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Pilar Altamira, arrojar luz sobre el siglo con la razón

Pilar Altamira

Hace días se nos fue Pilar Altamira. “Solo sabemos que se nos fue por una senda clara”, como dijo Antonio Machado a la muerte de don Francisco Giner de los Ríos. Su senda fue la honestidad, y una voluntad férrea para vencer las adversidades, pero siempre con sentimiento positivo, de alegría y esperanza. La casualidad quiso que fuese un 18, mismo día del aniversario del fallecimiento de don Francisco, aunque del mes anterior, enero.

El apellido Altamira pertenece a ese elenco de insignes institucionistas que oía pronunciar con frecuencia en casa desde mi infancia y acabó convirtiéndose en lectura forzosa de juventud universitaria. Rafael Altamira y Crevea, historiador y jurista, fue profesor como mi abuelo Pedro Jiménez Landi, en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), donde coincidieron dando clase, Altamira de Historia, Pedro de Matemáticas. Aunque el destino quiso que sus respectivos hijos no estudiaran juntos en ese Centro, mi padre, Antonio Jiménez-Landi Martínez, sí tuvo la ocasión de conocerlos cuando afrontó el reto de escribir la historia de su Escuela (ILE). Tuvieron que transcurrir algunos años más, hasta que las nietas de aquellos ilustres se encontraran. Aunque Pilar y yo habíamos coincidido, en un sinfín de actos y exposiciones, nuestra relación comenzaría en la Biblioteca Nacional, celebrando el centenario de Rafael Altamira (1987), se afianzó años más tarde, en la exposición del cincuentenario de su abuelo (2001), hasta por fin, entablar una amistad íntima y duradera.

Pilar Altamira García-Tapia nació en Riaza el 10 de agosto de 1939, pueblo segoviano en el que se venera a su abuelo materno, Antonio García Tapia, otorrinolaringólogo. Eligió El Campello, pueblo alicantino de su otro abuelo, el paterno, Rafael Altamira, para alcanzar la paz rodeada de sus seres más queridos: Francisco Ramos Escalada, con quien estuvo casada, y sus seis hijos (Luz, Javier, Nacho, Álvaro, Borja y Pilar).

Una faceta de su perfil humano respondía a alguien que creció en un ambiente familiar y cultural pleno de honestidad y amor a la verdad, interesado en formar seres humanos sensibles, antes que intelectuales cargados de información: el de la Institución Libre de Enseñanza (1876-1936). No en vano tomó como referente a su ilustre abuelo paterno, dedicando gran parte de su vida a rescatar del olvido su figura y su inmensa obra como hispanista y americanista de proyección internacional. Asumió la tutela del Legado Altamira, dentro y fuera de España, a raíz de la celebración del Congreso en Homenaje a Rafael Altamira en Alicante (1987), que comprendía la organización de Congresos, Seminarios, reedición de obras de Altamira y supervisión del Portal de Autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

“Aparte de la relación familiar, para mí Rafael Altamira ha sido siempre un referente ético, intelectual y moral. (…) Su implicación en todos los asuntos relacionados con la defensa de la paz, la verdad, la justicia y los derechos humanos, dentro y fuera de España, han hecho que en las encrucijadas de mi vida, me preguntara: ¿qué harías tú en esta situación?” [Pilar Altamira. Homenaje a Rafael Altamira y Crevea en el Ateneo de Madrid (2 y 3 de octubre de 2008)].

Pilar se vería también influida por una elección libre y personal por la Antroposofía de Rudolf Steiner, de la que se declaró seguidora y en la que se formó en varios lugares de España, Francia, Suiza y Alemania, siendo una de las pioneras en España. La Antroposofía marcaría su trayectoria vital y del conocimiento, fortaleciendo los grandes valores de un ser honesto, leal y trabajador. Su personalidad entera se volcaba en las acciones que emprendía, y éstas fueron muchas y constantes.

