En Burkina Faso (BF), la Sanidad, como tantas y tantas cosas, tiene unos niveles acordes con la situación del país: por los suelos.
Y no sólo es una cuestión de sueldos de los profesionales de la sanidad, o una cuestión de pobreza y miseria económica y material, desgraciadamente es también consecuencia de una extrema miseria moral.
Estar clasificados entre los 6 países más pobres del mundo conlleva muchas cosas, entre otras que su asistencia sanitaria consiga más constataciones de defunciones que de curaciones.
Se supone que desde no hace demasiado tiempo en los centros públicos de asistencia sanitaria primaria, no hospitales, no hay que pagar por las consultas. Pero sí hay que pagar cualquier tipo de producto médico, farmacéutico que necesites para curarte.
En el caso de las maternidades los productos están subvencionados pero me han contado que muchas mujeres, que no pueden pagar, abandonan los centros o los hospitales huyendo con el bebé escondido en una bolsa o una cesta como si fuera comida u otros enseres personales, para que no las paren para pagar lo que deben.
Pero el verdadero problema, más que la falta de recursos, de medicinas, de instalaciones y equipos adecuados, amén de instalaciones limpias y aseadas (tendríais que ver el estado de esos centros y hospitales) es el nivel profesional del personal sanitario. Y no me refiero a las aptitudes y conocimientos, me refiro sobre todo a las actitudes.
Os he contado en otros posts cómo un amigo, que le llevé de visita al hospital de Ouahigouya, donde vivo, se dedicó a retirar, subrepticiamente, bolsas de suero colgadas con un aspecto que daba miedo verlas, de lo que podían llegar a infectar.
Los palos que hay atados a las camas es para colgar las bolsas de suero
O cómo en otra ocasión se negaron a vendernos en la farmacia del hospital el vial y el suero que teníamos que poner a una empleada, desmayada, de la Biblioteca OLVIDO, porque el responsable de la caja se había ido a comer (de 12 a 15 horas) y aunque tenían los productos en el almacén no aceptaban que les dejara todo el dinero que me pidieran para poder atender a esa persona, no se fuera a morir.
O cómo a un niño que conocía, Etienne, se murió en urgencias, por un ataque de asma, porque sus padres tardaron en llegar y no pudieron comprar un pulverizador para pararle el ataque (y por supuesto sin pagar no se le da nada).
O cómo durante una huelga de personal sanitario el enfermero de servicios mínimos se negó a desplazarse desde su casa hasta el centro de salud a atender a una mujer embarazada con problemas.
La consecuencia fue que tanto la mujer como el niño fallecieron.
La declaración del Gobierno contra el enfermero
El Gobierno licenció (despidió) al enfermero, cosa que aplaudí a rabiar cuando leí la noticia en los periódicos, pero el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud Humana y Animal (se llama así, lo juro) se puso en huelga porque consideraban que el derecho de huelga es sagrado y esa razón, no atender a un paciente en peligro de muerte, no era motivo de despido.
Después de varios días sin servicios sanitarios en todo el país el Gobierno se la tuvo que tragar doblada y readmitir al asesino.
Así que lo que se dice ética profesional dentro de los trabajadores de la salud humana y animal no se puede decir que brille por su presencia o que tengan ningún tipo de formación sobre derechos del enfermo o derechos humanos en general, por ejemplo el derecho a la vida.
La declaración del Sindicato (¿mafia?) contra la ‘ilegalidad’ de despedir a un trabajador por tan poca cosa: dos muertes
Ahora empiezan a verse en los periódicos campañas de sensibilización y seminarios entre los trabajadores de la sanidad sobre el trato a dispensar a los enfermos y la buena disposición que debe haber hacia ellos.
Seminarios y formaciones por los que cobran por asistir, por supuesto. Si no no iría nadie. Porque interesarles, lo más mínimo.
Hace un poco más de dos semanas, cuando se acabó el follón por la revuelta popular, golpe de estado, fuimos a Ouagadougou para unas gestiones (compra de alimentos, para casa y libros para la Biblioteca OLVIDO) y nos llamó la familia de mi mujer para contarnos que su hermana pequeña acaba de dar a luz.
¡Genial!, porque podríamos ir a verla y felicitarles y nos ahorrábamos 400 kilómetros y un día de trabajo perdido.
Fuimos al centro de salud y en la habitación, compartida con otras 2 madres, estaban Marietou y Samuel, su niño.
