Andrés Sánchez Robayna
Cinco poemas
El vaso de agua
el vaso no es una medida
sino su estancia solamente
una terraza pide al sol:
sólo la luz en que se basta
más alto el vaso no es más alto
ni menos hondo si se alza
terraza alta en su mañana
o luz altiva ya le bastan
lo que reposa en él reposa
sin ser más cosa que mirada
en La Roca 1980-1983
El nombre de Virgilio
En los muros, las páginas del tiempo,
vuelve a escribir el nombre de Virgilio.
… … … … … … … … … … … … … …
El polvo llega hasta tus ojos ciegos.
Los latidos del mar son tus latidos.
En este mismo instante silencioso
las muchachas conversan en el atrio,
corren alegres entre las columnas.
Desaparecen en un parpadeo.
Viste alzarse el tobillo en la carrera,
desprenderse la túnica amarilla
en medio del calor (la tarde gira
sobre sí misma en aquel cuarto en sombras),
la mentira y la muerte en la sonrisa
del senador, la amarillez del cínico,
la hoja vibrátil en la luz de agosto,
las formas monstruosas de las nubes
antes de la traición, la garza, el chopo
ligero en la mañana de noviembre,
y otra vez aquel cuerpo que brillaba
entre las olas imperecederas,
el sol de nuevo sobre las colinas,
el tiempo del horror y de la sangre.
Dijiste: el polvo reina, el polvo sobre
el reino del amor y la ceniza.
Cruzan cigarras pero ya tus ojos
se van tras los racimos transparentes,
tras la viña tomada por el polvo,
el oro, el sol que brilla entre los siglos.
Todo tiempo es un tiempo de terror
y de esplendor. Los signos en el muro
dicen el nombre de Virgilio. El tiempo
se ha detenido para ver su obra.
… … … … … … … … … … … … … …
Abre los ojos. Ya no existe el nombre
que escribiste con mano temblorosa.
Sobre tu sueño nada sabes. Sólo
el sol, el tiempo, el nombre de Virgilio.
en Palmas sobre la rosa fría (1986-1988)
Las nubes
Pasan las nubes blancas. En la tierra
indescifrable, el matorral oscuro,
la fijeza del tojo. Arriba, el cuerpo errante
del cúmulo en el nudo de la luz.
Pasar, como las nubes,
los cielos arrasados del verano tardío,
atravesar la claridad, herido,
en los ojos dolor, un cardo entre las manos.
en Sobre una piedra extrema (1992-1995)
La llamada
Enciendes una lámpara
en la ventana. Yace
la noche alrededor.
Llueve en silencio.
¿Para quién esa luz?
¿Para la noche?
Una lámpara llama
en la calma nocturna.
El silencio
en la paz de la casa.
Sobre la hierba brillan
las gotas que resbalan.
Paz oscura. Sacaste
la mano hasta la noche.
La mano se extendió
bajo los astros.
Oh Palabra, tú,
Palabra que te ocultas
y lates innombrable
enterrada en la noche.
en Inscripciones (1996-1999)
En el cuerpo del mundo
Mira de nuevo el mar, sonrisa innumerable,
aprende de su lengua la pobreza
en el verano de los girasoles
muertos, mira otra vez las olas,
saliva de los dioses, llénate de su luz,
que no podrá saciarte. Oh mundo,
en tus médanos gira todo aliento
a la busca de un cuerpo: el tuyo, luz.
Nos cegaste. Seguimos caminando,
a tientas en lo oscuro, hasta encontrar
para siempre ese cuerpo al que abrazarnos,
la cascada de luz, y ahí está la eternidad.
en Inscripciones (1996-1999)
ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Nacido en Las Palmas (Canarias) en 1952, está considerado como una de las voces más importantes de la nueva poesía española. Tras la radicalidad de sus primeras entregas, Clima (1978), Tinta (1981) y La roca (1984, premio de la Crítica), otro ciclo de tres libros —Palmas sobre la losa fría (1989), Fuego blanco (1992) y Sobre una piedra extrema (1995)— prosigue una insistente interrogación acerca de nuestra esencial finitud.
Un nuevo ciclo parece inaugurar El libro, tras la duna (2002), largo poema unitario. Poesía propiamente metafísica, en la cual el doble componente barroco y místico de la tradición española se asocia a una empresa más contemporánea que sitúa la narratividad en el corazón mismo de la escritura. Integrada, pues, por tres ciclos diferenciados, pero a la vez fundados en un coherente planteamiento poético, esta obra puede ser recorrida en la presente recopilación a través de los distintos momentos o «épocas» que la constituyen, y que dibujan una clara evolución, consistente, para decirlo con el autor, en «un tránsito del estar al ser, y también del espacio al tiempo». Los dos primeros ciclos aludidos —que cubren, simétricamente, un período aproximado de quince años— han quedado cerrados por sendas plaquettes en las que se opera una suerte de ahondamiento lingúístico último. En el primer caso fue Tríptico (1986) y, en el segundo, Inscripciones (1999).
Andrés Sánchez Robayna es también autor de una extensa obra crítica, formada por libros como El primer Alonso Quesada (1977), Tres estudios sobre Góngora (1983) —más tarde recogidos, junto a nuevos ensayos acerca del poeta cordobés, en Silva gongorina (1993)—, Museo atlántico (1983), La luz negra (1985), Poetas canarios de los Siglos de Oro (1990), Para leer «Primero sueño» de sor Juana Inés de la Cruz (1991), Estudios sobre Cairasco de Figueroa (1992) y La sombra del mundo (1999).
Más tarde han aparecido Sobre el sonoro Atlántico, acerca del poeta modernista Tomás Morales, así como una nueva monografía sobre Góngora y otros estudios sobre escritores del Siglo de Oro. En 1996 dio a conocer La inminencia. Diarios (1980-1995), que ha sido visto como «una monumental compilación diarística », al que siguió Días y mitos. Diarios (1996-2000), publicado en 2002.
Simultáneamente, Sánchez Robayna —que dirigió entre 1983 y 1993 la revista Syntaxis, «una de las expresiones más altas del pensamiento crítico en torno a la literatura y las artes plásticas» de la reciente historia cultural española— ha realizado una amplia tarea como traductor, en la que cabe destacar la poesía de Wallace Stevens (1980, reeditada en 2003 bajo el título De la simple existencia), la obra lírica de Salvador Espriu (1980-1981, en colaboración con R. Pinyol), que obtuvo el premio Nacional de Traducción, o el segundo Preludio de Wordsworth (1999, en colaboración con E. Galván), así como varios libros de Haroldo de Campos, Joan Brossa, Ramon Xirau, etcétera. En la actualidad dirige el Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna, en la que ejerce como catedrático de Literatura Española.
Los poemas para esta entrega de la nube habitada han sido seleccionados del libro
El espejo de tinta (Antología 1970-2010), de Ediciones Cátedra, colección Letras Hispánicas (2012).
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