Home Mientras tanto Poesía en el Corral – Un homenaje a Ana Gaviera

Poesía en el Corral – Un homenaje a Ana Gaviera

 

 

 

Poesía en el Corral

  

Entrar en un sitio como el Corral de Comedias de Alcalá de Henares siempre tiene algo de experiencia. Una sensación de pasado te agolpa a la entrada como si las velas se resistieran al soplo de los aires nuevos. Pero ayer las velas también enmudecieron. En parte por la furia de la lluvia, en parte por la furia de tres jóvenes poetas:

 

            Sara R. Gallardo, Federico Ocaña y Bárbara Butragueño.

 

También por lo huérfanos que nos hemos quedado tras el fallecimiento de Ana Gaviera de Ediciones El Gaviero, cuya labor editorial en materia poética no tiene parangón.

 

            El ciclo Poesía en el corral  terminó ayer con Tres poetas jóvenes: apuestas de futuro, y creo que a la Gaviero le hubiera encantado. A ella, a modo homenaje, se le ofreció la performance poética que Helena Lanza y Alberto Alonso en la interpretación + Alberto Ruiz a la guitarra nos ofrecieron desde el desnudo escenario.

 

            Pero vayamos por partes,

 

 

A

             Antes de salir de casa si hay nubarrones negros llévate un paraguas. Alcalá es muy bonita, pero su en empedrado los días de lluvia se forman charcos imposibles de sortear. (Los pies congelados).


 

B

             Bailar la poesía debería ser obligatorio en las escuelas, en los teatros, en las librerías.

 

 

C

             Contar sin contar, como si las palabras resbalaran de la boca al suelo, es una tarea a la que estamos poco acostumbrados, cuando ocurre entiendes el porqué se escribe, se anudan versos a un folio, en un gesto, a un par de sillas;

 

            entiendes el porqué te dejan atrapada de pies y manos como en un escondite inglés macabro;

 

            entiendes que contar sin contar es un ejercicio honesto, de esos que transmiten dignidad y aplaudes, aplaudes para elevar del suelo todas esas palabras que quieres degustar una a una en la soledad de la euforia     

   

            y al llegar a la boca estallan.

 

 

D

             Del escenario a este párrafo siempre se pierde algo, nunca tengo muy claro el qué es, pero se pierde. Quizá porque estoy situada en el gallinero de este corral, quizá porque desde un gallinero a otro gallinero siempre hay quien te roba un huevo o te lo tira a la cabeza. En cualquier caso si lo encontráis es mío, ¿vale?

 

 

E

             Escénicamente la tenue luz, sórdida, alumbra apenas los cuerpos descompuestos de Helena Lanza y Alberto Alonso. Se transmutan de sexo, de tiempo, de espacio y dejan voz a los poetas. Uno a uno salen y nos recitan algunos poemas. Al hacerlo, añaden cosas que no habían escrito. Bendito milagro el teatro.

 

            Luego ellos, los intérpretes, hacen lo mismo en una suerte de diálogo enmascarado. No se oyen, no se escuchan, no mediante la palabra. Sus cuerpos escriben uno fundido al otro, en el suelo, mediante el juego de las sillas, pero sus palabras no están con ellos. Las trascienden. ¿O es al revés?

 

            Esto ocurre mientras Antonio Ruiz, con sonidos experimentales sacados de su guitarra y de la percusión de sus pies, nos transporta a ese no lugar del verso, ese lugar de todos, en el que cada uno nos encontramos, encontrándonos los unos en los otros.

 

 

F

             Fin

 

  

la señora del fondo

            


p.d.: alguien por ahí, quizá algún gallo de este gallinero, aluda a mi falta de humor. Vale, que sí. Pero soy un poco gallina de más y además clueca…

Salir de la versión móvil