Escritora y bióloga, como le gustaba definirse, estudió en el Colegio de Madres Concepcionistas, y se licenció en ciencias biológicas por la Universidad Complutense de Madrid. Amplía su formación humanista en las artes (pintura, modelado, euritmia…) en especial el teatro y la literatura. Se graduó en Arte dramático, con diplomatura en Pedagogía Artística y Curativa (“La Branche/Clair-Val”, Epalingues, Suiza) y Coach en Biografía. Docente de Oratoria y Teoría Dramática, impartió clases sobre el Arte de la Palabra, Historia del teatro y Antroposofía en la Escuela de Teatro La Crisálida (Madrid). Colaboró en la Escuela Libre Micael (Las Rozas), y participó en el Curso para la Formación de Maestros Waldorf en la Escuela Waldorf de Villafranqueza (Alicante). Trabajó en la sección cultural de la Fundación Rudolf Steiner. Se estrenó como articulista en El Norte de Castilla (Segovia) y colaboró en otros periódicos y revistas. Llegó a finalista del Premio Lazarillo de Cuentos.

Junto a Machado nos hubiera dicho: “Hacedme un duelo de labores y esperanzas”, pues jamás se rindió ante grandes proyectos, unos promovidos por su ingenio y creatividad, otros relacionados con el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, donde ejercía como presidenta en la sección de Derechos Civiles Rafael Altamira. Entre los primeros cabe destacar la fundación del primer Instituto de Enseñanza Secundaria en su pueblo, Riaza, del que fue directora y profesora de Ciencias Naturales; y la creación y dirección con éxito del Grupo de Teatro y Marionetas Títeres TULA con representaciones en muchos centros culturales de Madrid y otras ciudades de España. Desde sus cargos en el Ateneo, fueron más de un centenar los actos organizados, cursos, ciclos de conferencias y presentaciones de libros. Entre los más relevantes el Homenaje a Rafael Altamira y Crevea. Ateneísta ilustre (Alicante 1866-México 1951).

Tampoco se achantaba ante retos imposibles, como fue intentar salvar del derribo el recinto histórico arquitectónico de la Institución Libre de Enseñanza. Nada ni nadie se le ponía por delante ante una causa justa, sobre todo cuando se trataba de salvaguardar y elevar el patrimonio cultural y científico español, patria de su abuelo Rafael, la patria de los institucionistas. Haciendo gala de la mala educación franquista, los gestores de la Fundación Francisco Giner de los Ríos [ILE], utilizaron la coacción y las alabanzas para doblegar su denuncia –y la nuestra, de Laura A. Giner de los Ríos, mía y de más de tres mil firmas de pedagogos, historiadores y docentescontra el derribo de Martínez Campos 14, aquí publicada. ¡Cuánta ignorancia encerraban en su propósito! Los ideales que forjaron la personalidad de Pilar son enemigos irreductibles del despotismo y la mendacidad, y partidarios fervientes de la democracia y la libertad, en quienes ciencia y conciencia marchan juntas y no por separado. Por ello, siendo fiel a sí misma, en el homenaje a su abuelo en el Ateneo, anunciaba:

“(…) en estos mismos momentos, en la ciudad de Madrid está ocurriendo un hecho lamentable como es el imperdonable derribo de los edificios históricos de la Institución Libre de Enseñanza, en la calle de Martínez Campos 14. Seguramente pocos de ustedes lo sabían, dado el forzado silencio que han mantenido los medios de difusión. En el extremo opuesto, hoy estamos aquí, en este hermoso Salón de Actos, donde sí se ha cuidado su restauración, celebrando un Homenaje a un ateneísta ilustre, yo diría también institucionista ilustre y estrecho colaborador de Giner de los Ríos. ¡Qué mayor paradoja!” (Actas del Homenaje a Rafael Altamira y Crevea. 2008, página 6)

“(…) les animo, a ustedes –dijo en otra ocasión–, y a todo el que vea amenazado su patrimonio, que no permanezcan impasibles. Sea cual sea el resultado definitivo, haber luchado por una causa justa frente al materialismo dominante, ya significa un triunfo”. (Charlas, artículos, cosas. 2008, página 204)

Siguiendo con su faceta reivindicativa, tampoco dudó en retirarse del acto oficial de recuerdo al profesor de la universidad de Oviedo, organizado por la Real Academia de la Historia, debido a la ausencia al acto de su presidente, Gonzalo Anes, así como a su falta en el compromiso de conceder el uso de la palabra a Pilar, como presidenta del Comité organizador del Año Internacional Rafael Altamira, en junio de 2011.

