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Acordeón¿Qué hacer?Perplejidades de un guineoecuatoriano sobre las agonías políticas españolas

Perplejidades de un guineoecuatoriano sobre las agonías políticas españolas

En el año 2016, más concretamente el 16 de mayo, fronterad publicó una reflexión que entonces hice sobre el crispado clima político que había en España. El artículo se tituló Votar y equivocarse, visión de España desde Guinea Ecuatorial. En aquel artículo decía: “me cansa un debate en el que nadie reconoce, ni por poco, que el adversario puede tener alguna mínima razón en algo o que puede haber hecho algo bien durante el tiempo en que hubiera gobernado (PP, PSOE). Me cansa el lenguaje que se utiliza en el intercambio con el adversario político: me cansa que la descalificación personal y el insulto sean la forma ya habitual de responder al adversario político. Yo le he enseñado a mis hijos que decirle a alguien que miente (en un debate o en una conversación que no en un careo) es insultarle”.

Hasta entonces yo tenía el hábito de seguir las informaciones sociopolíticas de España viendo los telediarios y otros programas casi todos los días y quedándome hasta las tantas de la noche a esperar y seguir algún debate. Lo hacemos muchos guineanos que tienen interés por el curso sociopolítico de un país que es nuestra referencia en Europa. Una persona como yo, que he estado en la dirección de un partido político de Guinea Ecuatorial, Convergencia Para la Democracia Social (CPDS), y que he vivido ocho años en España, seguía dichos debates e informaciones para aprender. Pero el ambiente sociopolítico instalado en el momento en que escribí dicho artículo hizo que dejara de seguir las informaciones sobre la actualidad política de España. Cosa que evidentemente no le importa a nadie, pero lo hice para no exponerme a no aprender de dichas informaciones y debates; y también lo hice para evitarme el riesgo de dejarme influir por ese tipo de comportamiento.

Pero seguir, sí sigo la actualidad política española, haciendo zaping en internet, leyendo algún artículo que otro. Más de siete años después percibo que la situación y el clima de controversia sociopolítica en España no es que no haya mejorado, sino que parece que ha ido empeorando y es cada vez más bronco. Y sobre eso, quisiera hacer y compartir algunas reflexiones sobre lo que dicen y hacen unos y lo que contradicen y contrahacen los otros.

En mi zaping me he encontrado con el artículo El socialismo tradicional abandona a Sánchez y le deja sólo con su pacto en ESdiario. El desarrollo del artículo describe la postura y actividades del llamado Colectivo Fernando de los Ríos, de socialistas tradicionales, que disienten de la línea de actuación de Pedro Sánchez, secretario general del partido y presidente del Gobierno de España. El artículo es del 11 de noviembre de 2023. El texto incluye un tuit del 1 de junio, es decir antes de las elecciones del 23 de julio de este año. El tuit es del perfil de Leyre Iglesias Velasco y dice:

Cándido Méndez pide al PSOE que no persevere en la fracasada estrategia de confrontación y “pide construir consensos básicos para España”

Nicolás Redondo asegura que ayer su partido inició una época discursiva parecida a la de los años 30. (Colectivo Fernando de los Ríos)

Estrategia de confrontación; construir consensos básicos; época discursiva parecida a la de los años 30. Son las expresiones del tuir en torno a las que voy a intentar construir mis reflexiones.

Pero antes de reflexionar sobre estas expresiones quisiera comentar un par de cosas sobre el tuit. Una es la firma: Colectivo Fernando de los Ríos. Tengo mis dudas de lo constructivo (consensual) que puede resultar que un grupo de militantes, dirigentes (o ex de ambas cosas) de un partido (PSOE), por más tradicionales que sean, utilicen el nombre de un dirigente histórico del mismo (Fernando de los Ríos) para designarse en un colectivo que disiente de las actuaciones y la línea política de la actual dirección. Desde mi punto de vista es la misma actitud de los que se apropian de una bandera o toda la nación o nacionalidad (España, Cataluña) para enarbolarlas contra los que no tienen el mismo concepto de dichas entidades.

