguaje poético de Celan quien, para el compositor y director alemán, representa una cumbre poética casi imposible de alcanzar.

Compuesta por diez partes es una música inquietante y profunda, que pretende captar el dolor, la angustia, junto a momentos de silencios aplastantes que vibran, que penetran y se graban en la memoria, desde la primera parte, ‘Premoniciones’, pasando por ‘La huida’, hasta el angustioso final del ‘Apoptosis’. Una sinfonía que logró llegar a honduras perturbadoras, mezcla de música de un destino que encontró cierto equilibrio en los brazos de sus amantes y la naturaleza, en una ciudad donde no pudo echar raíces, de un desasosiego permanente instalado en el ser, en un camino difícil atravesando los meandros del trauma con rechazo total y la incapacidad de aceptar la muerte de inocentes.

Quizá la experiencia poética más desgarradora sea leer a Celan, leer su propia tragedia convertida en versos. Lo que más emociona de la poesía de Celan es el modo en el que supo convertir el trauma, el infierno, el dolor o el grito en belleza poética. Lo que es importante y quizá único en la poesía de Celan es la manera en la que se salvaguarda el calor humano, la transmutación de lo humano en lenguaje poético.

Se vengaría del dolor a través del verso, y demostró un profundo poder de concentración, una inmensa capacidad creativa y un enfoque poético que cambiaría la lírica del siglo XX. La respuesta de Celan, frente al mundo y al dolor, fue su gran capacidad de amar y crear. Convirtió en humanidad el miedo a la muerte, en una lírica capaz de traspasar los tiempos.

Versos que perdurarán en el arco del tiempo, guardando en ellos la sagrada guematria de las palabras pronunciadas con reverencia, empleada como piedra angular que sostiene el edificio del poema que resurge de las ruinas, preservando resonancias bien afinadas como el sonido de las campanas, en el servicio de cada día. La palabra de Celan no busca venganza, sino el camino de la salvación, dando testimonio del espanto de la Shoah mediante una creación incesante, como un recuerdo obsesivo de hacer memoria constantemente, al mismo tiempo espada y rosa, amapola y memoria, palabra anclada en tierra firme, frente a las raíces aéreas de la existencia efímera en el exilio.

Rechazó, categóricamente, y desde un principio, el hermetismo del que muchos lo acusaron, subrayando que “toda palabra contiene una referencia directa a la realidad”, y aclaró la posición de quienes consideraban encriptado su discurso. Logró dar aquella “fuerza de resistencia de lo inmediato” a su poesía, dejando una huella imborrable en el panorama poético universal. Sobre él, sobre su creación poética, dijo el filósofo Jacques Derrida: “Celan, básicamente, lo contiene todo.”

La lectura de un poema necesita y exige ser escuchada, pide una precisa atención a las voces que se entrelazan. Son las múltiples voces que salen del anonimato, son los sonidos, los gritos, los aullidos, los rugidos, los plañidos, los ecos, las resonancias de un sufrimiento que es suyo y de todos. El poema es un ser que pide ser escuchado, que pide que recordemos y pronunciemos una y otra vez, nombres, fechas, datos, en ese desesperado intento del poeta de salvar en el poema lo que no se pudo salvar en la vida real. Voces múltiples, como la de Jaakob:

Voz de Jaakob:

Las lágrimas.
Las lágrimas en el Hermano ojo,
una quedó suspensa, se alargó.
Nosotros vivimos ahí dentro.
Respira que ella misma
se disuelva.

Voces, palabras como ecos, expresiones vocales de retorno, donde no se olvidan las voces de las tumbas:

Reconoce acaso, El Bug del Sur ¿cuál,
madre, ola del oleaje fue la que te hirió?
¿Sabe el campo, aquel de los molinos, con cuánta delicadeza,
a tus ángeles tu corazón conmovió?
¿Que ningún álamo, ningún sauce pueda,
ofreciéndote su cobijo, quitar todo tu dolor?
¿Sujetando la vara florecida en sus manos no Dios es el que de nuevo
sube y baja por las colinas?
¿Consientes tú, madre, como antaño, oh, cuando en casa,
la rima suave, alemana, y dolorosa?
(‘La vecindad de las tumbas’)

Petre Solomon incluyó en los Cuadernos culturales, ejemplar editado por La realidad judía de Bucarest, un texto en el cual no solo habló de la gran amistad que les unió, sino de recuerdos y vivencias compartidos, además de fotografías y poemas facsímiles, como el que Henri Michaux dedicó a la memoria del poeta. Michaux, quien conoció bien a Celan, dijo: “Hablamos mucho con el fin de no tener que hablar. En él, lo que era grave era demasiado grave. No hubiera consentido que alguien se entrometiera. Para retenerte, utilizaba con frecuencia una sonrisa, una sonrisa que había pasado por mil naufragios”. Solomon evoca las palabras de su amigo que retumban en su mente: “Oh, ¡cuántas pérdidas en mi vida!”.

