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Periodismo independiente: caso práctico

 

«Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante»

 

Ryszard Kapuscinski

 

Pedro J. Ramírez, el director de El Mundo, anunciaba en su twitter hace una semana una noticia que, según sus propias palabras, aceleraba el advenimiento de una nueva de oro en el periodismo español. Aquí está la secuencia de tuits:  

 

Captura del twitter de Pedrojota

 

En nuestro ánimo no está hacerle publicidad a este grupo editorial, sino hacer un pequeño diagnóstico de la situación del periodismo español.

 

Unidad Editorial se ha lanzado a los brazos de una de las más importantes multinacionales españolas con el objetivo de vender muchos más periódicos en su versión digital y, seguramente, también con el propósito de reducir las ventas de diarios en papel porque su materia prima es muy cara y también su distribución.

 

No se equivocan los gestores del grupo mediático, puesto que la red comercial de Telefónica es impresionante. Además, la operadora, con sus últimas iniciativas, que pasan, básicamente, por la bajada de precios, ha conseguido frenar la sangría de clientes en España e, incluso, conseguir alguno que otro nuevo, aunque para ello haya tenido que sacrificar los márgenes en la cuenta de resultados. Pero, como dicen los antiguos, “es mejor tener muchos pocos que pocos muchos”. El viejo monopolio estatal ofrece una masa crítica de veinte millones de clientes. ¡Ahí es nada!

 

A los clientes de Telefónica les puede tentar contratar Orbyt (así se llama la plataforma digital a través de la que se comercializan los productos periodísticos de Unidad Editorial) junto al móvil, el fijo, el ADSL y la televisión. Pero tengo curiosidad por conocer los primeros resultados: ¿Cuántos de los abonados de la primera operadora española contratarán Orbyt, incluso pese al descuento del 50% que se les ofrece?

 

Antes de conocer los números, hay que reconocer que esta idea de Unidad Editorial es brillante. En este acuerdo en concreto, es la clara ganadora. Los clientes de Telefónica estarán tentados a comprar Orbyt, pero seguramente muy pocos de quienes leen El Mundo o Expansión se cambiarán de compañía de telefonía para que les salga más barata la prensa.

 

Por eso, lo que preocupa es lo que Telefónica pide a cambio. Y no me refiero al dinero, que es obvio circula de por medio. Lo que más me inquieta en estos tiempos es si este negocio pone en peligro la independencia que hemos de exigir a todo medio de comunicación porque ésa es la base de su credibilidad. Si la inserción de un anuncio publicitario lleva consigo mucho más que el intercambio de un espacio por un precio (en la mayoría de las ocasiones compra hasta las voluntades), ¿qué no implicará un pacto como éste en que el anunciante ya no es sólo anunciante, sino que se convierte en un gran distribuidor de tu producto?

 

Este artículo no quiere ser publicitario, pero tampoco una crítica feroz contra Unidad Editorial, porque ésta de la que hablamos es una epidemia que no entiende de cabeceras. Lo que quiere plantear si esa próxima edad de oro del periodismo español nacerá con importantes lastres en su independencia, si estará cuajada de servidumbres, si consistirá en la renuncia a sus principios. Me inquieta pensar que el hallazgo del modelo de negocio que salve a las empresas periodísticas acabe con el periodismo porque suponga su puesta en venta. Y seguro que a un precio muy barato.

 

Así, también me preocupa el descuento con el que se vende Orbyt a través de la red comercial de Telefónica: ¿Qué margen le queda a Unidad Editorial?, ¿qué clase de periodismo se podrá hacer con tan parcos ingresos?

 

Aunque, a veces, sólo a veces, hay pequeños lugares a la esperanza. Y este post se titula “Independencia periodística: caso práctico” por algo. Unos días antes de que el director de El Mundo anunciara su nueva estrategia comercial, nos topamos con esta curiosa página en El País:

 

Creo que el ejemplo que he puesto es sólo una broma. Una tonta anécdota. Lo siento. Pero me hizo gracia que alguien que quería a Marc Rich y pagó una esquela en su memoria se encontrara con un obituario que se encarga de recordar algunas de sus miserias.

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