La otra observación que quisiera hacer es que me llama muchísimo la atención que medios como el ABC, El Mundo, ESdiario, Okdiario, El Español, sean hoy los altavoces preferidos de antiguos dirigentes o ex dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, éstos a los que no hace demasiado tiempo trataron de forma similar a como lo hacen ahora con Sánchez. Pues en El País del 17 de febrero de 1998 hay un titular que reza: Anson: “Para terminar con González se rozó la estabilidad del Estado. En el primer párrafo se leía: “‘Había que terminar con Felipe González, ésa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro…, pero era la única forma de sacarlo de ahí’, afirma Luis María Ansón, ex director del periódico Abc y actual presidente de Televisa-España, en la entrevista concedida a la revista semanal Tiempo y publicada ayer”.

Leyendo toda la entrevista se ve que Ansón habla del momento en que empieza a crearse la crispación que estamos comentando. Y cuando se observa los medios y las personas que los dirigen se ve claramente que muchas de las personas que Ansón divulgó que se reunían con él para el “acoso y derribo” de Felipe González son las mismas que dirigen algunos de los medios que alimentan la tensión sociopolítica actual contra Pedro Sánchez. Y es normal: lo hicieron con Felipe González, con José Luis Rodríguez Zapatero y lo hacen ahora con Pedro Sánchez. Lo que a mí me descoloca es que algunos de los que ayer sufrieron el acoso y derribo por parte de aquellos estén encontrando más acomodo en los medios que ayer les acosaban, precisamente para hacer lo mismo contra el que hoy (y siendo del mismo partido) lo sufre. Se puede decir que son momentos y causas diferentes, pero otros pueden ver sólo diferentes excusas (ayer los GAL y episodios de corrupción del PSOE, hoy el indulto y la amnistía) para revestir el mismo trasfondo de subir el listón de la crítica… sin importar que se pueda rozar la estabilidad del propio Estado.

Hechas estas observaciones paso a reflexionar sobre los contenidos del tuit. El tuit alude a los años 30, es decir los años en los que la inestabilidad institucional en España llevó a la proclamación de la Segunda República. La inestabilidad continuaría durante casi toda la duración de ese régimen hasta abocarse a la Guerra Civil. Después vinieron los casi 40 años del gobierno de Franco, antes de la restauración de la monarquía y el restablecimiento de un régimen democrático parlamentario en España.

Cuando se evoca las situaciones de una dramática historia reciente de España será que alguien teme que la historia se repita. De esta referencia a una posible repetición de la historia, y teniendo en cuenta el dicho de que el pueblo que no conoce su historia tiende a repetir sus errores, se puede deducir que, llegados a este punto, la referencia que se hace es un reconocimiento implícito del desconocimiento de la historia o de la incapacidad de haber aprendido suficientemente de ella. Estamos, pues ante el hombre es el animal que tropieza con la misma piedra dos veces. Sería porque o se ha olvidado dónde estaba la piedra, o no identificó suficientemente el lugar donde estaba la piedra o se ha distraído al pasar por el mismo sitio.

Y para no tropezar sería bueno identificar la piedra y el lugar donde pueda estar; y tratándose de una piedra que puede mutar (como son las circunstancias de una sociedad) identificar las diferentes caras que puede presentar la piedra. Está bien señalar el peligro. Pero está mucho mejor intentar identificar ya no la época discursiva, sino las causas y los orígenes de las tensiones, los polvos que originaron aquellos lodos, para dispersarlos, de suerte que no vuelvan a originar otros lodos que acaben por hundirnos en el fango. Hubiera estado bien que, en lugar de este debate bronco, sobresalieran más las voces de quienes son capaces de aportar reflexiones serenas, que intenten identificar los orígenes, las causas y los motivos de los discursos de aquella época.