Todos contentos, fotos y felicitaciones y nos cuenta Marietou los problemas que ha tenido para dar a luz.
Asséto con Samuel en brazos, antes de escayolarle
Ella no se encontraba bien o pensaba que ya había llegado el momento y pedía a las sage femme (matronas) que la atendieran.
Estas la rechazaban y le decían que se calmara, que tenía que esperar, y sin mirarla siquiera la cogieron entre dos de ellas y la pusieron a andar por el pasillo.
Pues aunque cueste creerlo el niño ‘se cayó’ al suelo y rodó varios metros con el cordón umbilical roto.
Consecuencias: le han escayolado al niño, durante unos días, las dos piernas.
Marietou y Samuel parece que están bien y ya le han quitado las escayolas.
Esperaremos a ver qué pasa.
El pobrecito Samuel, con sus escayolas. Al menos está vivo
Otra de las mujeres de la habitación también se quejaba del trato recibido por las sage femmes y su desprecio por sus quejas y peticiones de ayuda.
Ese mismo día nos fuimos a ver a Fausia, la mujer de mi mejor amigo en BF, Moumounni, aunque ahora está en España trabajando para intentar consolidar su permiso de residencia, con lo que tardará casi un año en poder volver a BF y conocer a su hijo, Aziz.
Pues nos cuenta Fausia una historia parecida en relación al trato recibido por parte de las enfermeras y, casualidades del vecindario, en el mismo centro de salud que la hermana de Asséto.
Asséto con Aziz, en brazos y Fausia
A la vuelta a Ouahigouya nos encontramos con peores noticias.
Dénise, una de las empleadas de Atención al Público en la Biblioteca OLVIDO y que estaba de baja porque iba a dar a luz, y todo parecía ir bien y sin problemas, ha perdido a su niño en el parto.
Ha sido en el Hospital Regional, un centro nuevo, más o menos bien equipado, aunque ya todo muy deteriorado después de 2 años de funcionamiento.
Aquí el concepto mantenimiento no se conoce, salvo cuando algo deja de funcionar, y entonces tienen que reunirse 2 condiciones, al menos, para que se entretenga: que sea imprescindible y que haya dinero para ello.
Hay una tercera condición, que alguien se encargue, que se pidan presupuestos, que se den, que se decida, que se pongan a hacerlo, qué sé yo…
Y si son aparatos sofisticados y tiene que venir un técnico de Ouaga, entonces ya es más complicado, como que te coincida el color de la cinta aislante, que decían en El Milagro de P.Tinto.
Fuimos a ver a Dénise a casa y a intentar consolarla, ella estaba muy ilusionada, habría sido su segundo hijo y era el motivo de muchas bromas entre los compañeros de la Biblioteca.
Todavía no se ha reincorporado al trabajo, le convendrá hacerlo para olvidarse cuanto antes.
Y dos días después nos cuenta el vigilante de casa que la mujer de Rasmané, el hombre que viene cada 2 días un rato para limpiar la piscina que tengo (no me quejo de cómo vivo), ha perdido a su hijo en el parto.
Misma historia, mismo hospital, mismos ¿profesionales?
No sé a vosotros pero a mí me parecen demasiadas casualidades.
Prácticamente en una semana y de personas que me son muy próximas, dos incidentes en el parto y dos muertes.
Por ahora no conozco, así de directo, a nadie que esté en estado de buena esperanza, que en BF se convierte demasiadas veces en mala desesperanza.
Asséto quería presentar denuncias, pero todas las interesadas lo han rechazado, incluida su hermana, licenciada en Literatura (no es una aldeana). Todas tienen miedo.
Al final Asséto le propuso a su hermana ponerle en contacto con un equipo de Canal3 TV, donde ella trabajaba para que hicieran un reportaje de denuncia de los hechos, pensando en lo que se puede evitar a otros futuros pacientes y bebés, pero Marietou ha puesto como condición que no se la vea ni aparezca su nombre. Tiene miedo a las represalias.
Esto es lo que hay en BF, o mejor dicho lo que no hay.
Cuando fuimos a consolar a Rasmané y su mujer y llevarles un montón de comida (como hicimos con Dénise) porque en el caso de muerte de bebés no está bien visto dejar sobres con dinero, como es obligación en el caso de muerte de niños y adultos, nos decía Rasmané, resignado: c’est la vie.
En Burkina Faso c’est la mort.
GALERÍA DE RETRATOS DE LA BIBLIOTECA OLVIDO