Gracias al gran esfuerzo y empuje de Pilar, se declaró 2011, Año Internacional Rafael Altamira bajo el patrocinio del Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación, la Dirección General del Libro, y la Universidad Complutense de Madrid. En él se pretendía reavivar la memoria del ilustre historiador del Derecho y mostrar a las futuras generaciones el alcance y la vigencia de su obra, a través de exposiciones; la reedición de sus principales obras; celebración de congresos organizados por varias universidades; la presentación del Portal Virtual Rafael Altamira; actos académicos en las Academias de las que fue miembro (Academia de Ciencias Morales y Políticas, Academia de la Historia y la Real de Jurisprudencia y Legislación), y ciclos de conferencias en centros culturales en Madrid y París. Presentó más de una docena de libros sobre y de su abuelo, entre ellos: Historia de la propiedad comunal. Tesis de Rafael Altamira y Crevea, por Gustavo H. Prado; y las reediciones de Mi viaje a América»en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo, o La huella de España en América, en Casa de América, Madrid.

A su iniciativa se debe la colocación de dos placas conmemorativas en las casas donde vivió don Rafael, tanto en Alicante, calle Cienfuegos 2, como en Madrid, Lagasca 105; la colocación de un busto de bronce de Altamira en los jardines de la Diputación de Alicante y la inauguración del Centro Cultural Rafael Altamira en el antiguo palacete de los jardines de la Quinta de la Fuente del Berro, en Madrid 2018. Quizá, en estos últimos años, Pilar pudo sentir cierta recompensa a tantos desvelos por alcanzar el reconocimiento debido a su querido abuelo, aunque con mayor o menor conocimiento por parte de algunos.

Fueron varias las ocasiones en la que Pilar quiso dejar constancia de la decisión tomada por su abuelo de no volver a España y el por qué tuvo que morir en el exilio, en México, el país que acogió a tantos españoles republicanos: “Mi abuelo, Rafael Altamira, le dejó claro a Franco que no volvería del exilio mientras un traidor a la República estuviese en el poder; y no volvió”. (Entrevista a Pilar Altamira, nieta de Rafael Altamira en Crónica Independiente, 29 julio 2016).

En cuanto a la obra publicada por Pilar, once libros de su pluma, despierta un gran interés por su implicación en lo que cuenta y en cómo lo cuenta, utilizando un lenguaje sencillo, verdadero y cercano, en el que ni manipula ni juzga, pero deja traslucir sus sentimientos y preferencias.

“Continente y contenido son igualmente importantes y, ambos, deberían ir encaminados a despertar la conciencia de los otros. (…) cada escritor, o conferenciante, antes de ponerse ‘manos a la obra’, ha invertido horas de reflexión acerca de lo que quiere decir, y ha puesto conciencia en averiguar cómo lo va a hacer, para llegar a lo más profundo del lector”. (Charlas, artículos, cosas (2008). Prólogo, página 7)

Diríamos que su obra gira en torno a tres ámbitos característicos de su personalidad: el de su entorno familiar, recuerdos de niñez y valores; los relatos creados por su imaginación; y las experiencias vividas en sus viajes y en el terreno de su formación. Entre los primeros, Relatos de Tierra Adentro (1998), recoge diez narraciones de recuerdos de su niñez y de ámbito rural; y Brevísimos (2015) reúne reflexiones breves sobre historias de su tierra segoviana.

