En estos momentos de multiplicidad de sensaciones y sentimientos por las convulsiones físicas y anímicas que nos han tocado vivir, frutos de una convulsión planetaria en todos los niveles, conviene no olvidar las esencias vitales que sostienen la geografía humana de los países que todavía no han alcanzado la ansiada libertad. Uno de ellos es Guinea Ecuatorial.
La independencia bajo una entidad política común de los territorios subsaharianos que tenía España impidió durante largo tiempo que se pudiera discutir si dicha entidad común no impedía la expresión de los sentimientos nativos de alguno de los pueblos que pasaron a formar parte de la misma, pues fue una emancipación que ocurrió con una normalidad solamente aparente. Y es que el transcurrir del tiempo demostró larga y dolorosamente que el dictamen político de la metrópoli sobre la unidad territorial de Guinea había sido una equivocación. O sin planificación.
La expresión de la diversidad étnica no puede ser silenciada o manipulada por un único grupo nacional, como hasta ahora ha ocurrido en Guinea Ecuatorial. La Historia tiene que reconocer que hasta que ocurrieran los hechos de la colonización guineana, los diversos pueblos que hoy la conforman no eran vecinos ni se relacionaban. Los avatares históricos han demostrado que los pueblos no se avienen a la convivencia pacífica por la imposición, sino mediante transacciones emocionales positivas. Pero en Guinea no se han dado las mismas para que los bubis, los fang, los annoboneses, los ndowés y los bujebas, a los que se suman los criollos, puedan decir que las relaciones impuestas han sido a satisfacción de todos.
Sería muestra de una cerrazón pueril creer que se puede discutir el asunto de Guinea sin indagar en las causas profundas de la satisfacción de los grupos étnicos que la conforman. Por esto, en estos tiempos de profundos deseos, sería importante asentar la idea de que la estabilidad sentimental de Guinea, cuando la ocasión sea propicia para una discusión común, pasa por reconocer y discutir las diferentes sensaciones, positivas y negativas, expresadas por los hombres y mujeres de todas las etnias en lo que supone la convivencia común. No hacerlo sería una manera también pueril de buscar atajos a la Historia.