1800 ciclistas fueron comprados para las 300 portadas del tercer número de Teatra.
¿Quién iba a decirle a esos ciclistas de plástico que llegaron hasta el tostador de pipas/tienda de golosinas, instalada en los bajos de un palacio del Madrid de los Austrias, que iban a terminar teniendo un destino más literario, que morir desgarrados en las manos de algún niño travieso?
Fue necesario lijarles una de sus caras, para que se adhirieran mejor a la cartulina, cuando fueran encolados. Lo que no sabían estos pedalistas era que iban a circular por estos cartones verde vejiga, y entre las seis letras de Teatra (estampadas una a una con tampones diferentes), durante las décadas siguientes.
Aquí siguen –gracias a la revista- paseándose por los escáneres, preparándose para viajar hasta Galicia, desde donde los harán saltar a la red mundial de redes, a través de la página web de Teatra, que entre Madrid y Vigo se anda gestando.