Las leyes y autoridades iraníes no se andan con chiquitas a la hora de castigar lo que consideran aberrantes desviaciones sexuales, el adulterio y la homosexualidad. Las penas impuestas a los acusados de ellas causan sonrojo e indignación en el año 2010.
Paradigmático es el caso, que ha dado la vuelta al mundo, de Sakineh Ashtiani . Viuda y acusada de haber mantenido relaciones sexuales con dos hombres casados, ha sido condenada a morir a pedradas. La imagen hiela la sangre en Occidente: que una mujer de 43 años pueda ser lapidada hasta la muerte por haberse acostado con otro adulto nos resulta incomprensible. Ante la algarabía montada en la prensa de diversas naciones -el presidente brasileño, Lula, ha ofrecido a la mujer asilo político- las autoridades iraníes, que se han negado a dejarla salir del país, han comenzado a divagar, el caso está en apelación, podría ser enviada a la horca en vez de lapidada… y recurrido a lo que parece ahora una invención: la juzgada, dicen, también esta acusada de matar a su marido.
El tema se ha complicado estos días empañando aún más la imagen del curioso régimen iraní. El abogado de Ashtiani, un letrado conocido por defender cuestiones de derechos humanos, se ha refugiado en Turquía porque la
policía iraní había acudido a su domicilio a detenerlo. Su delito parece ser que aireó el caso ante los medios de información internacionales. Al no encontrarlo en su casa, la policía detuvo a su mujer e hija que fueron llevadas a una prisión donde han permanecido tres días. Otra forma peculiar de actuar de la justicia iraní. El abogado ha obtenido asilo político en Noruega, las autoridades turcas estaban incómodas con su presencia.
El affair Ashtiani corre paralelo con el de Ebrahim Hamidi, otro defendido por el citado letrado. Ebrahim es un joven de 18 años al que se acusa de haber cometido actos de sodomía aunque, al parecer, es heterosexual. Nuevo proceso porque la legislación local, otra perla retrógrada, prevé para aquellos hombres que han dormido juntos innecesariamente, aunque no hayan practicado ningún acto sexual, penas que van desde los 99 latigazos hasta la capital por horca o lapidación
Según el abogado y ciertos testimonios, Ebrahim se limitó hace un par de años a participar en una pelea con amigos y miembros de su familia contra miembros de otra familia. Fue acusado de sodomía, “delito” que el admitiría algo más tarde bajo tortura. El joven oscuro objeto del deseo del acusado ha confesado ahora que mintió presionado por sus padres, lo que hace trizas el alegato de la acusación, pero el juez competente, por tener “conocimiento especial” de lo ocurrido, otra figura jurídica peregrina, le puede imponer la pena máxima.
La justicia iraní se ha vuelto más severa en supuestos como los mencionados desde que el ayatollah Sadeq Larijani fue puesto al frente de ella en las secuelas de los disturbios que acontecieron con motivo de la trucada elección de hace un año.
Las autoridades iraníes blandirán un argumento caro a los regímenes dictatoriales, el de que no se van a dejar intimidar por la prensa y los alborotadores extranjeros, pero sería interesante que los políticos occidentales hagan ver a sus interlocutores en Teherán que con estos principios jurídicos no hay posible alianza de civilizaciones ni nada que se le parezca.