Lamento que mi nulo conocimiento de la historia no me permita poder aportar una reflexión documentada que pueda insinuar los orígenes, las causas y los motivos de aquellos momentos, para ver cómo se podría evitar hoy las consecuencias similares a las de aquella época discursiva. Pero mi desconocimiento de la historia lo voy a suplir con el cambio de paradigma que planteó mi amigo, Antonio Mikó Abogo. Éste propuso una hipótesis que encuentro muy acertada y me permite hacer observaciones y reflexiones sobre el tema que nos ocupa, y quizás aportar mi punto de vista sobre lo que pudieron ser los orígenes, las causas y los motivos de los discursos de aquella época. Antonio Mikó Abogo publicó en siguiente post en Facebook (se refería al tema de Guinea, pero lo considero aplicable a esta situación):

“A menudo somos demasiado obedientes con las normas epistemológicas; por ejemplo, comprender el presente a través del conocimiento del pasado (la historia). Si probamos invertir los términos veremos que el entendimiento será mayor, desde luego mucho más dinámico y representado: comprender el pasado (la historia) a través del conocimiento del presente”.

Otra de las dificultades para aprender de la Historia es que la gran mayoría de las gentes no conocen los detalles (todas las circunstancias que rodean a la piedra) que dan lugar a una interpretación y a otra. Al respecto, en un seminario en el que uno exponía sobre los datos que había recogido acerca de los ritos de los fang le pregunté si tenía en cuenta que los que le proporcionaban información podían adaptarla a lo que pensaban que el peticionario de información quería oír. Me respondió que lo tenía en cuenta. Pero lo fundamental e irrefutable es la constatación de que tal hecho sucedió, es decir, los trazos gruesos de cualquier situación. Y lo que nos puede permitir el cambio de paradigma es que hoy sí que podemos ver algunos detalles que nos permitan comprender las causas de aquellos trazos gruesos y en consecuencia poder extraer lecciones.

En este caso de la historia, y más concretamente la dramática historia de España del tercer decenio del siglo pasado, el trazo grueso es que hubo una Guerra Civil. La primera deducción que podemos hacer es que se llega a la Guerra Civil porque fracasaron todos los mecanismos institucionales para resolver de forma pacífica las tensiones sociales. Es decir que no se pudieron alcanzar los consensos básicos (que menciona el tuit) entre los diferentes responsables de las institucionales. Esta falta de entendimiento de los responsables de las instituciones, y, contemplando cómo están pasando las cosas actualmente, pudo deberse a que los temas se abordaron con unas dosis de sentimientos especialmente inapropiada, lo que dificultaba el tratamiento de los asuntos con la necesaria distancia para hacer factible su resolución.

Este tema de las emociones es, a mi parecer, fundamental en el caso que nos ocupa. Sentirse vasco, sentirse español, sentirse catalán, sentirse fang, sentirlo de manera excluyente o sentirlo de forma incluyente. Uno pude sentirse cualquier cosa según su nacimiento y el medio en el que se desenvuelve, pero la intensidad de sentirlo se enseña y se aprende y depende de los mitos que se crean y se fabrican sobre aquello que se siente (como dice el jurista Juan Aranzadi, y estoy de acuerdo con él). Pero no parece que resulte fácil obligar a que alguien sienta una cosa u otra con la intensidad que a otros les parezca En la reseña biográfica de Alfonso Armada como director de fronterad.com, dice: “aunque es de Vigo (Galicia-España), le gustaría ser portugués”.

Y Juan Aranzadi, a pesar de sus quizás más de ocho apellidos vascos asegura: “con tan euskaldún genealogía y tanta hidalguía en vena, hasta a mí mismo me extraña que no consiga descubrir entre mis emociones el más leve sentimiento abertzale y que no llegue a oír, por más atención que ponga, ni el más tenue eco de esas voces ancestrales que tanto turban a mi amigo Juaristi”[1]. Fue una respuesta a su amigo Jon Juaristi y a otros que dudan de su raíz euskaldún, simplemente porque no consideran que lo sienta con una intensidad que se quiere imponer a todo el mundo.

Una primera conclusión que se puede sacar, pues, es que, se llegó a tal situación (Guerra Civil) por la falta de consensos básicos en la sociedad española de entonces. Y el más básico de todos, tener una idea de país mayormente compartida. Al terminar la guerra e instaurarse el gobierno de Franco la sociedad española se desenvolvió durante 36 años con una idea de España no compartida y excluyente. Y, posiblemente, la superación de este tipo de situaciones se realiza si los ganadores actúan con generosidad. Pero en España no hubo tal generosidad: represaliados, exiliados y el intento de hacer que todo el mundo sintiera España de la forma que lo sentía Franco y su bando.

