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ArpaPoesíaPoemas irlandeses de la antigüedad

Poemas irlandeses de la antigüedad

 

Selección de versos de La poesía irlandesa
con traducción y prólogo de Marià Manent.

 

 

 

EL MISTERIO

SOY el viento que alienta sobre el mar;
soy ola del océano;
soy rumor de del rompiente;
soy el buey de los siete combates;

 

 

 

 

y el buitre de las rocas;
soy un rayo de sol
y la planta más bella;
soy jabalí bravío;
soy salmón en el agua
y lago en la llanura;
soy palabra de ciencia;
soy punta de lanza en el combate;
soy el dios que creó la llama en la cabeza.
¿Quién, sino yo, ilumina la asamblea del monte?
¿Quién, sino yo, diría los años de la Luna
y donde el Sol se acuesta?

 

 

 

 

EL MONJE Y EL GATO

PANGUR, mi gato blanco, tiene un arte,
y yo poseo el mío.
Para cazar ratones él aguza su ingenio:
yo lo aguzo en mi oficio.

A la fama prefiero este sosiego
y el estudio del libro;
pero el blanco Pangur no se muestra envidioso:
retoza como un niño.

Cuando en la casa estamos los dos solos,
es una historia linda:
cada cual tiene juegos que no acaban,
algo que nos afina.

A veces, un ratón más valeroso
en sus redes se prende;
yo recojo en las mías
alguna ley incierta.

Él no aparta los ojos encendidos
del muro que nos guarda,
y yo fijo los míos, azules, pero débiles,
en la ciencia afilada.

Da brincos de alborozo
cuando un ratón se queda entre sus uñas finas,
y también yo me alegro
si aclaro alguna ley venerada y difícil.

Aunque jugamos siempre,
ninguno la labor del otro impide:
cada cual con su arte
y solo en sus delicias.

 

 

 

 

EL CELESTE PILOTO

¿DARÁS rumbo a mi nave quebradiza
por la sombría y vasta espuma del Océano?
¿Querrás, Señor, llegar hasta mi nave,
a mi querer incierto?

Tuyos los poderosos y tuyos los humildes,
y a tu mandato caen los hombres como lluvia.
¿Me prestarás auxilio, Señor, mientras me acerco
por el gran mar airado?

 

 

 

 

EL PÁJARO

EL pájaro chiquito un silbido ha lanzado
con el pico amarillo y brillante;
el mirlo, en una rama, amarilla en su punta,
hacia el lago Lagoigh envía sus gorjeos.

 

 

 

 

LA CREACIÓN DE LOS VIENTOS CON SUS COLORES

EL Rey que hizo surgir los doce vientos,
bellos, con firme paso,
enjaezó a los cuatro grandes vientos
y a los vientos menores, pero indómitos.

Sonriente en su púrpura, el del Este;
maravilloso el Sur, de un blanco puro;
del Norte, el viento negro, airado y quejumbroso;
y el viento del Oeste, murmurante y sombrío.

Ocho vientos menores: el rojo, el amarillo;
el muy blanco y purpúreo; el azul vivo; el verde;
el gris; el gris oscuro, áspero, horrible;
el pardo oscuro; el negro.

Los doce vientos son. Llegan del Este,
del Oeste, del Norte y Mediodía.
El rey los lanzó, tan raudos, los gobierna:
siete frenos les puso.

 

 

 

 

 

ORACIÓN A LA VIRGEN

DULCE María, ampáranos, noble virgen, ¡oh templo
del cuerpo del Señor, arca de los misterios!

Tú, Reina de las reinas, doncella pura y sacra,
ruega que nuestra culpa por ti se nos perdone.

Piadosa, con la gracia del Espíritu Santo,
ruega al Rey, al juez recto de la beata hueste
que gusta la ambrosía.

Oh, Vara de Jesé, entre avellanos verdes,
ruega por mí y alcanza el perdón de mis culpas.

María salvadora del hombre, diadema
preciosa, noble antorcha, bello huerto de Reyes.

