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Per sempre

Cuando Sir Alex Ferguson salió al estadio de Wembley con una rosa roja en el ojal los futboleros adivinamos que era una noche en la ópera. Una velada dedicada al futbol de salón. En los fondos de la afición blaugrana un mosaico dibujaba la frase «We love footbal». En Inglaterra esa liturgia raramente falla, raramente se condena a los árbitros, raramente el perdedor tiene mal perder. Tras la bochornosa serie de clásicos disputados en territorio español, la función de anoche devolvió el fútbol a su Olimpo. Guardiola, un elegido de los dioses, pareció relamerse ante tamaña declaración de intenciones y no defraudó a los autores del libreto, su cabeza rapada brilló como un faro en la noche del 28 de mayo.

 

Jugó el Barca con la belleza que le caracteriza y afinó todos los instrumentos de la orquesta hasta convertir la función en una inolvidable noche sinfónica. Valdés sacó los puños como un jabato, Abidal fue un guerrero en su banda, Mascherano puso un oficio descomunal en el centro de la defensa, Piqué sigue en peculiar luna de miel en el campo y, ya más en la divisoria, Xavi, el mejor jugador español de la última década, pudo dar más de 140 pases sin error mientras Iniesta arrastraba el balón como hacen los chavales con el aro. Arriba, siempre arriba, no fallaron los tres mosqueteros: Pedro, el humilde, se zafó para meter el primer gol, Messi jugó uno de sus mejores finales y Villa demostró la altura de un campeón del mundo español en ese memorable tercer gol por la mismísima escuadro del largo Van der Saar.

 

Nada empañó tanta delicia. Nada opuso el Manchester salvo en los primeros diez minutos de la contienda a la exhibición blaugrana y nadie recordó que ningún otro equipo pudiera estar ahí, porque desde hace tres años nadie puede discutir la excelencia a este Barca digno de una partitura de Verdi. No se adivina, tras el cuarto entorchado continental, adonde puede llegar este equipo, salvo que la presión mediática y de los despachos empiecen a pesar sobre la cabeza de Guardiola o este, siempre amante del filón romántico, abandone el barco para recalar en otras tempestades en campos de Inglaterra o de Italia.

 

Suma el Barca otro año de leyenda y aún faltan emociones fuertes para el aficionado: en agosto se las verá de nuevo con Mourinho en la Supercopa de España; en verano también disputará en Mónaco la Supercopa de Europa ante el muy interesante Oporto de Villas-Boas y para finales de año, en Dubai, se las deseará, como siempre ocurre, con un campeón latinoamericano que este año puede salir entre el Santos brasileño o el Peñarol uruguayo. En cualquier caso, mientras el cuerpo aguante, será un regalo seguir a esta orquesta en sus muchos recitales por el ancho mundo. Hasta Sir Alex Ferguson reconoció a su rosa de Lancaster que la flor de más aroma pertenece hoy por hoy a los catalanes.  

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