Con esta situación sociopolítica se llega a la transición, la restauración de la democracia en España, con la Constitución de 1978. Las necesidades del momento, o más fundamentalmente las diferentes maneras de sentir España y las instituciones que la debían regir, aconsejaron que, a la hora de su elaboración (y de la transición) se hiciera como que se quisiera esquivar algunos temas (y casi que se establecieran unos tabúes) y se introdujera unos conceptos, que a lo mejor se entendía que con el tiempo podrían ser superados. Juan Aranzadi en El escudo de Arquíloco apunta uno de estos temas no resueltos:

  “… aunque izquierda y derecha, rupturistas y reformistas, concuerde durante la transición en ese supuesto tácito de un nuevo comienzo, entendido como una separación no sólo respecto al franquismo sino también respecto a la Republica que le precedió (en definitiva, respecto a la Guerra Civil), ese sobreentendido no supone en modo alguno un consenso en la interpretación histórica y en la valoración política de la Segunda República y de la sublevación militar que dio origen a la Guerra Civil. Supone más bien un silencio respecto a todo aquello que pueda hacer peligrar el consenso. Que se produjera el acuerdo tácito de olvidar la guerra civil para evitar que se produjera algo parecido no quiere decir en modo alguno que se produjera un consenso interpretativo, una progresiva confluencia en la interpretación política y ética de lo que ocurrió, que fuera más allá de la simpleza de que ocurrió algo que no debe volver a ocurrir.

Y ese consenso sigue sin existir: el 14 de septiembre de 1999, la derecha española (el Partido Popular) rechazó suscribir en el parlamento una propuesta de todos los demás partidos sobre ayudas a los exiliados españoles republicanos, porque en ella se calificaba el 18 de julio como lo que fue, un golpe militar…”[2]

Parece que la evocación o el intento de abordar (o simplemente de intentar dar una solución más duradera) algunos de los temas no suficientemente bien resueltos en la transición es lo que algunos llamarían estrategia de confrontación. Y, sin embargo, no sólo son temas como uno de los que ha señalado Juan Aranzadi (ayudas a exiliados republicanos) que, si hubiera el necesario espíritu de generosidad, no debería producir estridencias, sino que se puede encontrar otros temas importantes en los que la falta de consenso sólo se entiende desde una falta de generosidad de muchos de los que siguen con una idea de sentir la España heredada de los 36 años a que nos hemos referido.

A modo de ejemplo, me voy a referir a dos temas: la educación y el tratamiento del terrorismo.

Creo que tener un sistema educativo con un amplio consenso de la sociedad es importante para un país que quiera construir de forma duradera su convivencia democrática. Y tanto más para España, donde, después de una guerra civil hubo 36 años en los que se estuvo inculcando, a través de la educación (y de otras instituciones), la visión de España de los ganadores de la guerra. Y quizás el de la educación era uno de los consensos básicos a los que se debía haber llegado en la transición. Pero no se hizo; y resulta que España ha tenido un sistema educativo tras cada cambio de gobierno. En el año 2010 se estuvo a punto de firmar un pacto por la educación que el entonces ministro de Educación del gobierno de Zapatero, Ángel Gabilondo (actual defensor del Pueblo) había negociado con los partidos políticos, la comunidad educativa y otros colectivos interesados. Pero el PP se negó a firmarlo porque ya tenía expectativas de ganar las elecciones del año siguiente, y hacer su propia ley de educación.

Otro de los temas que era necesario y que precisaba, como el que más, de un consenso básico y sacarlo del debate partidista, era el terrorismo. Buscando en Google Pacto Antiterrorista me encontré con un artículo de Wikipedia que dice: “En 2000, y después de varios atentados por parte de la organización terrorista vasca ETA, el secretario general del PSOEJosé Luis Rodríguez Zapatero propuso el «Pacto de las Libertades y contra el Terrorismo». Al principio, algunos dirigentes del PP, como Mariano Rajoy, se opusieron a la oferta de Zapatero, pero el acuerdo se firmó finalmente en diciembre de 2000”. En el pacto se establecía no usar el tema del terrorismo como arma de confrontación política entre los partidos. Diez años después de la disolución de ETA, y en las confrontaciones electorales recientes, todo el mundo sabe quién ha utilizado de forma electoralista el tema del terrorismo y aspectos relacionados con el mismo.

