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Mientras tantoPauls y Neuman: hermanos de sangre literaria

Pauls y Neuman: hermanos de sangre literaria


 

 

 

Sentado a la izquierda hay un hombre de mirada azul que irradia un atractivo insondable, misterioso y melancólico. A su derecha, un treintañero con mirada de veinteañero, apasionado, vivaracho y de sonrisa perenne. “Somos Pauls y Neuman o Paul Newman, como prefieras”, bromea el más joven de los dos, con un acento granadino en el que se adivinan sus orígenes bonaerenses. Poco o nada parecen tener en común el porteño Alan Pauls (1959) y el hispano-argentino Andrés Neuman (1977). Ni siquiera su literatura es remotamente parecida: la nueva novela de Pauls, Historia del dinero, es un río digresivo, oscuro y sugerente sobre la Argentina de los años setenta. El último de Neuman, Hablar solos, es un juego de voces lleno de ternura y crudeza que nos habla de la infancia, el sexo y la muerte. Solo hay un nexo de unión: ambos están considerados dos genios de las letras y gozan de críticas ditirámbicas. Entre ellas, la que les dedicó el ya legendario Roberto Bolaño. “Uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos”, dijo de Pauls. “La literatura del siglo XXI pertenece a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”, dedicó a su joven amigo poco antes de morir en 2003.

 

Fieles a su semblante, Pauls bebe una caña con la pose elegante de un Don Draper intelectual, Neuman opta por una cocacola light mientras hinca los codos en la mesa cual alumno aventajado. El cielo madrileño les brinda una tarde resplandeciente en la azotea del Círculo de Bellas artes donde ambos se disponen a charlar de su mayor pasión: la literatura. “Nunca experimenté el vacío de la página en blanco. Creo que es un mito”, asegura Pauls, “el problema del escritor es que la página está demasiado llena. Nuestra misión es blanquearla, deshacer los estereotipos, desescribir lo que ya está muy escrito y ver con extrañeza lo que resulta demasiado familiar”. “El abismo está en la selección”, añade Neuman, “lingüísticamente es imposible quedarse en blanco, pero es muy posible decir una estupidez. El problema no está en la mudez, sino en la falta puntería”.

 

Hace una década Alan Pauls ganó el premio Herralde (uno de los más significativos en la narrativa en castellano) con El pasado, considerada una de las grandes novelas de amor del siglo XXI. Un Neuman de apenas 26 años quedó finalista por segunda vez con Una vez Argentina en la que reescribió el país en el que vivió hasta los 14 años.  “La buena literatura no reproduce la realidad, sino que la inventa”, comenta Pauls, cuyas obras evocan los años más fértiles de su formación artística y sexual: “Yo no tengo muchas historias que ofrecer, mis libros son la conciencia y la mirada”. Neuman ratifica las palabras de su compañero, añadiendo que “la literatura es aquello que ocurre en el cruce entre lo vivido y lo imaginado. Y ese algo te hace vivir nuevas experiencias: es parte del espejismo extraordinario de la ficción”.

 

La novela hispanoamericana vive una gran época que ambos definen como plural,  sin imperativos  y caracterizada por una atomización estética muy atrayente. Y ambos son referentes innegables de este fenómeno, aunque ninguno se dé por aludido. “Cada vez que empiezo un libro siento vértigo y me pregunto: ¿Y si esto solo me interesara a mí?”, asegura Pauls. “A mí me sigue asombrando que la gente se decante por leerme”, añade Neuman. El primero cree que, de no haber sido escritor, podría haberse convertido en un buen tenista. El segundo piensa que hubiera sido un mediocre futbolista de tercera división. “Pero, ¿por qué mediocre? ¿Por qué no un genio en tercera?”, pregunta Pauls. “Tienes razón”, responde Neuman, “como uno de esos personajes memorables del gran Bolaño”. Afortunadamente, a Alan le dio por escribir y Neuman se rompió las dos rótulas al mismo tiempo. El deporte no pudo privar al mundo de las letras de estos dos hermanos de sangre tan distintos y a la vez tan imprescindibles.

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