“Pilar Altamira tiene la habilidad de saber dar forma escrita en versión mínima –cosa nada fácil– a esos sentimientos, a esas impresiones que, como flashes producidos por la reflexión instantánea, nos asaltan la mente cuando somos testigos de algún hecho insólito o de algo que es normal, pero que nos da que pensar (…) Sus pensamientos se nos presentan en Brevísimos como un auténtico despliegue de observaciones, cargadas de ironía y de fino humor, que acaban conformando una especie de filosofía práctica para sobrevivir en esta vida, explorando la vía de acercar la reflexión a la vida y a la realidad que nos rodea”. (Juan Martos, en la contracubierta de Brevísimos y otras historias, 2015)

Las dos biografías dedicadas a sus respectivos abuelos son producto de la investigación realizada en el archivo familiar: El entorno de Rafael Altamira (2016-2017) y Antonio García Tapia. El científico y el hombre (2011). En Diálogos con Rafael Altamira (2009) Pilar establece un diálogo con su abuelo penetrando en el terreno de los valores, a raíz de los pensamientos y reflexiones de verdades eternas (derechos humanos, justicia, libertad) publicadas por don Rafael en su libro Máximas y Reflexiones (1919), donde ella encuentra las respuestas. 

“(…) mi libro de cabecera, se llama Máximas y reflexiones. En él me encuentro con sus pensamientos más íntimos y puedo palpar sus inquietudes más profundas. Y de él bebo, medito sobre sus reflexiones acerca del arte, de la amistad, del pesimismo, de la bondad. Y aprendo de él, de su vida y de su ejemplo. Estos Diálogos son el resultado de ese proceso”. (Diálogos con Rafael Altamira, 2009, página 8).

A pesar de que Pilar no llegó a conocer a don Rafael, resulta enternecedor el profundo vínculo que estableció con su abuelo, a través de sus más íntimas reflexiones.

Al terreno de la imaginación pertenece su primera novela, Bola de plata (2002) y Doce cuentos soñados (2008), para niños adultos.

En tercer lugar, las experiencias vividas en sus viajes, los recoge en forma de relatos en Cruzando fronteras (2017), sobre los lugares visitados más interesantes a Cuba, México, Estados Unidos, Rusia, Egipto, India, Nepal, o Chipre. Charlas, artículos, cosas (2008), publica trabajos periodísticos (en El Norte de Castilla, Información, La Ilustración Asturiana…), varias conferencias, y cosas, donde se engloba charlas en talleres, presentaciones de libros, y ponencias en Congresos (Universidad de verano de El Escorial y ‘Otros exilios’, Vélez-Málaga). Todos de temática variada, fueron escritos entre 1992 y 2008.

Palabras al viento. Un estudio de la palabra como depositaria del espíritu humano es de gran interés. En este libro se pregunta de qué sirve la palabra si no se entiende el alma. El ensayo recoge varias conferencias pronunciadas por la autora en diferentes foros sobre personajes históricos de su predilección que, lejos de quedar “al viento”, dejaron profunda huella en la cultura universal y en la personalidad de Pilar. No es casualidad que entre sus elegidos se encuentren: Hipatia de Alejandría, J. W. Goethe, Washington Irving, León Tolstoi, Francisco Giner de los Ríos, Oscar Wilde, Rafael Altamira y Mahatma Gandhi. 

“La Palabra es algo grande.

Amo la Palabra y disfruto practicando el Habla. La oportunidad de hacerlo me ha llevado durante años a buscar hechos y personajes que hayan aportado luz y conocimiento a la humanidad. Seleccioné los que, a mi juicio, son más interesantes, analizando su ejemplo he aprendido de ellos, he intentado recoger su legado y he hablado sobre ellos públicamente en múltiples ocasiones y en varios foros.