En ambos casos quizás haya letra pequeña, que una y otra parte hayan interpretado de diferente manera, lo que hubiera podido llevar a desavenencias que pueden leerse como incumplimientos. Pero el trazo grueso señala claramente qué parte ha evitado o roto un consenso.

Y así llegamos al clima político que se vive en España ahora, cuya tensión ha subido por el acuerdo alcanzado por el PSOE y Junts para la investidura de Pedro Sánchez. Estos acuerdos y la reacción que suscitan son el actual y último episodio de las tensas relaciones que mantiene España con una de sus regiones, Cataluña. Y parece ser un tema que ha condicionado el discurrir de la política española desde hace mucho tiempo.

Como indicador de la influencia de la tensión España-Cataluña en la vida política española, la historia señala, quizás, como uno de los episodios que denotan dicha tensión previa a la guerra civil la proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal Española.

Pero como, por el desconocimiento de la historia a que me he referido, no puedo saber lo que pasó entonces, vamos a ver cómo se ha tratado el tema en la restauración de la democracia en España, con la Constitución de 1978. El artículo 2 de la Constitución española dice: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Aquí se introduce el término nacionalidad y se da un significado a dicha palabra que la tiene sólo en la Constitución Española de 1978. De hecho, la edición del Diccionario de la RAE de 1984, en la entrada nacionalidad tiene sólo dos acepciones:

1. f. Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación.
2. f. Der. Vínculo jurídico de una persona con un Estado, que le atribuye la condición de ciudadano de ese Estado en función del lugar en que ha nacido, de la nacionalidad de sus padres o del hecho de habérsele concedido la naturalización.

Y es en ediciones posteriores cuando recoge una tercera acepción:

3. f.Esp. Comunidad autónoma a la que, en su Estatuto, se le reconoce una especial identidad histórica y cultural.

Se puede entender que se forzó el significado de una palabra[3], para intentar neutralizar el sentimiento que tienen muchos catalanes de que son una nación. Pero se ve que no ha funcionado. Y no ha funcionado porque en lugar de intentar ir superando los tabúes y abordando los temas con serenidad se han emprendido actuaciones que producen más enconamiento, como el tema de la reforma del Estatut catalán de 2006.

La organización territorial del Estado español que surgió de la transición dotó a las comunidades autónomas de estatutos provisionales primero y estatutos de autonomía definitivos, después. Pero con el correr de los tiempos, y para adaptarse supuestamente a las nuevas necesidades, las comunidades autónomas fueron reformando sus estatutos. Y, siendo Pasqual Maragall president de la Generalitat y José Luis Rodríguez Zapatero presidente del gobierno de España, se negoció una reforma del Estatut para Cataluña. El Partido Popular recurrió dicho Estatut al Tribunal Constitucional, y el fallo del tribunal, declarando inconstitucionales varios de sus preceptos, desvirtuó el Estatut a los ojos de muchos catalanistas. Pero quizás lo que más pudo contribuir a enconar las posturas fue la recogida de firmas por el Partido Popular y por toda España, en contra de dicho Estatut, una actuación que han lamentado algunos dirigentes populares posteriormente. Sobre los que estaban a favor y en contra de dicho Estatut y de la postura del PP se escribieron ríos de tinta como ayer sobre los indultos y hoy sobre la amnistía. Los unos y los otros esgrimieron y esgrimen razones que consideran bien fundadas y documentadas; pero, todos tienen dosis de sentimentalismo que dificulta la escucha, tan necesaria para llegar a consensos. Y según este artículo que encontré se hizo todo lo contrario. Es una columna Luis R. Aizpeolea del 5 de julio de 2007 en el periódico El País, titulado El PP recurre 30 artículos del Estatuto catalán que aprueba con el mismo texto en el andaluz. En él se señala que se recurren unos artículos de un estatuto de autonomía (el Estatut catalán) por inconstitucionales, pero sin embargo no es comprensible que se consideren constitucionales artículos similares de otro estatuto de autonomía (el andaluz). Mi ignorancia de los entresijos de las leyes y de la historia no me permite ir al detalle. Pero, enunciado así, no cabe duda de que esta postura no puede más que establecer agravios y contribuir a enconar las posturas.

