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Poeta ciudadano

Javier Sicilia, hasta hace poco, era sólo un poeta (si es que se puede ser ‘sólo’ un poeta). Pero la vida es esquiva en tierras de paso hacia El Dorado del Norte. El Dorado está en las narices de los chicos y chicas del primer mundo y en la travesía de la sagrada coca se quedan cuerpos y almas enredados en las manos de asesinos e intereses.

Javier Sicilia era sólo un poeta. Y escribía: «Yo me abro mi Amor a este vacío / en el que a solas soy blanco desierto / espacio sin lugar y polvo yerto». Pero un día, no hace mucho, la violencia del narco, de la mentirosa guerra del Gobierno contra ese narco, de la mentira repetida de que hay una lucha descarnada contra los traficantes, esa violencia, esas violencias acabaron con su hijo. Y la voz de Sicilia se hizo llanto colectivo, nacional… Escribió una carta hermosa y decidió ponerse al frente de un movimiento más grande, un espasmo ciudadano y nacional que lleva 3 días caminando para llegar hoy lunes a Ciudad de México. Con Sicilia, miles y miles de mexicanos en la marcha silenciosa contra la violencia (entre ellos, 20.000 zapatistas). En frente, un poder sordo, pequeño, incapaz de entender que la pelea de la ciudadanía no es lucha de partidos y que los mensajes vacíos no pueden sustituir a las almas estirpadas.

Junto a Sicilia, miles y miles de padres y madres que no sólo son padres y madres, sino ciudadanos conscientes de que, como sí escribió el poeta:  «No todos los padres son poetas, pero todos los hijos son poesía».

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