Poemas de Abraham Gragera.
EL JARDÍN DE LO QUE NO HAY
Como la luz
que es lo que es
porque no cabe
Como las flores
que siempre son
el primer día
O como el aire
lo nunca visto
Despertar
se parece
a cualquier cosa
Como los minerales
la fruta de las piedras
lo breve
esa estridencia
de lo mismo
me pregunto
de qué respiración
será este viento
Será porque te dije
no sé qué
mientras la euforia en flor
disimulaba
la falta de tema
y la tarde
como siempre
de algún modo lo balbuce
todavía
O será que me gustas
porque sí
y por otros motivos
que las piedras
callan
y las aguas
llevan
al crecer
que es redundar
Como las flores
Como la luz
que no cabía
me pregunto
si alguna vez
hemos sido
esas cosas humanas
irrepetibles
NUESTROS NOMBRES
Ahora
imagina que fuésemos capaces de renunciar a cualquier ilusión, incluso a la de ser inmunes a las
ilusiones.
Que callamos, y al callar descubrimos que el silencio también lo disfraza todo.
Que todo lo que existe tiene un nombre para cada cosa que existe y existimos, porque las cosas
saben cada nombre
que cada una de ellas nos ha dado. Imagina
que al pronunciar un nombre, una sola palabra, recordásemos
lo que las olas insinúan, con sus innumerables lenguas, a los peces reunidos en la luz de los
últimos reflejos, como oscuras sinapsis extraviadas
esta tarde de marzo: que nosotros también fuimos dichos, que nada de lo dicho pertenece a
quienes administran las palabras, que verdad
es lo que no se puede poseer y por tanto, somos verdad ahora, al decir nuestros nombres como
las cosas los dicen, sabiendo
que callar es poco hospitalario con los que ya no tienen qué decir.
Imagina que fuésemos capaces
de encontrarnos en lenguas que no han nacido aún, que nuestra larga canción de despedida
naciese en realidad de un miedo más profundo
el de la permanencia, de donde las palabras nacen.
Que todo nacimiento es un perdón.
Mirar como se miran las cosas entre sí.
O este amor animal del que volvemos, sabiendo que no hemos perdido el mundo pero
sospechando
que nunca merecimos su belleza.
EPISTROPHÉ
El olor a naranja en las gotas de frío,
bajo el sol del invierno.
El sabor de la tierra al levantarme.
A LA ALTURA, A MEDIDA
En museos, en libros de arte, trato de adivinar siempre en qué cuadros les gustaría vivir a las
personas que admiro, los seres que amo, aquellos que recuerdo por soñar
todavía. A veces los descubro entre la multitud, en ceremonias campesinas, y a veces los
convierto en ciudadanos de una ciudad ideal, la pincelada viva de una naturaleza
muerta, o unas simples figuras en un paisaje simple, cuyo único deseo es quedarse un poco
más ahí, de pie, frente a los campos vacíos,
como si el hombre fuese sólo la forma humana del tiempo, y no la forma temporal del
hombre el tiempo que los ha soñado así, a la altura de la siembra, a medida de la siega.
AMOR PROPIO
III. LAVANDERA
El bieldo y el rastrillo, la hoz, la majadera, las tinajas boyantes de aceitunas en agraz: qué música tañían, mientras la fruta del verano tardío se adurmía en la habitación de atrás, y el agua lavandera se escurría, con antojos de río, de las cumbres nevadas del pilón; música que los ojos no entendían, pero que oí, cuando ella me abrochó los últimos botones del jersey, con el olor de las sábanas recién tendidas, y la lisura de los mangos de los aperos, del vientre maternal de las tinajas, en sus manos vacías: manos humildes, que devolvían a las cosas el orgullo de ser ciertas.
V. EL HORNO
Amasando la arcilla cosechada, fabricando ladrillos y tejas, en el horno. Así sobrevivieron a la historia: se juntaban, al llegar la noche, y a la luz del candil formaban un nuevo círculo, donde los vivos cuentan a los vivos, para siempre. Y cantaban después de la cena, y reían con humor irreverente, o lloraban un poco al recitar poemas en futuro que lloraban con ellos, de memoria, de tanta iniquidad acumulada, tanta renuncia, tanta indiferencia, y tanta compasión que nada pudo.
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Abraham Gragera (Madrid, 1973) es poeta, traductor, dramaturgo y director escénico. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, ha estudiado Psicología y Filología Hispánica (Universidad de Salamanca) y Humanidades (Universidad de Córdoba).
Ha publicado los libros de poemas Adiós a la época de los grandes caracteres (Pre-Textos, Valencia, 2005), El tiempo menos solo (Pre-Textos, Valencia, 2012). Premio El Ojo Crítico de Poesía 2013, y O Futuro (Pre-Textos, Valencia, 2017). Premio Mejor Libro del Año 2017 en la modalidad de Poesía, concedido por el Gremio de Libreros de Madrid, y Premio de la Crítica de Madrid 2017.
Una gran emoción política es un ensayo publicado por el Centro Dramático Nacional, escrito junto a la coreógrafa y directora de escena, Luz Arcas, sobre la poética de la compañía La Phármaco y reflexiones sobre la dramaturgia, la escena y el movimiento.
Ha sido incluido en diversas antologías, como La lógica de Orfeo, de Luis Antonio de Villena (Visor, Madrid, 2003), Veinticinco poetas españoles jóvenes, de AA.VV. (Hiperión, Madrid, 2003), Para los años diez (Ed. de Juan Carlos Reche). Editorial HUM, Montevideo, 2011, Centros de gravedad (Ed. De José Andújar Almansa). Pre-Textos, 2019. Y en estudios sobre la poesía española contemporánea como The Poetics of Epiphany in Spanish Lyric Today (Edición de Judith Nantell). Bucknell University Press, 2019.
Ha traducido poesía, novela y ensayo, como los libros de la última Premio Nobel de Literatura Louise Glück, Ararat (Pre-Textos, 2008) y Averno (Pre-Textos, 2011). Además, Migración, de W. S. Merwin (Pre-Textos, 2009), Preferiría ser amada (poemas y cartas de Emily Dickinson) (Nórdica, 2018), Stasis, de Giorgio Agamben (Pre-Textos, en prensa), George de la Tour, de Pascal Quignard (Pre-Textos, 2010), De Adolf a Hitler, de Thomas Weber (Taurus, 2018), El filósofo del corazón (la vida inquieta de Soren Kierkegaard), de Claire Carlisle (Taurus, 2021), o Lecciones de estoicismo, de John Sellars (Taurus, 2021), entre otros.