Lo siguiente ya se conoce: el procès, con su referéndum, la aplicación del artículo 155, el proceso judicial contra los organizadores del referéndum, la cárcel de algunos independistas encausados y el exilio de otros.

Cuando esta tensión estaba en un punto muy alto se produce el cambio de gobierno: Pedro Sánchez gana una moción de censura contra Rajoy. Y empieza a tomar decisiones para intentar distender el ambiente y el clima sociopolíticos. Pero las decisiones que toma se topan con los intereses de los dos nacionalismos, el español y al catalán. Una de dichas decisiones fue indultar a responsables del procès que estaban entonces en la cárcel. Y se armó la de Cristo.

Sobre este tema me encontré con un artículo de Ángel Tristán Pimienta, titulado Aznar, entre guiñol y farsa, publicado en Huffpost el 21 de junio de 2012. El artículo es uno de los muchos que se escribieron entonces a cuenta de los indultos a los autores del procès, como ahora se hace con la amnistía. En el artículo, Tristán Pimienta, aparte de describir un papel de la oposición que comparto[4], dice algo que me parece muy interesante y es lo siguiente:

“El problema catalán tiene más lados que un icosaedro. Hay un hecho que a mí me parece importante en el camino hacia la desvertebración de España, vertebrada ahora mismo principalmente por Inditex: cuando el presidente Aznar rompió el consenso parlamentario sobre el modelo de Fuerzas Armadas, mitad profesionales, mitad reclutas voluntarios, con un tiempo de unos seis meses de servicio, para implantar el 100×100 profesional. Cierto era que otras naciones europeas lo tenían, pero cierto era también y lo sigue siendo, que esas otras naciones no tenían ni tienen el embrollado conflicto territorial que tiene España.

Pujol consiguió lo que quería: encapsular a los jóvenes catalanes en Cataluña, meterlos en una sólida burbuja de mentiras y victimismos que ya estaba diseñando, aislarlos para un lavado de cerebro colectivo que con el título de ‘La estrategia de la recatalanización’ se publicó en El Periódico el 28 de octubre de 1990. Evitar a toda costa que los soldados catalanes pudieran comprobar, en sus destinos en otras regiones, y no solo en las duchas sino en los cerebros y en el trato, que todos los ombligos son redondos”.

En estos dos hechos a los que me acabo de referir puede entenderse que se actúa con dos varas de medir: se denuncia como inconstitucionales artículos del Estatut catalán similares a los que se considera constitucionales en el estatuto de Andalucía; se puede negociar con los nacionalistas y hacerles cesiones importantes, pero cuando otro lo hace se pone el grito en el cielo. Estas dos varas de medir, y las consecuencias de las cesiones hechas, pueden haber contribuido a la creación del clima crispado que estamos comentando.

Además de las dos varas de medir, los motivos y razones que se esgrimen para crispar pueden parecer un tanto artificiosas; al respecto voy a comentar algunas de las cosas que se dicen:

Una es sobre la preocupación por la posible ruptura de España. Muchos responsables políticos españoles llevan expresando esta preocupación desde hace mucho tiempo. Pero las denuncias han crecido estos días por el acuerdo del PSOE y Junts para reinvestir a Pedro Sánchez como presidente de Gobierno. Cuando hacen tales denuncias, dicen que los que quieren romper España son una minoría. Además, alardean de la fortaleza de España. Mi pregunta es: ¿cómo una minoría, a la que se dice débil (y que por lo que se ve no tiene mucho poder fáctico) puede romper una entidad tan fuerte como es España? Para mí, es realmente contradictorio que los que creen en la fortaleza de España y de sus instituciones, sean los que temen su ruptura por una débil minoría.

