Coge un arma blanda –que no blanca-, algo que no duela. Algo que pueda desestresarte. Ahí lo tienes: una almohada. Entonces únete a la octava edición de la guerra de almohadas que tiene lugar en Nueva York. Después de dar unos cuantos almohadazos –suavemente, eso sí- las almohadas que se hayan traído serán entregadas a la beneficencia.