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Mientras tantoPoemas: una lista

Poemas: una lista

El señor Alpeck va a la ópera   el blog de Andrés Ibáñez

 

Me gustaría proponerles una lista de poemas. No diría yo que son mis poemas «favoritos», ni tampoco los poemas más hermosos del mundo. Son poemas que me gustan mucho y que llevo leyendo muchos años. Permítanme que los anote en el orden en que vayan viniendo a mi memoria o a mis dedos, sin establecer jerarquías. Me gustaría distinguir dos tipos de listas: (a) las ordenadas de mayor a menor o de menor a mayor, (b) las no ordenadas. Esta sería una lista del segundo tipo.

 

Comencemos:

 

Spring Pools, de Robert Frost

 

«La tarde es una inmensa gota gris», de Idea Vilariño

 

«In my craft or sullen art», de Dylan Thomas

 

Escuchas estas músicas, de Carlos Edmundo de Ory

 

Tango del viudo, de Pablo Neruda

 

Vivencia, de Hugo Von Hofmannsthal

 

«Hombre mortal mis padres me engendraron», de Lope de Vega

 

Suave encantamiento, de Macedonio Fernández

 

Nocturno, de Juan Eduardo Cirlot

 

«Que bien sé yo la fonte», de San Juan de la Cruz

 

«La vida hoy tiene ritmo», de Antonio Machado

 

Nardos, de Delmira Agustini

 

«A través de una niebla caporal de tabaco», de Rafael Alberti

 

The Bargain, de Sir Philip Sidney

 

«Ah, que tú escapes», de José Lezama Lima (le escucho a él recitándolo, su maravilloso acento cubano, espeso y recio, las extrañas, terrosas erres finales en el exceso de celo del caribeño que no quiere dejar sonidos sin pronunciar)

 

La vida, de Leopoldo María Panero

 

Heces, de César Vallejo

 

«Estoy contino en lágrimas bañado» (Soneto XXXVIII), de Garcilaso de la Vega

 

Contemplación primera, de Sara Pujol

 

«¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando…?». de Francisco de Aldana

 

Oda II, de Francisco de la Torre

 

Beautiful Lofty Things, de W. B. Yeats

 

Sonata («¿Sabes qué te esperaba tras esos pasos del arpa?»), de Álvaro Mutis (tan intenso, tan complejo, tan lleno de voces y de lugares, de sentidos y sentimientos, de misterios y humores, como una larga novela; en cierta ocasión intenté convertir este poema en una novela, pero no lo conseguí)

 

«Un español habla de su tierra», de Luis Cernuda (una VOZ tan tremenda, tan terrible, tan dolorida, que atraviesa las palabras, atraviesa el tiempo, atraviesa el espacio y el polvo de los libros y los huesos de los muertos y se queda vibrando en el aire para siempre, para siempre)

 

«Unas pocas palabras» de Vicente Aleixandre

 

Fiat Lux, de Julio Herrera y Reissig (pondría cualquier otro soneto de H & R, aunque la comparación del blanco seno que aparece entre el armiño de la ropa con el huevo de un cisne me parece una especie de no va más de la belleza decadente)

 

«Delectación morosa», de Leopoldo Lugones

 

«Repuesta» («Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras») de José Hierro (el propio poeta abandonó estos ritmos más tarde, quizá por considerarlos un efecto facil; a mí me siguen pareciendo irresistibles)

 

«Posesión del ayer», de Jorge Luis Borges (no puedo leer estas pocas líneas escritas en prosa sin sentir deseos de llorar)

 

«Alegoría de la brevedad de las cosas humanas», de Luis de Góngora

 

«Sombrío como los cielos cuando amenazan las espesas nubes», de Wan Yi (en la Antología de la poesía china de Marcela de Juan)

 

«Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba», de Sor Juana Inés de la Cruz

 

Angel Surrounded by Paysans, de Wallace Steves (un poema tan central que en él se dice casi todo lo que yo desearía decir a lo largo de toda mi obra; pero no sólo eso: me gustaría también vivir como se dice en este poema, y experimentar las cosas de las que se habla en él.)

 

Nocturno («Los que auscultásteis el corazón de la noche»), de Rubén Darío

 

«El herido», de Miguel Hernández

 

«Y en secreto sentimos sed», de Hermann Hesse

 

«Signo de la luz», de Emilio Prados

 

«The tint I cannot take is best«, de Emily Dickinson

 

After dark vapours have opressed our plains, de John Keats

 

Quedan muchos que no están. Releyendo, observo que no hay ningún poeta francés, ninguno italiano… Pero eso es lo bueno de las listas. Son caprichosas, injustas, olvidadizas. Como los niños y como las hadas de los cuentos. Pero la lista ahora ha cobrado vida. Dejémosla así.  

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