La otra cuestión es sobre el líder de Junts, Carles Puigdemont, que es uno de los centros de atención en estos días. Los que denuncian que Sánchez y Puigdemont se han confabulado para romper España, le llaman delincuente a éste. Sin entrar a valorar nada, se me ocurre hacer la siguiente reflexión: España es un país democrático miembro de la Unión Europea. Y Puigdemont, después de los hechos del procès, se fue de España y se estableció en Bélgica, otro país democrático miembro de la Unión Europea. Hay una orden europea de detención contra Puigdemont. Y ha sido detenido alguna vez, con la intención de cumplir dicha orden. Pero todos los intentos de la justicia española por hacer extraditar a Puigdemont desde Bélgica no han surtido efecto. Y a mí no me cabe en la cabeza que un delincuente X, por más Puigdemont que fuera, no pueda ser extraditado de un país de la UE donde está exiliado, Bélgica, a otro país de la UE que lo reclama, España. El hecho de que no se le extradite debería hacer reflexionar a los que reclaman su extradición y asumir que si desde Bélgica no le extraditan es porque no tienen el mismo criterio sobre los hechos de los que se le acusa. Y realmente es lo que debe dar que pensar y reflexionar.

Y hablando de Puigdemont, me gustaría comentar un par de cosas. Puigdemont reclama la república catalana. Pero está exiliado en Bélgica, un país monárquico, porque ahí encuentra más protección de sus derechos que en cualquier otra república europea. Deduzco que la plenitud de una democracia y el respeto de los derechos sociales, políticos y todos los demás derechos humanos puede darse igual en una república que en una monarquía. Y sobre la monarquía, comentar de refilón que no perece que la derecha española sea muy monárquica. Aunque Franco dejó allanado el camino para el restablecimiento de la monarquía, un monárquico no habría mantenido en el exilio al rey y a la monarquía durante 36 años.

Siguiendo con los comentarios de las cosas que se dicen, en El Independiente del 2 de noviembre de 2023 hay un titular que dice: ‘María Guardiola: “¿En qué beneficia la amnistía a un ganadero de Zafra o a un Agricultor de Talayuela?”’. Desde mi punto de vista, la pregunta que se hace la presidenta del Partido Popular en Extremadura, para justificar poner en contra de la amnistía al ganadero de Zafra o al agricultor de Talayuela debería ser: ¿En qué perjudica la amnistía a un ganadero de Zafra o a un agricultor de Talayuela? Pues, realmente y desde mi modesto punto de vista, sería más razonable movilizar al ganadero de Zafra y al agricultor de Talayuela por lo que les perjudica.

A parte de lo artificiosas que puedan parecer las razones que se esgrimen, a determinados ojos, lo que tampoco dice mucho a favor de los que se oponen al acuerdo (o simplemente se oponen a Sánchez = derrotar el sanchismo fue antes de la amnistía), es el uso fácil del insulto y de hipérboles como que es el fin de la democracia o que España es una dictadura. Las personas que dicen que España es una dictadura demuestran muy poca empatía con los millones de personas que en el mundo vivimos bajo dictaduras. Desgraciadamente parece que la sociedad española ya se está acostumbrando al insulto en el debate político, sin que el grupo que más insulta sufra por ello mucho castigo electoral (lo mismo ocurre con la corrupción, que no pasa factura electoral). Cierto es que muchos argumentan sus dudas sobre la legalidad de la amnistía. Pero, cuando no ofrecen alternativas apaciguadoras, sólo contribuyen a echar más leña al fuego. Pues cuando se constata un problema, su gravedad y se tiene la voluntad de solucionarlo, caben interpretaciones flexibles de las leyes. Se puede decir que la Ley de Reforma Política de Suárez no fue otra cosa que una interpretación flexible de las Leyes Fundamentales del Movimiento.[5]