El bardo también aprovechó la ocasión para destacar palabras clave para él, de su constante búsqueda poética y, durante su discurso ante los escritores israelíes, afirmó que allí, en ese “Paisaje exterior e interior, encontraba mucho de los impulsos hacia la Verdad, la autoafirmación, la voz única, las fuentes de la gran Poesía”. Pronunció esas palabras el 14 de octubre de 1969 en la sede de la Asociación de Escritores de Israel, donde subrayó lo esencial en el sinuoso, difícil y duro camino del hombre, y lo que siempre tenía que prevalecer: “La afirmación de lo humano”.

“¿Por qué la vida es tan trágica? Es como un umbral estrecho sobre un abismo”, dijo Virginia Woolf. La vida de Celan estuvo siempre en aquel estrecho umbral sobre el abismo, un camino donde la poesía fue su única y constante luz. Un poeta de una inmensa sensibilidad cuyo único destino posible era la muerte liberadora del trauma, un viaje para fusionarse con una oscuridad que no asustaba sino acogía, como un simbólico de retorno al vientre materno.

Este es el ojo del tiempo:
mira de reojo
por debajo de la ceja de siete colores.
Su párpado es lavado por fuegos,
su lágrima es vapor.
La estrella ciega vuela hacia él,
y se funde en la pestaña más ardiente:
hace calor en el mundo, y los muertos
dan retoños y flores.
(‘El ojo del tiempo’)

El día que se vio obligado a dejar Rumanía en un camión soviético llevaba con él una estrella de tiza escondida en su maleta. Hubiera podido pensar, quizás, en su padre y el emblema del sionismo, Maghen David, un claro vínculo, invaluable y mínimo, con las raíces paternas. Estrella de tiza de seis puntas, la única figura geométrica indeformable, símbolo de Dios que reina por encima del Universo en las seis direcciones. Quizás solo un amuleto o escudo que le protegería del mal y que le garantizaría llegar a salvo a su destino, Viena. Una estrella dadora de esperanza que sujetaría quizás, con fuerza, durante el viaje para vencer el miedo. Una estrella de tiza de una inmensa fragilidad, como el alma del poeta.

Un día, el poeta de los ojos grandes, melancólicos, escribió en una carta a Ilana Shmueli que, cuando leía sus poemas, eso le proporcionaba momentáneamente, la posibilidad de existir, de seguir de pie. El día que tenía que volver a verla Celan decidió no ir al encuentro. Era “no un hombre de carne y hueso, sino una herida que sangraba sin interrupción”, como le definió Cioran.

Después de una vida que encerraba un inmenso dolor, perturbado, con un serio problema de salud mental y una fuerte depresión, Celan decidió suicidarse, arrojándose al río Sena desde el famoso puente Mirabeau. Era el 20 de abril de 1970:

Con todos los pensamientos me fui
fuera del mundo.

El poema ‘Tú quedas dormido’ podría sintetizar, quizás, lo que inherente y profundamente representó uno de los deseos del gran poeta en cuanto a su poesía, aquel ojo vigilante y omnisciente capaz de traspasar cualquier espacio y tiempo para que la Shoah no vuelva a suceder:

Tú quedas dormido, y mi ojo permanece vigilante.
La lluvia llenó el cántaro, nosotros lo derramamos.
Por la noche un alma, el alma de una paja huyó
a navegar.
¡Segadora, es tarde para segar!
Como la nieve, blanco es tu cabello,
¡el viento de la noche!
¡Blanco, lo que me queda, blanco, todo lo que he perdido!
Ella cuenta las horas, yo cuento los años del destino.
Bebimos lluvia. Lluvia hemos bebido.
(‘Tú quedas dormido’)

Paul Celan: “un corazón que entre los hombres ha morado”, el ojo que siempre permanece vigilante, el verbo que le identifica en la eternidad.

 

Un fragmento de la ópera Celan Symphonie, de Peter Ruzicka, se puede escuchar aquí.

 

Bibliografía:

Petre Solomon, Paul Celan. La dimensión rumana. Editorial Kriterion, Bucarest, 1987.

Andrei Corbea. No quiere / cicatrices. Estudios sobre Paul Celan con el motivo del centenario del nacimiento del poeta. Editorial Polirom, 2020.

Paul Celan-Cuadernos culturales, núm. 3, editado por La realidad judía de Bucarest, 1973.

Paul Celan. Obra poética. Traducción de George State. Editorial Polirom, Bucarest.

Ovid S. Crohmălniceanu, Recuerdos disfrazados. Editorial Nemira, Bucarest, 1994.

 

Traducciones:

Versos de los poemas ‘Wolfsbohne’ y ‘Stimme’, traducción de Diana Cofșinski de las versiones rumanas de George State, Obra poética, editorial Polirom.

Poemas ‘La vecindad de las tumbas’ (1944), y ‘El ojo del tiempo’, traducción al español de Diana Cofșinski a partir de la versión rumana de George State.

Poema ‘Tú quedas dormido’, traducción al español de Diana Cofșinski a partir de la versión rumana de Verona Brateș publicado en la revista Astra, febrero de 1969, y en los Cuadernos culturales, de La realidad judía, 1973.

Verso de ‘Con todos los pensamientos me fui’ (perteneciente al libro La rosa de nadie), versión de José Luis Reina Palazón.

Verso de ‘Alabanza de lo lejano’ (Mohn und Gedachtnis, 19529, versión de José Ángel Valente.

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