Llego tarde, pero traigo la justificación. Anoche todo falló a la hora de conectarme a internet y en Saint Laurent du Maroní, donde me encuentro no hay muchas opciones cuando la técnica falla. Los cibercafés de los chinos, recurso infalible en cualquier rincón de la Guayana Francesa, tampoco me salvaron esta vez porque aquí, como ¿Dios? manda, todo cierra en domingo.
Y ha sido desde esta colonia francesa, la última que queda en Suramérica aunque la ONU no la haya incluido en su lista de 16 territorios no autónomos del planeta (son muchos más, por desgracia), desde donde he observado con perplejidad esta mitad de agosto acelerada en el mundo: ya no se respeta ni el verano, no hay tregua en esta montaña rusa que es el mundo en crisis (y no me refiero a la económica, ni a la de valores que tanto quita el sueño al rey de España -otra rareza anacrónica como esta colonia-). Les aseguro que caminando esta otramérica paradójica me ha parecido de lo más exótico lo de Europa. Las televisiones fascinadas con el asalto a Trípoli: un malo menos y unos supuestos buenos controlables a los que aplaudir con las orejas después de haberlos financiado a pesar de sus dudosas credenciales. Francia y Alemania, ejerciendo de las potencias que son y pasándose por el forro al resto de la Unión Europea (¡Ya casi todos somos Pigs!) se sacan de la chistera algo parecido a la Tasa Tobin, aunque no creo que le den el crédito a ATTAC ni a la sociedad civil que lleva pidiendo un impuesto al dinero de mentira desde hace décadas, antes de la crisis real que ha provocado el mercado ficticio. En España, unos reyes no elegidos por nadie reciben en nombre «del pueblo español» a un señor elegido por Dios para gestionar el negocio de la iglesia en la tierra. Eso parece lógico porque entre instituciones no democráticas se entienden. Lo que es más difícil de explicar es por qué un presidente elegido por la mayoría «del pueblo de España», el languideciente Zapatero, sale del Palacio de la Moncloa, que es el que pagamos todos, para irse corriendo a la Nunciatura a discutir la crisis económica con el señor de blanco que reune a multitudes para decirles que ni se les ocurra practicar el deporte de la fe sin estar federados… Mientras, las protestas por el gasto público en este megaconcierto privado han servido para que nuestros policías puedan liberar el estrés y dar un par de hostias bien dadas (como debe ser).
Y luego dicen que Otramérica es bananera… olalalala
La visita a Guayana Francesa ha sido enriquecedora (lectura inversa). Nunca había pisado una colonia contemporánea y la verdad es que impresiona. Gendarmes rubios, blancos y grandototes que controlan a estos «cimarrones perezosos» para que no molesten a los franceses que trabajan acá para que nuestros cohetes Ariane y los Soyuz 2 de los rusos puedan ir a las estrellas a un módico precio que por estos lares ni se huele. Nada más, no hay nada más. Bueno sí, excepto unos resistentes que siguen exigiendo la independencia, una mezcla cultural bastante desbordante y un país deshabitado porque la «metropol» no le interesa que se habite más allá de lo que ella decida.
Me voy a Surinam a ver si me enfadan otras cosas y para comprobar si, al menos, lo que no funcione sea culpa de ellos mismos.
Perplejo desde el sur: la Europa bananera
Otramérica
el blog de Paco Gómez Nadal