Volviendo a la mención “mi partido inició una época discursiva parecida a la de los años 30”, puede parecer que el que la evoca atribuye la responsabilidad de la creación del clima de crispación a otro; en este caso, a la actual dirección del PSOE. En cambio, si se observa sin mucha carga sentimental, mirando los hechos que hayan podido contribuir a crear o aumentar la tensión y otros aspectos como determinados bloqueos institucionales y cosas como el insultómetro (aparato para medir los insultos que se profieren en los debates), no creo que sea justo atribuir el origen de la crispación ni al actual presidente del Gobierno de España ni al principal partido que lo sostiene, el PSOE[6]. Pero sí que es posible que la mayoría de la gente, si analiza fríamente, pueda concluir que la tensión que hay actualmente en la sociedad española la crean y la sostienen los nacionalismos[7], catalán y español. Y éstos se retroalimentan: los unos manteniendo una idea de sentir España sin concesiones, y los otros con su idea de Cataluña, también, sin concesiones.

Evocar el clima de la preguerra civil es serio y creo que a una situación como aquélla no se llega con fallos de un solo lado, sino que todos cometen errores: evidentemente los que tensan de un lado y otro, y los que tratan de calmar. Así como es un error evocar dicho clima como arma arrojadiza o como amenaza. Y creo sinceramente que los errores de los que tensan la situación no pueden soslayarse ni ponerse en la misma balanza de los errores de los que la quieren destensar.

Así, los análisis deberían ponderarse en el sentido de, si no realizar una autocrítica, al menos manifestarse con más dosis de prudencia, de todas las partes implicadas. Quiero terminar insistiendo en una cosa que parece obvia, pero que es posible que la gente no tenga suficientemente en cuenta. Que en una situación de degradación social (y que pueda llevar a una guerra civil) todos pierden, absolutamente todos. Los nacionalistas periféricos y los que quieren distender la situación no deben perder de vista que los nacionalistas centralistas podrían estar inclinados a rozar la estabilidad del Estado’. Posiblemente todos crean que el roce no iría a comprometer la estabilidad, porque unos pueden creer que sostienen suficientemente bien el mango de la sartén y los otros pueden creer todo lo contrario. Pero la realidad es que, con el envalentonamiento que unos y otros incitan a sus seguidores, no es imposible que la sartén se desequilibre y que no solo pueda quemar a todos, sino que también pueda perder todo su contenido.

 

Notas:

[1] Juan Aranzadi: El escudo de Arquíloco, A. Machado Libros. Madrid 2001. Tomo I, página 50.
[2] Juan Aranzadi: El escudo de Arquíloco,  A. Machado Libros. Madrid 2001. Tomo I, páginas 541, 542.
[3] Uno dice mi nación es España, o mi región es Andalucía. Pero no sé si alguien dice mi nacionalidad es Galicia o Cataluña, que es lo que implicaría la acepción 3 en el uso corriente de la lengua.
[4] Por su propia esencia la oposición tiene, además, que ser constructiva y no sólo escachadora. Tiene que ofrecer alternativas en todas las cuestiones en que se suscite el debate. No basta con el no; hay que explicar no sólo su porqué sino el para qué.
[5] Cuando llegué a España en el año 1977, encontré algunas de las pintadas ponía Suárez perjuro. Y parece que son los mismos grupos que ahora llaman a Sánchez traidor.
[6] Puede parecer que soy condescendiente en este tema con la actual dirección del PSOE. La percepción es cierta. Yo no me veo imparcial: soy militante de Convergencia Para la Democracia Social (CPDS), partido hermano del PSOE. No obstante, he procurado señalar aspectos que, si se analizan sin mucha carga emocional, puedan hacer que otros lleguen a tener las mismas percepciones que yo.
[7] Tenía la idea de que Alfonso Guerra manifestó su aversión al nacionalismo por haber provocado el mayor drama de Europa (Segunda Guerra Mundial). Y me he ido a Google y he introducido Alfonso Guerra contra el nacionalismo. Y me salen muchas entadas. Pero casi todas que he visto se refiere sobre todo a los nacionalismos domésticos españoles, más concretamente el vasco y el catalán. Pero no sé si habla también del nacionalismo español (sólo he visto los titulares de las entradas), que es el equiparable al que provocó la Segunda Guerra Mundial y que, por cierto, gobernó España durante 36 años: parece que esos 36 años y tratándose del nacionalismo español, no han sido para nada.

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