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Mientras tantoPhelps, Michael Phelps

Phelps, Michael Phelps


 

«Como, duermo y nado, es lo que único que hago»

Michael Phelps


Han pasado diez años desde que, en el Campeonato Mundial de Natación de Barcelona 2003, un más que joven Michael Phelps –acababa de cumplir 18 años- ganase cuatro medallas de oro, dos de plata y registrase cinco récords mundiales, en el que fue su primer gran mundial y a raíz del cual comenzó a formarse la historia de uno de los deportistas más brillantes de todos los tiempos.

 

Con ese estreno, no era difícil presagiar que 10 años más tarde y por caprichos del destino (en un primer momento el Mundial de Natación iba a celebrarse en Dubái, pero finalmente optó el emirato por renunciar a la celebración de los mismos alegando motivos económicos), la misma ciudad que le dio sus primeros triunfos, le recibiese como lo que ya en sus inicios estaba predestinado a ser. Phelps, quién visitó Barcelona para asistir como espectador a los mundiales y realizar una serie de actos promocionales y que anunció su retirada tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012, es últimamente noticia por los rumores que apuntan a su vuelta en Río 2016. Él, ni confirma ni desmiente.

 

A pesar de que Phelps alegase que el motivo principal de su retirada era el cansancio acumulado tras tantos años dedicado en exclusiva a la alta competición (entre los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Pekín 2008, el nadador estuvo entrenando los 365 días de cada año durante los cuatro años que hay entre unos y otros juegos), no sería justo basar esta retirada únicamente en una decisión personal, o por lo menos negar que esta decisión no estuvo influenciada por las derrotas que llegaron tras Pekín 2008 y que poco a poco le fueron poniendo los pies en la tierra (después de años en remojo). Ya no sólo a Phelps, sino su entrenador, patrocinadores y fans del “tiburón de Baltimore”, que creían que el mejor nadador de la historia respiraba a través de branquias y no de pulmones.

 

Fue en los mundiales de Roma del 2009 cuando Phelps, todavía con una tortícolis psicológica por haberse colgado en el cuello 8 medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín, fue derrotado por un hasta entonces desconocido nadador alemán, Paul Biedermann, que le arrebató el oro en los 200 metros libres. Cuando ni siquiera Phelps había subido al podio a recoger esa medalla de plata, oveja negra entre tanto oro, los medios de comunicación americanos ya achacaban la victoria del alemán al bañador Arena de última generación forrado de poliuretano que utilizó en la competición.

 

Olvidaron los patriotas americanos que cuando señalas con un dedo los otros tres apuntan hacia ti.

 

La segunda piel

 

En febrero de 2008, cinco meses antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín, los mismos medios que un año después criticarían el uso del bañador de poliuretano que le arrebató un oro al nadador estrella americano, anunciaban a bombo y platillo la presentación del bañador que Phelps –quien ya se perfilaba como la futura sensación de los juegos tras haber ganado 7 medallas de oro en el mundial de natación de Melbourne 2007- usaría en la capital china.

 

El bañador, confeccionado por la marca Speedo junto a la mismísima Agencia Espacial Estadounidense (NASA) estaba fabricado con un tejido que reducía la resistencia al agua un 10% y mejoraba un 5% la toma de aire de los nadadores. Además, reducía la fricción del cuerpo del atleta, ya que repelía el agua, mejorando la adaptabilidad y la agilidad del nadador en la piscina. El traje de baño, que fue bautizado como LZR Racer, se presentaba como el más veloz del mundo y ayudaría, como ya presagiaban todos, a que el joven Phelps ya no sólo igualase, si no superase el récord de 7 medallas que hasta entonces sustentaba su compatriota Mark Spitz, conseguidas en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972.

 

En ese momento fueron pocas, muy pocas, las personas que vieron en esto una situación de desigualdad frente a los demás nadadores que competirían contra Phelps y su “bañador tecnológico” y muchas, muchísimas, las que quedamos completamente admiradas ante la muestra de poderío, fuerza, agilidad y rapidez de la que daba muestras ese portento americano. Una vida entera dedicada a la natación a la cual no podemos ni debemos quitarle ni un ápice de mérito, pero paralelo al uso de un bañador de élite, sólo al alcance de los mejores.

 

Al igual que ocurre en tantos otras deportes, la diferencia entre un deportista y otro es cuestión de milésimas, como mucho (muchísimo) de segundos. Y es aquí cuando entran en la competición factores externos, marcados por intereses monetarios, que generan competiciones alternativas extra-oficiales en algunos casos, y oficiales en otros –en la Fórmula 1, la repartición de puntos se eleva a dos categorías, una para el piloto y otra para la escudería-.

 

Sin embargo, en el mundo de la natación, la pugna entre las marcas es algo nuevo, potenciado precisamente por la creación del famoso bañador LZR Racer de Phelps. A partir del 2008, la industria textil de bañadores comenzó a investigar con los últimos avances tecnológicos y un año después, Biedermann se hacía con el oro en los 200 metros libres del mundial de Roma sacándole un segundo y medio de ventaja a Phelps. En esta disciplina, y con el uso de su bañador Arena, el nadador alemán recortó en 4 segundos su propia marca.

 

Los Mundiales de Roma de ese año registraron 15 récords del mundo en tan sólo tres días. Siete fueron de Arena, y ninguno fue de Phelps.