Esos personajes, de alto rango espiritual, merecen ser recordados. Sus ‘palabras al viento’ recorrieron el espacio defendiendo la verdad, la libertad y los derechos humanos, haya sido en el siglo IV a. C o en los siglos XVIII, XIX o XX. Todos ellos, dentro de personalidades bien diferenciadas, presentan características comunes. (…) La mayoría, por dar su testimonio han sufrido persecución, prisión o exilio, sin albergar jamás en su interior el más mínimo sentimiento de odio o deseos de venganza. Ahora, creo llegado el momento de recoger aquí, en este cálido lecho de papel, algunas de esas conferencias para vencer al olvido”. (Palabras al viento. Preámbulo. Edit. Rudolf Steiner. Madrid 2017, página 7).

“Con la conferencia sobre Goethe científico ya preparada, me sumergí en la lectura de El curso de mi vida, memorias de Rudolf Steiner que generaron en mí una profunda reflexión (…) la lectura de este libro en el que Rudolf Steiner va contando el desarrollo de su vida, su pensar y su sentir, en paralelo a su temprano encuentro (…) y consecuente relación con Goethe y su concepción del mundo, me hizo entender, como bióloga y como antropósofa, la postura de Goethe ante la naturaleza y las Ciencias naturales, y qué era lo que Rudolf Steiner había encontrado en Goethe y en esas ideas goetheanas que tanto marcaron su camino”. (Palabras al viento. Edit. Rudolf Steiner. Madrid 2017, página 44).

Pero si hay algún libro que destacar por encima de otros, es su estupendo ensayo sobre La Palabra olvidada, edición corregida y aumentada en 2020. El libro recoge la investigación personal de Pilar y su experiencia como docente de formación dramática y oratoria. En él, analiza la evolución de la Palabra desde la Antigua Grecia hasta nuestros días.

“Hoy se habla tan mal en muchos sitios porque posiblemente no hemos aprendido a escuchar al otro.

Porque no se deja terminar al otro, porque no le estás escuchando. Es como si no interesara nada lo que el otro está diciendo. Parece como si cada uno quisiera soltar su speech y nada más. En las clases de la Escuela siempre empezábamos el primer trimestre con la escucha, aprendiendo a escuchar. (…) entra dentro de la disciplina del teatro, donde tienes que aprender a escuchar con todo el cuerpo, no solo con los oídos; porque ahí te entra la percepción, tienes que saber el mundo de atrás (…), un mundo que desconocemos y que tenemos muy olvidado y “atrás” ocurren muchas cosas. (…). Eso es importantísimo, y una vez que tienes esa base ya puedes empezar a trabajar con la palabra hablada.

El habla no es una máquina de reproducir sonidos pues las palabras son los arquetipos de todo lo que existe (…). Es lo que diferencia al hombre del resto de seres vivos, que emiten otros sonidos pero no hablan”. (Entrevista a Pilar Altamira, nieta de Rafael Altamira en Crónica Independiente, 29 de julio de 2016.

“(…) me conformaría con despertar en ustedes la conciencia de la palabra, lograr que asuman la importancia que tiene ocuparse de ese elemento vivo que nos constituye, unidad interna entre lo material y lo inmaterial, entre los procesos internos y externos, entre mi YO y el mundo que me rodea, a vivenciar el hombre en equilibrio entre Cielos y Tierra”. (Charlas, artículos, cosas, 2008. Prólogo, página 7)

“Sin embargo, ocurre que una cosa es hablar y, otra, tener conciencia de la Palabra. Esa tarea ha de comenzar por la práctica de la escucha” (La palabra olvidada, página 15).

Pilar Altamira tuvo plena conciencia de la Palabra, un trato afable y siempre la palabra justa y acertada, llena de fina ironía.

Nos deja además el trabajo silencioso y comprometido de sus memorias, inéditas, y el ejemplo de haber sido una mujer íntegra, que supo hacer honor al apellido que llevaba. A los amigos también nos queda la fuerza vital, espiritual y física que transmitía, imposible de olvidar, que viajará por siempre con nosotros, ahora, en el recuerdo.

Gracias Pilar. ¡Es un privilegio haberte conocido! Seguiré compartiendo contigo mi camino.

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