Esplendente y translúcida de castidad; dorada
y bella arca de luz, hija del Cielo.

Oh, Madre de bondad, tú, las más alta,
ruega que tu Unigénito me salve del Juicio.

Lucero singular y noble, árbol florido,
lámpara de elección y sol que nos alumbra.

Escala en el sendero donde suben los Santos,
sénos escudo hacia el glorioso Reino.

Bello trono fragante que eligió el Rey, el noble
huésped que en tus entrañas moró por nueve meses.

Oh pórtico real donde vino a encarnarse
Jesús, Sol esplendente, el Hijo de Dios vivo.

Por el hermoso Niño concebido en tu vientre,
por el sagrado Niño que es el rey de lo creado;

por su cruz, encumbrada más que todas las cruces,
y por su sepultura en sepulcro de piedra;

por sus Resurrección, cuando surgió el primero;
por la sagrada Casa, doquier, hasta el Juicio,

hacia el Reino del Dios de bondad sénos guía:
hacia el dulce Jesús, te suplicamos, ¡Salve!

 

 

 

 

EL MIRLO

¡AH, mirlo! Estás alegre,
con tu nido escondido entre los matojos.
Eremita, no tañes la campana:
dulce, suave y plácida es tu nota.

 

 

 

 

MALTRECHO MUNDO

MALAS cosas al mundo se aproximan:
los hombres serán siervos y libres las mujeres;
pocas bellotas. bosques endebles, malas flores;
grandes vientos, un húmedo verano, trigo verde;
mucho ganado, pero leche escasa;
gravosa gente en todos los países.
Cerdos delgados y perversos jefes;
se verán mala fe y crónicas matanzas:
será un mundo agostado, con numerosas tumbas.

 

 

 

 

 

CÁNTICO DE LOS ÁRBOLES DEL BOSQUE

HOMBRE que para Fergus, el de los festines, enciendes la lumbre,
nunca quemes, ni en el mar ni en la Tierra, a la reina del bosque.

La madreselva es reina de los bosques de Innisfail, y nadie ha de hacerla cautiva;
no es esfuerzo de débil monarca abrazar a todos los árboles rudos.

Si prendes fuego a la madreselva flexible, habrá amargos lamentos,
vendrá la muerte a filo de espada, y el anegarse en olas crecidas.

El precioso manzano no quemes, el de la rama extendida que llora.
árbol siempre adornado con blancas flores, hacia cuya cabeza tienden los hombres la mano.

El hosco endrino es un vagabundo: su leña no da el artífice al fuego:
en su cuerpo, aunque breve, a bandadas gorjean los pájaros.

No  quemes el noble sauce, que en poesía es árbol sagrado;
van a libar en su flor las abejas: a todas gusta aquella jaula chiquita.

El árbol gracioso, cubierto de frutas, quema: el serbal, árbol brujo;
pero no toques el árbol que fácilmente se dobla: no quemes el esbelto avellano.

Sombrío color tiene el fresno:  es madera que mueve las ruedas;
da al jinete su látigo; su forma vuelve el combate en huida.

El silvestre rosal es escarpia del bosque: qué malo, verde y punzante;
corta, lastima los pies; nos detiene a la fuerza.

La que da más fiero calor es la encina, que a nadie perdona;
a quien mucho le plazca, le dolerá la cabeza; sus acres brasas dañan la vista.

Aliso, hechicero batallador de los bosques, el más airado en la lucha:
sí, quema sin tasa alisos y espinos.

Verde, quema el acebo; quema el acebo ya seco:
es, sin duda, el acebo el mejor de los árboles.

Saúco, de dura corteza, es el árbol que hiere;
quema, hasta hacerlo carbón, el que da a las brujas caballos.

El abedul derribado brinda también duradera fortuna:
quema del todo las ramas de vaina perenne.

Caiga, si quieres, cuan largo es, el tiemblo bermejo;
quema, tarde o temprano, el árbol que tiene una rama sin vida.

Es patriarca de duraderos bosques el tejo, sagrado en las fiestas (ya todos lo saben):
haz con él grandes tinas de un rojo sombrío.

