Pepe Fillol, pasión por las lenguas

(Bruselas. Intérprete, murió a los 54 años el 27 de marzo). Cómo cuesta trazar una semblanza de ti, Pepe. Primero, por la incredulidad de estar dándole vueltas a que así de sopetón no estés aquí con tu singularidad de personaje irrepetible. Aquí en Bruselas, donde empezamos el 93, o en Murcia con tus hijas o en Taiwán con tu pareja, zambulléndote en el chino. Segundo, porque por cada adjetivo que se me ocurre, me doy cuenta de que también eras lo contrario. Siempre pensé que contribuías a la biodiversidad en cabina y que es de agradecer que haya personas que no respondan a ningún molde y que no se parezcan a uno. Personas con su punto de misterio. Para ser reservado, luego te abrías y contabas cosas muy personales con un humor muy socarrón las más de las veces y otras con los sentimientos expuestos al aire, sin editar. Para ser muy serio, mira que te gustaba soltar puyas o decir barbaridades, echarte unas risas. Encajabas bien el cachondeo, un modus operandi de donde las dan las toman. Si pienso en el adjetivo seco, luego me doy cuenta de lo mucho que te interesabas por los demás de manera genuina. Siempre prestaste la oreja con la generosidad del buen escuchador. Algunos consejos sobre lo verdaderamente importante se me quedaron grabados. En realidad eras muy sensible y cariñoso. Cultivaste un estilo críptico de hacer preguntas o reflexiones que descolocaba a muchos. Yo creo que era una forma de vencer a la timidez y de demostrar interés por el otro muy personal. Me parecías un personaje en permanente reconstrucción, rehaciéndote de las frustraciones de la vida, organizándote para ser padre de tus hijas a las querías tanto. Tu pasión por las lenguas da para una serie importante de Pepe en… Una buena ristra de países con sus lenguas, ¡sí señor! No se te reconoció lo suficiente esa enorme capacidad de trabajo, constancia y perseverancia por más que fuera difícil el objetivo. Es lo que pasa absurdamente cuando se sabe que disfrutas con ello apasionadamente. También porque te salías de la tabla o del mapa de Europa. El chino fueron palabras mayores y pusiste toda la carne en el asador para aprenderlo y vivirlo. A tu aire, con tu estilo peculiar, solo querías que te dejaran hacer tus cosas, tus lenguas. Como compañero han sido muchos años. Qué capacidad para sacar horas para trabajar, estudiar, estar informado  pero también para charlar con los amigos en una comida o tomando algo. Te expresé mi admiración y confieso un poco de complejo. Nos faltaban muchos episodios de Pepe en…, de padre orgulloso de sus hijas, de Pepe el excelente intérprete y compañero, de Pepe el amigo socarrón y afectuoso. Capítulos abiertos de amor en Taiwán. Cuesta escribir una semblanza de una persona que tendría que seguir con nosotros y que ha dejado una profunda huella. Pablo Fernández del Castillo.

 

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Javier Docampo y Pepe Fillol, dos números se hicieron nombres

Con motivo del fallecimiento de mi amigo Pepe Fillol, intérprete de conferencias de la Unión Europea, colega de mis tiempos como intérprete en Bruselas y con quien también coincidí algunas veces en Taiwán, y de Javier Docampo, compañero de trabajo en la Biblioteca Nacional de España, escribí el siguiente poema:

A Javier Docampo y Pepe Fillol

 

No sé si el virus es uno solo
presente en multitud de cuerpos y estadísticas,
si cada individuo aloja el suyo propio
o si en cada persona infectada se albergan cientos, miles, miríadas de virus o viriones,
vástagos de una cepa, un brote.

De pronto, un viernes,
los titulares tomaron cuerpo
y los análisis cobraron vida.

De pronto, un viernes,
dos números se hicieron nombres.

Jorge Camacho

 

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