Creo que Stalker, de Tarkovsky, es la película que más me gusta de todas las que he visto en mi vida. La he visto varias veces y pienso a menudo en ella. Su historia me obsesiona, pero también sus imágenes, el rostro de sus protagonistas, ciertas frases y, sobre todo, ciertos movimientos de imágenes, de voz, de música, que están entre las experiencias más intensas que he vivido en este cochino mundo. Tarkovsky mezcla en ella una novela de ciencia-ficción de los hermanos Strugatsky (Picnic al borde del camino) y su lectura de algunos libros de Carlos Castaneda.
Pero quizá la película que ha tenido un impacto más largo y fructífero en mi vida haya sido 2001, una odisea del espacio de Stanley Kubrick. No sólo por la historia, que trata de la posible evolución del ser humano (quizá de un solo ser humano, que se transforma de mono en estrella), sino por su forma narrativa, que consiste en una combinación de imágenes y de música.
A partir de aquí, todo se adelgaza, y me costaría encontrar una clara tercera película. Me entusiasmaron en su momento El último tango, Novecento, El evangelio según San Mateo, Muerte en Venecia, Amarcord, Julieta de los espíritus, Y la nave va, Pierrot le fou, Detective, pero no estoy seguro de que hoy me siguieran gustando tanto esos directores, que cuando tenía veinte años me parecían los más grandes genios de la historia del cine.
El tercer hombre me sigue gustando, emocionando y conmoviendo exactamente igual que cuando la vi por primera vez. Quizá cada vez más, porque cada vez que la veo me parece la historia más simple y esquemática y sus implicaciones más profundas y turbadoras. Hay algo que me conmueve enormemente en esa película, y creo que se trata de esa sensación de no ser de ningún sitio, de estar en un lugar de paso, que sentimos en la juventud. Y la aparición de Harry Line sobre las ruinas de Viena: inolvidable.
Eureka de Nicholas Roeg es también una de mis películas favoritas. Es una maravillosa fantasía de aventuras que trata de un hombre que descubre un río de oro en Alaska, se hace rico y compra una isla en el Caribe, donde construye una especie de imperio.
Creo que jamás se ha rodado una película más feliz que Donovan’s Reef (La taberna del irlandés) de John Ford. Si alguna vez se rodó una película perfecta, es esta.
También está entre mis películas favoritas Todos rieron de Peter Bogdanovich, también una fantasía, aunque en esta ocasión una fantasía romántica llena de personas maravillosas, atractivas y encantadoras que se conocen por la calle, en una tienda, en el café de un hotel, y se hacen amigos al instante.
Hay películas como Hasta el fin del mundo de Wim Wenders o Fuego, camina conmigo de David Lynch que estuvieron entre mis favoritas durante muchos años, a pesar de que (o quizá porque) la crítica las destrozó sin piedad.
Creo que Terciopelo azul de David Lynch sigue siendo una de mis películas favoritas.
Y también Laura,
The Game,
Eyes Wide Shut,
Tokyo Story,
Totoro,
El viaje de Chihiro,
Encuentros en la tercera fase,
Alphaville de Godard (a pesar de todo)
El elemento del crimen de Lars Von Trier (antes de volverse loco),
y algo de Bergman, quizá Sonrisas de una noche de verano y Fanny y Alexander, aunque hay tantas películas buenas de Bergman que es difícil donde elegir.
Y Watchmen.
Releo la lista y me doy cuenta con horror que no hay nada de Hitchcock ni de Buñuel, y que tampoco está Blade Runner.Pero esa es la poética de las listas. Como animales autosuficientes, como nanomáquinas dotadas de voluntad propia se desenroscan y se pasean por la página, una, dos, tres, cuatro, creando su pequeña o grande escalera, una escalera que no lleva a ningún sitio pero por la que nos gusta subir y bajar deteniéndonos aquí y allá y criticándolo todo.
Me someto, pues, al dios de las listas.