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Poética de las novelas de José Jiménez Lozano como un modo de pensar en la historia de la humanidad

A modo de introducción: La presencia de Jiménez Lozano en el espacio cultural ruso

Me gustaría empezar a hablar de historia desde mi encuentro con José Jiménez Lozano y de paso comentar su relación con ese país tan grande al otro extremo de Europa de donde vengo y cuya imagen, como saben, aparece en varias novelas del autor. Espero que me permitan esta breve introducción porque siento la necesidad de contar cómo penetré en este universo de la obra de Jiménez Lozano.

Dejando de lado las lecturas rusas del autor y su imaginario ruso recogido en el último capítulo de De Ávila a Constantinopla[1], editado por Guadalupe Arbona, menciono solamente la presencia de Jiménez Lozano en el espacio cultural ruso. Todo comenzó en el año 1998, cuando se publican siete poemas suyos de Tantas devastaciones (1992) y de El tiempo de Eurídice (1996) en la revista Literatura extranjera, traducidos por un conocido hispanista, Pavel Grushko. Él mismo se pone en contacto con Jiménez Lozano, empieza a traducir sus cuentos y le invita venir a Rusia para participar en un Congreso dedicado a León Tolstói en su finca-museo de Yásnaya Poliana y, según me contó don José, se dispuso a ir, pero le desaconsejaron viajar en tren a través de toda Europa, además de una huelga de transportistas húngaros en aquellos momentos. Así que, con lo poco que le gustaba volar, se quedó en casa. Sin embargó se publico en 1999 su ponencia dedicada a la obra de Tolstói [2].

En el mismo año de 1999 tuvo lugar mi primer encuentro con los libros de Jiménez Lozano. Estaba eligiendo el tema de mi trabajo de fin de carrera y mi directora, recién venida de un Congreso de Italia, citó el nombre de Jiménez Lozano, pronunciado allí por Rosa Rossi. Le había destacado como un autor secreto, poco conocido por el público común, pero muy popular entre los intelectuales españoles. Y me dio solo un título, El mudejarillo, y me dijo que iba de san Juan de la Cruz. El nombre de Jiménez Lozano era desconocido para mí, sin embargo, para mi sorpresa, encontré tres títulos suyos en la Biblioteca Nacional de Rusia. Eran Historia de un otoño,La salamandra y El santo de mayo. Desgraciadamente hay que reconocer que en 2022 la biblioteca sigue contando con los mismos tres ejemplares y la Biblioteca Estatal de Moscú con nueve. En el año 2000 se editó en ruso, aunque en una editorial israelí, un volumen que contiene los cuatro primeros libros de cuentos del autor, traducidos al ruso también por Pável Grushko [3].

Al leer Historia de un otoño y La salamandra me convencí de que se trataba de una especie de novela histórica y con esta falsa idea me fui en 2000 a la Universidad de Granada, donde pude comprobar lo de “autor secreto”, porque, entre librerías y biblioteca universitaria me fue difícil dar con sus diez primeras novelas, cinco libros de cuentos y algunos diarios y ensayos. Sin embargo, con estas fuentes un poco escasas ya en aquel trabajo llegué a la conclusión de que el estilo de Jiménez Lozano o su concepción estética partía de su visión de la historia.

Más tarde la filosofía de la historia en la obra de Jiménez Lozano se convirtió en el tema de mi tesis doctoral, defendida en 2005. Ya trabajando en la tesis tuve el honor de conocer a don José. El agregado cultural de la Embajada rusa me consiguió su dirección postal, le escribí y seguimos intercambiando cartas, primero en papel y después electrónicas, durante 17 años. Lo conocí personalmente en 2004 en un Congreso en Pamplona [4] gracias a la amable invitación de Álvaro de la Rica. La última vez que conversé con él fue en 2018 en su casa en Alcazarén.

Terminando con la cuestión de la presencia de la obra de Jiménez Lozano en Rusia quiero mencionar la publicación de su ensayo Tres encuentros con Dostoievski (cuyo título original fue Sombra y asombro de Fiodor Dostoevski), traducido por una servidora para una edición académica rusa en 2007 [5]. Sé que a don José le alegraba mucho la idea de tener publicados en ruso estos ensayos sobre los dos clásicos más importantes. Queda por hacer la labor de traducción de su obra narrativa y poética al ruso. Tengo desde hace diez años traducido Maestro Huidobro, pero me encuentro con serias dificultades de encontrar una editorial.

Como me tocó escribir la primera tesis dedicada a la obra de Jiménez Lozano en Rusia partía de la idea de encontrar algún concepto que uniera la totalidad de la obra del autor, por lo menos de su narrativa. Este resultó ser para mí su filosofía de historia. Pasados 15 años sigo pensando que la historiosofía del autor no sólo es uno de los ejes constituyentes de su obra, sino también representa su interés como un importante fenómeno del pensamiento occidental contemporáneo.

