Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Sociedad del espectáculoCabaret de las ideasPoemas sin techo. La reconstrucción de la vida de algo más que...

Poemas sin techo. La reconstrucción de la vida de algo más que un ‘homeless’

A Marcos

 

El número 4830.

Marcos aumentó el índice de homeless en Barcelona. Su cuerpo de tótem rebasaba los sacos de dormir de poliéster. En la última década, había callejeado por el Raval de Barcelona, cuna y sepultura, “la miseria” a la que le dio vueltas Francisco de Quevedo.

En mayo del 2023, las autoridades certificaron la muerte de Marcos, a quien recogieron en la calle. Había vivido intensamente, y se dio de bruces con Lady MacDeath, que le recibió con tan solo 47 años.

Durante un año, ReporteroJesús le trató con frecuencia. Un buscavidas, un hombre que se había trabajado el pasado; los miedos nunca le frenaron. Valiente, el primer espada de una existencia que le puso zancadillas en cada cruce. Talentoso, resuelto y resolutivo. El manitas que se arremanga y aprende sobre la marcha. «Nos encargaron una obra y ninguno de los dos había currado nunca de paleta. Nos defendimos bien», se explayó Chevy, su alter ego.

Desde la crisis económica y social del Big Crap, en el 2008/2009, no levantó cabeza. Más de una vez durmió o intentó dormir o dio alguna cabezada en los bajos junto al centro de asistencia primaria de Drassanes, en Ciutat Vella, a resguardo de la lluvia.

Había leído muchos libros, y muchos los había rescatado de los contenedores de basura, donde escarbaba la comida y se iba sin ningún provecho, pero con el alimento del alma en los bolsillos.

Le atrajo la Biblia: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres”.

Le atrajo el Corán: “Ninguno de vosotros será un verdadero creyente hasta que no desee para su hermano lo que desea para sí mismo”.

Se peleaba por cualquiera. Una mañana de sábado le pregunté por esos moratones: “Un tío le pegaba a la mujer y me metí”.

Nunca sabías si te decía la verdad o si te decía medias verdades. Uno intuía que las amenazas de la jungla urbana le pasaban factura, y que las pendencias, las rencillas, las deudas de los más tirados se cobraban a golpes. Aun así, relató su devenir como una crónica de Indias, con la épica de los adelantados. Borraba lo malo y fabulaba de tal manera que daba gusto escucharle, incluidas las historias para no dormir de su infancia y su adolescencia.  

Le tocó crecer en el Chino, aunque ningún chino hubiera en el Raval de los ochenta. Las tascas en las que se alternaban los tintos de verano con los trifásicos de anís, las prostitutas autónomas que se sacaban unas perras sin protección, los guaperas y los caraduras, la calle del Conde del Asalto, hoy Nou de la Rambla, que retrató en blanco y negro el fotógrafo Joan Colom.

Por allí erraban el Maki y el Popi (“Po fueno, po fale, po malegro”).

Por allí se pispaban las carteras a los marineritos yankis de la Sexta Flota, quizá porque la Quinta Escuadra soviética no había sido bendecida por el Generalísimo de los Cojones.

Marcos pudo soportar La Modelo durante las semanas que allí estuvo preso porque se la representó como su barrio chico en miniatura: “Si vas de listo, pillas cacho. Si vas a tu aire, todo va bien, pero si al mismo tiempo que vas a tu aire te dejas pisar una vez, te pisarán dos y tres veces más, y cuatro y cinco y seis veces. Tienes que ir a tu aire, pero al mismo tiempo ser fuerte”.

Estas letras de abajo le recuerdan. Le homenajean. Le celebran.

Le celebramos: la sepulturera Miriam Padilla, el psicopedagogo y dinamizador sociocultural David Vázquez, el fotógrafo José Sanabria, la espiritual Sheila Peine, el sintecho Andrzej Jamrozik, el promotor Xavi Pagès, el educador Marcel Arqués, el soldador Chevy, el cocinero Érik Lorente…

Que nunca fue un pringao, que pese a no tener un duro se movía con los códigos de honorabilidad. Arrancarles el collar a las abuelas de un tironazo no era honorable, y supo decir que no.

Que se afanaba. Su máxima: el trabajo bien hecho. “Trabajo, trabajo, trabajo”, machacaba, el chundachunda que le había inculcado su padre, el mismo que le daba palizas de muerte.

Que podía ser muchas cosas, pero a los amigos nunca les dejó de lado, les abría las puertas y les arrullaba con su voz hospitalaria. De corazón regalaba consejos envueltos en sonrisas, cautivadoras sonrisas de diablillo sin suerte.

De la biografía en la solapa de Poemas sin techo, la antología de sus poemas, su sueño: “Nací en Barcelona, en el Raval, un barrio que ha desaparecido; ahora es una postal de diseño donde solo hay turistas que me fotografían. No tuve la infancia de otros niños: mi padre me pegaba hasta que le sangraban los nudillos, mi madre me echó de casa, me refugié en las drogas… Yo acabé en la calle, donde me hice fuerte, pese a todo. Y nunca dejé de escribir, porque la lectura me atrapó pronto. Sé qué es la vida, sé que es una cosa buena, aunque eso yo no lo tuve. He trabajado mis demonios, mis fantasmas”.

Para él, exclusivamente para él, Christine and the Queens compuso ‘Full of life’: Someone, lonely, waiting for a time at some place where it makes sense”. 

…Alguien, solitario, esperando un tiempo en algún lado donde tenga sentido…

Su número, el 13.

Trece…

La cuenta atrás de un señor que pudo haber llegado a donde hubiera querido si no hubiera tenido el mundo en contra.

…Tres. Dos. Uno. Cero.

150824_PoemasSinTecho_JesusMartinez

Más del autor

-publicidad-spot_img