Obra, Ferdeh, el fiel, según mi mandato:
y ello será para bien de tu alma y tu cuerpo.

 

 


 

Los textos para esta nueva entrega de «la nube habitada» han sido seleccionados del libro La poesía Irlandesa, con traducción y prólogo de Marià Manent.
La primera edición fue publicada por José Janés en el año 1952, en ejemplar con cubierta entelada y una sobrecubierta ilustrada con el dibujo que se incluye
como imagen de llamada, en la portada digital de este nuevo número de fronterad.

Años más tarde, en 1977, la editorial Plaza y Janés incluiría el libro en sus «Selecciones de poesía universal», encuadernado en cartoné, pasta dura, con forro de llamativo color verde.

En dicha edición, que hemos utilizado para este artículo, algunos de los poemas están precedidos por unas notas del traductor, que buscan aportar cierto contexto a cada lectura.

Hemos optado por presentar los poemas sin dichas notas, para procurar una lectura más sosegada y fluida de los mismos, transcribiendo las notas aclaratorias y sus referencias académicas al final de esta página, para quienes quieran tener «información adicional» a la que ya nos regalan los propios poemas.

Anotamos también aquí el capítulo III del prólogo, La poesía de los ermitaños:

 

[…]  III. LA POESIA DE LOS ERMITAÑOS

«Uno de los sectores más atractivos de la literatura irlandesa antigua es la poesía sencilla, límpida, envuelta en agrestes perfumes, que escribieron los monjes y eremitas en los siglos IX y X. No sin razón se la ha comparado con la literatura franciscana.Tiene idéntica ternura, el mismo fulgor matinal, como de intacto rocío. Es la primera expresión, en la Europa occidental, de un auténtico amor a la Naturaleza: una expresión literaria anterior a todas las fórmulas y que posee el sello de la más transparente sinceridad.

Esta poesía tiene su origen, como demostró Robin Flower, en el gran movimiento ascético iniciado en el siglo VIII por Maelruain, fundador y abad de Tallaght, y por Duiblitir, abad de Finglas. Entre las numerosas Reglas monásticas dictadas entonces, destaca la que aprobó en Tara una asamblea de anacoretas y escribas (año 780). Kenneth Jackson, tal vez el mas agudo y paciente investigador de aquel periodo, ve en esas Reglas el núcleo inicial de la forma adoptada en los poemas de los eremitas y monjes. En apoyo de su tesis cita una composición de la alta Edad Media (publicada por Stracham y Meyer). Es una sencilla Regla para un solitario, pero versificada. «Posee —dice Jackson— una poética exaltación espiritual, que falta en las Reglas escritas en prosa, pero no tiene aún todas las características de los poemas eremíticos ya plenamente evolucionados». Tal poema es, pues, una composición intermedia; aunque contiene algunos versos impresionantes —«Este es el fin de los vicios entre humanas mansiones: un pequeño lugar lleno de tumbas, y yo allí, solitario»— no revela la atenta observación de la Naturaleza, la intimidad con los árboles, las flores y los animales salvajes que es nota esencial en la poesía de los eremitas.

Con su gran finura critica, ha precisado Jackson el carácter de ese amor a la Naturaleza, distinguiéndolo de otras expresiones literarias afines. La simplicidad, la economía, la limpidez y dignidad, propias del estilo ático, se observan, según el crítico, en la poesía de los antiguos ermitaños y monjes irlandeses. «Todos los detalles —comentaba Robin Flower— son vistos claramente y expresados con precisión, la frase no rebasa los límites propios de una situación determinada, pero se dice cuanto es necesario, y de la simple expresión surge la emoción del momento, con la sutil sobrecarga propia de la poesía.» Jackson añade que, pese a ciertas afinidades estilísticas, existe un profundo contraste entre el sentimiento de los eremitas irlandeses y el de los poetas alejandrinos.