Como bien sabemos, habiendo nacido José Jiménez Lozano en 1930, se dio cuenta muy temprano y a base de su propia experiencia de que la Historia se presenta siempre en casa de uno “a la hora del lechero, en forma de dos agentes de la Policía Política, o alguaciles o alguna otra Inquisición” [6]. Y también le quedó grabado que “…lo que pasa en un corral campesino, donde hay tanto orgullo, tanta violencia, y tanta crueldad con los animales débiles o enfermos, es lo que pasa en la historia”. [7]
Este modo de entender la historia lo intentó desarrollar en el estudio académico de la historia de España. Su сarrera literaria arrancó con ensayos [8], en los que habla de España como de un territorio donde se asentaron tres culturas (cristiana, musulmana y judía), analiza las raíces de las discordias contemporáneas y muestra su desconfianza hacia los “grandes relatos” (les grands récits, en expresión de Jean Lyotard).

Tras la reciente publicación del epistolario entre Jiménez Lozano y Américo Castro queda claro que, precisamente en aquellos años de 1967 a1972 toma la decisión de dedicarse por entero a la literatura. Su toma de conciencia como escritor la demuestra el hecho de que la primera entrega de sus diarios intelectuales abarca los años siguientes (1973-1983). También en 1973 es cuando se edita su tercera novela, La salamandra, que representa un considerable cambio de estilo. Un fragmento de Los tres cuadernos rojos ilustra este cambio de rumbo de los estudios históricos a la narrativa. Dice Jiménez Lozano: “Redacto Judíos, moriscos y conversos como una entrevista. No tengo ánimos para un trabajo erudito y ya me resulta bastante pesado tener que comprobar después de la redacción la exactitud de las referencias y las fuentes. Estoy con unos cuentos, y no quiero diversificar demasiado mi atención, ni tampoco secar con esa atención erudita el ámbito espiritual de jugosidad interior que exige la creación literaria. Para sembrar –dicen los campesinos– la tierra tiene que estar amorosa” [9]. Esta es para mi la clave de la contraposición e incompatibilidad del estudio erudito y la creación artística a la hora de dar noticia del pasado.

Sin embargo, Jiménez Lozano continuó siendo un prolífico ensayista hasta 2015. Ven la luz Sobre judíos, moriscos y conversos (1982), Guía espiritual de Castilla (1984) o Ávila (1988), y otros títulos donde, basándose en un minucioso estudio del pasado, pero, al mismo tiempo, usando un lenguaje “carnal y verdadero”, describe cómo vivía, qué comía, cómo se divertía la gente del siglo XVI o del XIX. De modo que el lector de estas páginas tiene posibilidad de vivir estos momentos del pasado, adoptarlos como parte de su propia experiencia.

Poco a poco la narrativa va reemplazando al ensayo como modo de reflexionar sobre la historia española. Se puede suponer que estos años de estudio de la historia de España dejaron clara la impotencia de la ciencia histórica para conservar la memoria del pasado. El siguiente paso de Jiménez Lozano fue escribir proponiéndose y proponiendo a la literatura el objetivo que no logró la ciencia histórica, eso es, conservar, comprender, pero también actualizar y revivir el pasado mediante la narración.

La comprensión de la historia española y el sentido de la Historia humana en general es, sin duda, una de las preocupaciones clave del pensamiento y de la obra de José Jiménez Lozano. Filosofía de la historia de un escritor puede ser entendida como su pensamiento sobre el sentido del proceso histórico desarrollado en forma de narración, lo cual sucede de manera frecuente en el siglo XX, se da en la obra de autores como James Joyce, William Faulkner, Albert Camus o Gabriel García Márquez, y refleja cierta impotencia de la ciencia histórica par explicar de modo racional el horror de los acontecimientos del siglo pasado.

Creo que para el autor español la literatura resulta ser un modo de conocimiento alternativo al racional que permite hablar de los hechos históricos y al mismo tiempo percatarse de la nueva historia que se está creando aquí y ahora en cada momento por cada personaje intrahistórico, o sea, por el lector mismo. Probablemente el desacuerdo con el discurso historiográfico dominante y por lo tanto la búsqueda de las nuevas aproximaciones al tema es uno de los mayores impulsos de la obra narrativa de Jiménez Lozano.

Partiendo de la premisa de que la literatura es el modo de conocimiento del mundo, se puede suponer que la poética de una novela constituye una especie de planteamiento del problema, su función en el pensamiento del autor es parecida a la de las categorías o lengua en el discurso académico. Por lo tanto, estudiando filosofía de la historia en la narrativa de Jiménez Lozano me propuse centrarme en la poética de sus 27 novelas, o sea el argumento, el sistema de personajes, el tiempo y espacio de las novelas y el modo en que el autor organiza la narración.

Las novelas

Las primeras dos novelas –Historia de un otoño (1971) y El sambenito (1972), las que quizás se les podría agregar Precauciones con Teresa (2015)– tienen una forma bastante más clásica que otras, y se cabría definirlas como “novelas históricas”. Cuentan con un argumento construido de modo tradicional, los hechos se narran en tercera persona, son los hechos del pasado. A diferencia de éstas, en las siguientes novelas el hincapié se hará acaso en el argumento, en el modo de contar la historia, y esta manera de contar a su vez será clave para entender la filosofía de la historia del autor.

