Betty Hofstadt Draper me dijo: cuando no tienes ningún poder, debes retrasar las cosas. Repetía lo que expresó en el verano de 1963. Por alguna razón llegamos en nuestra conversación al tema del paso del tiempo. Como es obvio, teníamos puntos de vista distintos. Betty insistía en que quienes nacimos después que ella tendemos a exagerar nuestra excepcionalidad. Y me explicó: cuando yo era joven, ya existía aquello que ustedes presumen ahora, por ejemplo, televisoras, transistores, ordenadores, satélites en torno de la Tierra, telefonía móvil, es decir, radioteléfonos, robots, etcétera, claro está, todo eso ha mejorado bastante desde entonces, pero en esencia, lo que hay en el fondo, la idea de las máquinas en la vida doméstica y los mandos a distancia, ya estaban allá. Y las canciones y los cuadros musicales y las imágenes vívidas y el arte conceptual y el rock y el jazz y el resto de sus derivaciones. Me quedé pensativo al oírla.
Y aprovechó para continuar: el que vive antes, tiene la ventaja respecto de los que vienen después. Ellos vivirán en un mundo de sombras que repiten lo que ya vivieron otros. No me mires con expresión de sorpresa, acotó: basta que reflexiones un instante sobre las cosas sencillas. Piensa en el primer beso, claro, quizás para ti que eres hombre las cosas se te dan de otro modo. Por lo mismo, detente a pensar un minuto en esto que como mujer te digo: después del primer beso todos los demás besos serán una sombra de aquél.
Le respondí: no necesito ser un Einstein para entender lo que me quieres decir. Y, de entrada, estoy de acuerdo. Sólo que me parece importante pensar que el presente en su momento ha dejado de tener sentido para nosotros a fuerza de vivirlo de forma tan intensa. Lo heredamos de ustedes. La época en la que vivo, detallo a Betty que enciende un cigarrillo y tiene la gentileza de soplar el humo a un lado de mí, idolatra tanto el presente que ha menospreciado la memoria a fuerza de hacerla presente puro. Betty me interrumpe: no entiendo.
Continúo: vale, nunca habíamos almacenado tantas imágenes, fotografías, testimonios y libros como ahora al inicio del siglo XXI y, sin embargo, jamás habíamos sido tan amnésicos sobre el pasado. Tanto que nos sorprende y fascina. Betty da dos fumadas rápidas a su cigarrillo y expresa: quien desdeña el pasado carece de futuro, ¿no te parece? Asiento: sí, y quizás antes de que yo naciera se tuvo tanta fe en el futuro que se cayó en la ilusión pura. Volvió a interrumpirme: la ilusión nada tiene de malo. Respondí: en efecto, nada tiene de malo, pero es como los coches de la Ford Motor Company, a veces salen buenos y a veces malos. Betty suelta una breve carcajada. Observa esto, afirmo: en agosto de 1963 viajaste a Roma, y mientras visitabas las cafeterías y restaurantes de las plazas antiguas Martin Luther King Jr emitía su célebre discurso en Washington “Tengo un sueño”, que es un monumento a la fe en la utopía. Betty apaga el cigarrillo sin terminarlo. Reconozco su gesto típico de molestia.Aprovecho para contemporizar: es una pieza muy hermosa de oratoria, de las mejores de la historia, sí, pero encubre que sus imágenes de un futuro mejor sólo se cumplieron en parte.
Repito de memoria en inglés, provocador: “Sueño que un día el estado de Alabama, cuyo gobernador escupe frases de pugna entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas”. Contra lo que pensé, Betty me mira, irónica, y sonríe al afirmar: tengo sangre alemana pero soy americana cien por ciento, no negarás que esas ideas han servido para civilizar por lo menos a una parte de las personas.Estoy a punto de decirle que en Alabama, Baltimore, Los Ángeles, Atlanta o cualquier otra ciudad estadounidense las minorías raciales viven en la pobreza, aunque ahora se les tolere más por razones económicas que mercantiles, y más por causas obligatorias que comprensivas. Se ganó en tolerancia pero no se ha avanzado en comprensión.
No es lo mismo coexistir que convivir…Prefiero cambiar el rumbo de nuestra plática: lo peor es que cinco años después de aquel discurso asesinaron a Luther King Jr. Sí, replica Betty: y muchos años después asesinaron también a un político de tu país que era candidato a la presidencia, y basó uno de sus últimos discursos en el modelo de “Tengo un sueño”. Comienza a declamar en español, grandilocuente: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales, bla bla bla”. ¿Cómo te enteraste de eso?, pregunto, asombrado. Betty Hofstadt Draper vuelve a sonreír y responde: donde estoy me entero de muchas cosas.
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