Integraban ambas escuelas —dice— hombres que huían al campo, temiendo la opresión y las complejidades de la sociedad; pero los alejandrinos, aunque cansados de un exceso de civilización, admiraban los encantos campestres como a distancia y con inveterado espíritu urbano, sin decidirse a compartir las simplicidades de la vida rústica. «De ello resulta una artificialidad esencial, aun en el caso de un poeta tan convincente y tan veladamente artificioso como Teócrito. En cambio, los eremitas irlandeses conocieron y sintieron lo que describían; comieron la agrilla envidiada por Alfio, y supieron por experiencia cuan provechosos son la malva y el asfódelo. Los ermitaños buscaban en la Naturaleza la pureza espiritual, mientras que los alejandrinos sólo pretendieron encontrar en ella una regeneración emotiva: la búsqueda mas importante era la de aquéllos. Sin embargo, el supremo sentido de la relación entre el eremita y la Naturaleza es algo que los trasciende a ambos. Los pájaros del bosque podían cantar para él en torno a su celda, pero —raramente expresado, implícito casi siempre— existe en el poeta el convencimiento de que el pájaro y el ermitaño se unen en un acto de adoración; para el solitario, la simple existencia de la Naturaleza era ya un canto de alabanza en el cual él mismo participaba al armonizarse con lo creado.»

Tales poemas nos brindan estampas de una vida apacible y dichosa: el eremita que escribe bajo las verdes ramas, escuchando alternativamente al mirlo y al cuclillo; el estudiante de Carintia, junto a su gato blanco, Pangur, cuyo difícil arte compara el poeta con el del investigador de arcanas y venerandas leyes; el silvestre hogar de los monjes, donde no faltan puerros olorosos, salmón, abejas, truchas. En pocas literaturas, como no sea en el ciclo de I Fioretti, hallaremos esa emocionada fusión de las delicias místicas con el sentimiento religioso. Aquí Naturaleza y Liturgia conviven dulcemente. La fina alondra se levanta sobre el límpido hoyo cuyas aguas servirán para lavar las culpas con la gracia del Espíritu Santo»; el solitario sueña con una pequeña iglesia, junto al bosque y mirando al Sur, en busca del tibio aire».

 

 

—NOTAS A LOS POEMAS.

  1. EL MISTERIO
       Atribuido a Amergin.
    Es obligado iniciar toda antología de poesía irlandesa con este bello poema de Amergin (a quienes ciertos autores llaman también Aimirgin).
    Según la tradición, era hermano de Eber Ir y Eremon, los primeros príncipes milesios que, muchos años antes de Cristo, conquistaron Irlanda.
    Pero el doctor Douglas Hyde, en su Literary History of Ireland, no revela gran confianza en la fecha atribuida a las composiciones de Amergin,
    ni siquiera a su autenticidad. Sin embargo, «siempre la tradición irlandesa los ha considerado como los primeros versos que se escribieron en Irlanda».
    El misterio posee un fuerte acento primitivo y ciertos eruditos creen que, más que un poema, es una fórmula ritual, un charme.
  2. EL MONJE Y EL GATO
       Anónimo del siglo VIII o principios del IX.
    Es un poema marginal del Codex S. Pauli y se atribuye a un estudiante del monasterio de Carintia.
    Publicóse el texto original y la traducción en el Thesaurus Palaeohibernicus de Stoges y Strachan.
    Existen también versiones de Kuno Meyer y Robin Flower
  3. EL CELESTE PILOTO
       Cormac (837–903).
  4. EL PÁJARO
       Anónimo (hacia el siglo IX).
    Publicóse el original de este poema en Irische Texte de E. Windisch y W. Stokes.
    R. Thurneysen, en su Handbuch des Altirischen (vol. II), dio, además del texto, la traducción. Al parecer, se trata de un simple fragmento y,
    según Jackson, ninguna evidencia interna o externa permite situarlo entre las composiciones escritas por los ermitaños. Posee, sin embargo,
    las mismas características de fina observación y amor por la Naturaleza. Además, y acaso por tratarse de un fragmento, tiene una misteriosa
    sugestión poética; como ciertos esquemáticos dibujos japoneses, estimula el vuelo de la imaginación. Existen otras versiones de Jackson y Flower.
  5. LA CREACIÓN DE LOS VIENTOS CON SUS COLORES
       Anónimo (hacia el siglo X).
    Figura este poema en el Saltair na Rann (Salterio de las Cuartetas), escrito hacia el año 987, que contiene una versificación del Antiguo y del Nuevo Testamento.
    Fue compilado por tres monjes el el norte de Irlanda.
    Dillon dice que «más bien debe clasificarse entre las historias y festologías en verso que entre las creaciones de la imaginación», pero este bello poema
    sobre los vientos revela una admirable fuerza lírica y posee un singular simbolismo que le da ciertas afinidades con la poesía moderna.
  6. ORACIÓN A LA VIRGEN
       Anónimo (hacia el siglo X).
    La primera edición del texto es de Stracham, y apareció en la revista Ériu (vol. I, pág. 122).
    La traducción de K. Meyer recoge algunas variantes de otro manuscrito.
  7. EL MIRLO
       También figura en uno de los márgenes del Leabhar Breac. Existen versiones de Meyer, Flower y Jackson.
  8. MALTRECHO MUNDO
       Anónimo (hacia el siglo X).
    Dermot, derrotado por los partidarios de san Columbano, pide al vidente Beg mac De que le anuncie su futuro. Beg le contesta con estos versos.
  9. CÁNTICO DE LOS ÁRBOLES DEL BOSQUE
       Anónimo (hacia el siglo XIII).

