A principios de esta semana conocíamos la noticia. Funcionarios de inteligencia norteamericanos filtraban a varios periódicos que Hezbollah había capturado hace unos meses a 12 espías de la CIA en un Pizza Hut del centro de Beirut en el que solían quedar a menudo para conspirar y traducir los papeles robados.
Fuentes anónimas reconocían que la CIA utilizaba cada viernes como clave la palabra “Pizza”, para indicar a todos sus agentes que debían reunirse en el mismo establecimiento e ir solicitando la promoción 2×1 de los fines de semana. Ante la repetición continuada de los mensajes, la Unidad de Contraespionaje de Hezbollah se presentó en el Pizza Hut sin avisar y detuvo a las 15 personas que cenaban allí en ese momento. 12 resultaron ser espías de la CIA.
La embajada de Estados Unidos en Líbano ya ha emitido una queja ante la ONU y teme que sus ciudadanos sean sometidos a tortura o ejecutados. Por su parte, Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah, ha comunicado en rueda de prensa que los derechos de los prisioneros serán escrupulosamente respetados pero que no piensan darles ni un “puto” cacho de pizza. “¡Qué coman hummus!”, concluyó el líder chií desbordado por las llamadas procedentes de Irán.
El escándalo levantado por las detenciones ha traído consigo uno mayor y es que la cadena Pizza Hut ha interpuesto una demanda millonaria contra la CIA por marcharse de uno de sus locales sin pagar 12 pizzas a medio consumir, 37 coca-colas, y 89 palitos de mozarella. Hussein El-Hajj, que trabajaba esa noche en el establecimiento, ha declarado a los medios que nadie sospechó nunca de los tipos que acudían todos los viernes con un montón de pasaportes falsos e informes fotocopiados. “Se fueron con unos señores encapuchados y se dejaron unos llaveros que decían “I´m a CIA agent”-dice el muchacho risueño- “Esperemos que pasen a buscarlos”.