“No separes el sí del no, dale a cada palabra su sombra”
Paul Celan
Cuando estamos tan perdidos
Que no nos atrevemos a levantarnos
A salir a la calle
Donde no hay nadie
Solo los mendigos
Que llevan nuestra máscara
Tan pegada a la calavera
Que ya no se la van a poder quitar
Hasta la muerte
Un río de escoria
De rosas oxidadas
Un río que pasa sordo a las metáforas
Ahora que estamos para darle una vuelta
A la misma noche
Que ha de quedar al margen
De lo que digas
De todo lo que hagas
En una cama elástica donde la moral te observa
La que has fabricado
Con arcilla gramatical
Ladrillos amasados
Cuando eras un niño de este hemisferio
Tan afortunado
Al menos en esta época
En la que puedes permitirte el lujo
De decir que no
Y de pensar que sí, que las palabras
Son como un gran témpano a la deriva
Que se va a disolver
Con los inconvenientes
Son otros los que observan
Como las cariátides de un templo arrasado por la certeza
De que rezar era tan inútil
Como remover las cenizas de un gran padre de madera
Al que habíamos adorado como a nuestra propia sombra
Pájaros tallados que dejaron de cantar
En cuanto dejamos el formón en manos de los agrimensores
El poema de las cuatro de la madrugada
Es como el de un pájaro carpintero
Que estuviera esperando el alba
En el alféizar
De la única ventana iluminada
Para comenzar
A grabar nuestro epitafio
Contra un azul añil
De lavar la ropa
Que nos pusimos para vivir
Un azul pesado como el plutonio
Que ingerimos cada vez
Que no nos atrevemos
A decir que no
Que no vamos a seguir jugando
A los vaqueros y a los indios
Como si hubieramos perdido el tiempo
Sabiendo que no es lo mismo consentir
Que hacer que se despeñe
La carreta del mal
Que no es lo mismo
Seguir mirando hacia otro lado
Mientras cobramos nuestro salario del miedo
Y escribimos lo que nos dicta la conveniencia
Con un jergón de lluvia
Con una sombra hecha de cuarzo, feldespato y mica
Lo que sabíamos que era preciso hacer
Antes de cerrar los ojos
A las cuatro de la madrugada
De un mes de rendiciones