 

 


 

 

 

—Sobre Marià Manent.

 

Marià Manent nació el 27 de noviembre de 1898 en Barcelona.
Realizó estudios de comercio y trabajó durante una década en una caja de ahorros, empleo que abandonó para incorporarse al mundo editorial.
En 1920 fundó –con Josep Carner, Ramon Sunyer o Jaime Bofill, entre otros– los «Amics de la Poesía» y de 1925 a 1927 dirigió la Revista de Poesía.Fundó la «imprenta Atenas» antes de la guerra, pero al empezar la contienda civil tuvo que refugiarse en la casa familiar del Montseny.
Tras la guerra entró en la Editorial Juventud, de la cual acabó siendo el director literario.Su obra poética, breve y discreta, ha dificultado el reconocimiento como uno de los poetas catalanes más relevantes del siglo XX.También destacó su labor como traductor, que contribuyó a divulgar la poesía inglesa y norteamericana –no sólo en Cataluña sino también en toda España–.
Durante la posguerra, realizó también numerosas traducciones al castellano de Keats, Coleridge, Blake, Emily Dickinson, Dylan Thomas y Archibald Mac Leish y fue precursor por sus versiones de poesía china, publicadas en L’aire daurat (1928) y Com un núvol lleuger (1967). Asimismo destacaría por su obra memorialística.
Murió en Barcelona el 24 de noviembre de 1988.

 

BIBLIOGRAFÍA

· Poesía:

La branca
(1918)
La collita en la boira (1920)
Poesía (1923)
L’ombra i altres poemes (1931)
Obra poètica (1956)
La ciutat del temps (1961)

· Prosa:

Notes sobre literatura estrangera (1934)
Montseny. Zodíac d’un paisatge (1948)
A flor d’oblit (1968)
Poesia, llenguatge, forma: dotze poetes catalans i altres notes crítiques (1973)
El vel de Maia. Dietari de la Guerra civil (1936-1939) (1975)
Notícies d’art (1981 )
L’aroma d’arç, dietari dispers 1919-1981 (1982)
Llibres d’ara i antany (1982)
Rellegint (1987)
Notes de dietari, 1937-1939 (1992)
Vuit cartes a Palau i Fabre (1994)
Dietari dispers 1918-1984 (1995)
Crítica, personatges, confidències. Articles inèdits i dispersos (1999)

Traducida al castellano:

Cómo nace el poema y otros ensayos y notas (1962)
Palabra y poesía y otras notas críticas (1971)

PREMIOS

Premio Lletra d’Or 1968
Premio Josep Pla 1974
Premio de Honor de las Letras Catalanas 1985

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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