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Planes para el sabático en Guinea Ecuatorial

 

Acá  en Malabo hemos votado, votaron todos los guineanos. Votamos que hubimos votado, el que cuece acá el bacalao democrático leyó lo que quiso y como resultado de la lectura salió que ganó  con mayoría abrumadora, entre ellos dicen “aplastante”, el mandamás invicto de esta república Su Excelencia Obiang Nguema Mbasogo. Como la oposición no existía, y la que existe no tiene trazas de ganar, y eso por lo que hemos comentado en entregas anteriores, la única oposición existente, que ya hemos dicho que no existe, y no es oxímoron, tiene que hacer un plan para lograr estos objetivos durante los 7 años del mandato del ganador.

 

Las tremendas desilusiones llevadas por una amplio sector de la población guineana no pueden paralizar las propuestas para que de una vez por todas, y dentro de este presente siglo, antes de que se sequen los pozos de petróleo o que los científicos encuentren un sucedáneo válido, esta Guinea pueda merecer el título de mejor, apelativo impuesto por una gente que de esa manera pretendía que el mundo olvidara las fechorías cometidas por ella durante el mandato de Francisco Masié Nguema Biyogo durante los once años de su mandato.

 

Antes de agotar su apenas inaugurado mandato, las fuerzas sociales y políticas de Guinea deben hacer propuestas fiables para erradicar o minimizar las lacras tangibles que impiden el avance de Guinea y catalogarla, como lo quiere el presidente, como un país emergente. (Un  país puede ser emergente en cualquier área de la realidad)

 

Será siempre una asignatura pendiente el tremendo nepotismo existente en las relaciones políticas y laborales de Guinea Ecuatorial. La mención de la palabra siempre generará suspicacias y recelos entre los poderosos, porque siempre entenderán entre ellos que la familia es sagrada y no se la puede desatender, sacrificando con ello los sagrados valores de la africanidad. Muy ligado a ello, pero de una importancia mayor,  y por ello de efectos más adversos, es la tremenda polarización del poder guineano, hecho que se traduce en la confiscación del mismo por individuos de la etnia mayoritaria fang, en detrimento de las otras etnias, a las que descaradamente se margina. Pese a la evidencia pública de este hecho, ciertos sectores de la oposición guineana, la inexistente, introduce elementos atenuantes en esta apreciación, aclarando que la confiscación se produce, pero por la ínfima minoría esangui, el clan al que pertenecía el primer presidente Macías, con quien se instauró tan nefasta práctica.

 

Pero las reticencias de este sector de la oposición no se sostienen, pues la manera de acallarlas es la aportación del hecho de que las minorías marginadas, formadas por individuos de la etnia bubi, ndowé, annobonesa, no son un clan de la etnia fang, sino grupos étnicos diferentes al de la mayoría. No se puede afear el monopolio del poder por parte del clan de Macías, el mismo al que pertenece Obiang, y mostrar reticencia ante las reclamaciones de los individuos de las demás etnias por el abrumador predominio de individuos de la etnia fang en los puestos dirigentes del país, pues el grupo étnico bubi no es un clan de la mayoría étnica fang, por ejemplo.

 

Expuesta esta verdad irrebatible, urge a los guineanos, en estos siete años, proponer soluciones para corregir este hecho, y poner las bases para, de una vez por todas, “hacer país”.  Atentos a todas las propuestas, la primera piedra para edificar los cimientos patrios es la institución de un mecanismo fiable de acceso a los cargos y empleos públicos, para que los mismos dejen de ser un instrumento en manos de los poderosos para comprar voluntades o pagar lealtades. ¿Es posible crear en Guinea una institución autónoma que se encargue de la selección de los empleados públicos, de cualquier nivel, y de las empresas con participación del Estado? ¿No es cierto que, a tenor de las corrientes prácticas, dicho control del personal se deba extender a las empresas privadas, entre las que se incluyen las multinacionales extranjeras de renombre?

 

A nuestro juicio, la existencia de un organismo seleccionador es no solamente una de las vías para la erradicación del nepotismo, sino también para la potenciación de la educación y de la valoración de los esfuerzos intelectuales de los guineanos, pues, abortada la posibilidad de la elección “digital”, los guineanos no tendrían otro acceso al mercado laboral  y profesional que sus propios méritos. Esta es la manera de evitar que la Administración, el Ejército y otros focos de poder estén en manos de incompetentes. La potenciación de la educación arriba mencionada se haría con la evaluación continua del nivel de formación de los elegidos. De esta manera, se abortará igualmente los casos de corrupción académica que se dan en el seno de las instituciones educativas de toda la Guinea Ecuatorial

 

El robustecimiento de las instituciones educativas será la vía para fomentar en toda Guinea un aborrecimiento paulatino de la corrupción, pues no es realista pensar en su erradicación por iniciativas gubernamentales, toda vez que dicha práctica constituye el modus operandi por el que se extienden las prácticas arribas denostadas. No es realista, por ejemplo, esperar que sin la introducción de algunos de los mecanismos aludidos los gobernantes de Guinea abandonen por su cuenta las prácticas de corrupción arriba mencionadas, pues sería una manera voluntaria y deliberada de minar su poder, hecho del que, por nuestra parte, no parece haber indicios de darse.

 

De los acontecimientos que juzgamos imprescindibles para encauzar los asuntos guineos a unos niveles aceptables, hay un asunto en que solamente puede influir el actual poder establecido: la impunidad, y es que son los poderes constituidos los encargados de castigar o penalizar las conductas que constituyen una desviación del camino trazado. La ausencia de acciones punitivas contra las violaciones de la ley crea un potente efecto aleccionador en la población, que cataloga como normales ciertas conductas sociales execrables per se. La sistemática presión de la oposición ante los casos de violaciones de la ley por parte de los gobernantes y asociados debe constituir en norma ciudadana, que añadida a otras formas de exigencias cívicas, y con el apoyo de las otras medidas arribas sugeridas contribuiría a una normalización de las estructuras políticas de este país para ser catalogables a las de los países emergentes.

 

Precisamente llegado aquí, nos urge reconocer el caudal de idealismo que impregna nuestras afirmaciones y propuestas, pues siendo las prácticas aludidas arriba los pilares del poder guineano, se nos antoja imposible su erradicación. Pero la constatación de esta realidad es la claudicación definitiva, lo que implicaría dejar los asuntos guineanos a su estado actual. Nadie va a cambiar en Guinea. ¿Esto es lo deseable? Es la pregunta que haríamos a los que nos tildarían de ilusos.

 

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