 

La principal tecnología que incorporaban estos bañadores era que estos eran completamente impermeables, con lo que conseguían ganar un segundo cada cien metros. Phelps, que hasta esa final había competido con su “anticuado” LZR Racer se mostró muy molesto con el uso de estos bañadores. Cuando finalizó la competición, el americano declaró sentirse “harto” sobre toda la polémica con los bañadores, y confesó que para él aquello hacia que se perdiese la esencia de la verdadera natación.

 

Ante esta carrera textil tecnológica, que se tradujo en 152 récords establecidos en tan solo 20 meses (desde febrero de 2008 hasta julio de 2009) y que muchos consideraron un “dopaje tecnologico” la Federación Internacional de Natación (FINA) aprobó el mismo mes de la celebración de los mundiales de Roma una normativa que ponía fin a los bañadores de poliuretano con la obligación de que, a partir de 2010, todos los trajes deberian estar confeccionados de material textil. Además, los patrones volvían a ser los mismos que los marcados en los años 90: los hombres no podrian superar la cintura por arriba ni las rodillas por abajo y las mujeres no podrían cubrir el cuello ni los brazos.

 

Con esta nueva medida, Phelps se mostró satisfecho, aún cuando ni siquiera iba a poder competir con su Speedo Lazer, ya que a pesar de no contar con los avances de los bañadores Arena, el suyo también era considerado un “súper bañador” tecnológico.

 

Sin embargo, tres años más tarde, Speedo presentaba una vez más la que iba a ser la equipación de Phelps en los Juegos de Londres: el Fastskin 3 Racing System de Speedo. Esta tecnología consistía en un sistema para bañadores creada por Aqualab, el centro de investigación y desarrollo interno de Speedo. El conjunto deportivo, formado por bañador, gorro y gafas, fue diseñado con un software de simulación y permitía reducir la resistencia pasiva del cuerpo hasta en un 16,6% y mejorar la gestión del oxígeno hasta un 11%.

 

A pesar de que el bañador cumplía con las nuevas normas establecidas por la FINA, Phelps, olvidando (o queriendo olvidar) la polémica de los años pasados, afirmó sentirse “como un torpedo” con esta nueva, y tecnológica, equipación.

 

Es posible que, anunciada ya su retirada una vez que finalizasen los Juegos de Londres, Phelps acudiese a estos con el único objetivo de convertirse en el deportista olímpico con más medallas de la historia (algo que conseguiría con un mínimo de dos medallas) y quizás también a sabiendas de que lo mejor de su carrera ya había llegado y todo lo que fuese a venir después no podría superar la proeza de Pekín, a Londres 2012 llegó con un ánimo de pre-retirada y mucho menos preparado física y mentalmente, lo que hizo que se le escapasen varias victorias. A pesar de esto, en la capital inglesa sumó un total de 6 medallas olímpicas.

 

Al igual que ocurrió con la llegada de Fernando Alonso a la Formula 1 y el cada vez mejor rendimiento competitivo de escuderías como la de Renault, que arrebataron el puesto al hasta entonces todopoderoso Schumacher, los Juegos Olímpicos de Londres –sumado a todos los acontecimientos vividos en el mundo de la natación desde el 2008- supusieron la coexistencia protagonista de distintos nadadores en múltiples pruebas. A pesar de que no nos habíamos cansado ni de Phelps ni de sus victorias, ya que lo emocionante acabó siendo no ver quién ganaba, sino ver cómo ganaba, no deja de ser bueno para el deporte que no sea siempre el mismo el que pueda optar a la victoria. Sin embargo, Phelps demostró que era el mejor nadador de la historia y que, salvando el componente tecnológico de los bañadores, conseguía mejores registros de los que se consiguen ahora. Antonio Rivas, entrenador de natación y triatlón, publicó el año pasado un articulo en el periódico La Voz de Galicia en el que defendía al nadador olímpico más grande de todos los tiempos ante la colectiva desilusión que generó para muchos espectadores no ver a Phelps ganándolo todo. Rivas veía “sencillamente imposible” conseguir dominar una vez más todas las disciplinas en las que Phelps participó en Pekín, alegando que ya no sólo la forma física del nadador, sino también su mentalidad competitiva, ya no era la misma.

 

Son hitos históricos que ocurren una vez cada mucho tiempo, fruto de una concatenación de situaciones que se dan para aquellas personas que están destinadas a convertirse en estrellas. Michael Phelps nació para convertirse en el nadador más brillante de todos los tiempos, y se entrenó día y noche para que esta realidad no se quedase en un simple sueño.

 

Ante los acontecimientos actuales cabe reflexionar sobre cómo la tecnología, la medicina y el dinero han contaminado multitud de deportes en los que se pierde la esencia del deporte en sí. Sería precioso ver a todos los nadadores desnudos compitiendo piel con piel en una igualdad exacta. Ver a los ciclistas subiendo puertos y montañas sin la mínima duda de dopaje en su interior. Pilotos corriendo con los mismos coches, y equipos de fútbol que no ganasen 8 a 0 por jugar en un equipo que aúna a los mejores futbolistas del mundo por el simple hecho de poder comprarlos.

 

Pero como ocurre con tantas otras cosas, las esperanzas más justas y éticas, fruto de reflexiones sumamente fáciles (políticos que no mientan, empresarios que no corrompan, medios que no manipulen) no son cosa del pasado, puede que ni del futuro y ni muchísimo menos del presente.

 

P.D.: No todo el monte es orégano. En los últimos mundiales de natación celebrados en las últimas semanas en Barcelona, la delegación española sumó 12 medallas, todas logradas por (súper) mujeres. 

 

Eme Uve Ele

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