El grupo de novelas histórico-sociales lo forman 14 textos: La salamandra (1973), Duelo en la casa grande (1982), La boda de Ángela (1993), Teorema de Pitágoras (1995), Las sandalias de plata (1996), Los compañeros (1997), Ronda de noche (1998), Las señoras (1999), Un hombre en la raya (2000), Los lobeznos (2001), Carta de Tesa (2004), Agua de noria (2008), Retorno de un cruzado (2013), y Se llamaba Carolina (2016). Aquí se narra la existencia del hombre en la sociedad o “en el mundo”, como suelen decir los propios personajes.

Son novelas basadas en unas historias trágicas y simples. Las historias que interesan a José Jiménez Lozano son las de sufrimiento. Abarcan temas actuales para la sociedad del siglo XX. Son narraciones de crímenes, violencia y crueldad: ataque a un consultorio médico (Teorema de Pitágoras), boda fallida (La boda de Ángela), escándalo durante un duelo (Duelo en la casa grande), crimen aún no descubierto de los tiempos de la Guerra Civil (Las sandalias de plata, Un hombre en la raya), agresión a una maestra (Carta de Tesa). A veces el punto culminante de la novela es un hecho tan insignificante como una cena de ex compañeros de curso (Los compañeros) o un concurso televisivo (Las señoras). Las historias de sus novelas las extrae Jiménez Lozano de la vida de un político (Leo, en Los lobeznos) o igual de un mendigo madrileño (Eli, en Ronda de noche), pero cuente la historia que cuente siempre se fija en las desgracias y los sufrimientos del ser humano.

El argumento se construye en este grupo de novelas de modo tradicional para la literatura del siglo XX, o sea, se dan frecuentes cambios de punto de vista, alteraciones cronológicas y un paulatino llenarse de las lagunas informativas. Se pueden distinguir dos o tres líneas de argumento, cuyos acontecimientos son conocidos por el lector de un modo alineal. Estas cepas de argumento se entrecruzan y se completan gracias a las historias de los personajes secundarios. El lector muchas veces se confunde y duda en qué parte de argumento tiene lugar uno u otro suceso o se pronuncia una frase. Así, el dicho lector se enfrenta a la tarea de la reconstrucción de la historia narrada en la tradición de William Faulkner o de Julio Cortázar. Con una serie de técnicas narrativas, el autor crea un símil entre la dificultad de reconstruir los hechos de la novela con la complicación de estudiar y de entender el sentido de la historia.

La ambición de Jiménez Lozano es hablar del hombre en general y del mundo en su totalidad. La confluencia de este nivel de generalización filosófica con una imparable atención al detalle, a lo cotidiano y lo pequeño, representa uno de los rasgos fundamentales de la poética del autor. Como consecuencia, las novelas de Jiménez Lozano son estáticas: el mundo no se ve en ellas en su desarrollo, sino en un momento actual, con toda su complejidad y todas las contradicciones existentes. A veces se genera una frustración en el lector porque, al terminar este la lectura de la novela, le puede parecer que no ha pasado nada. Como, por ejemplo, en La boda de Ángela, donde al principio se reúnen los invitados a la boda y al final resulta que la boda no se va a celebrar y el lector ni siquiera entiende el porqué. Solamente releyendo la historia y prestando mucha atención a los detalles y alusiones sembradas a lo largo del texto se puede deducir que las familias de los novios persiguen objetivos exclusivamente económicos y, como la abuela de Ángela la deshereda, la boda no llega a celebrarse librando a la chica de un matrimonio indeseado. Es difícil entenderlo en una primera lectura y, sin embargo, esta hora de espera antes de comenzar la ceremonia (de acuerdo con el argumento) no pasa en vano para el lector, ante el cual se despliega la historia de la familia Liscano-Soldati junto a la historia de la España del siglo XX.

El argumento de las novelas histórico-sociales representa una estructura formada por varias capas o niveles –la historia personal está inserta en la familiar, la historia familiar es la parte de historia de un pueblo o una ciudad, la de su siglo (generalmente el siglo XX y en España, si hablamos de estas 14 novelas) y ésta, a su vez, se presenta como una parte de la historia universal de la humanidad. Este último nivel se consigue en Carta de Tesa, Teorema de Pitágorasy, quizás, enLas señoras, debido a la voz épica del narrador. Entreverando en un texto, una frase o una imagen lo personal, lo social, lo nacional y lo universal Jiménez Lozano enseña al lector cómo los grandes relatos provienen de las cosas cotidianas que, a primera vista, no traspasan la vida personal de los personajes, convirtiendo al lector en testigo de la realidad intrahistórica.
Siguiendo la estela de los escritores del existencialismo, Jiménez Lozano crea personajes despsicologizados. >La apariencia física es descrita a grandes rasgos: la figura, los ojos, las manos, el carácter… casi no se describe, o por lo menos no se desarrolla, no cambia a lo largo del relato. Tampoco se describen los estados anímicos, porque se pretende hablar de lo más profundo e indecible de un ser humano, de ahí que el autor recurra con frecuencia al silencio. Puede parecer que Jiménez Lozano empobrece su mundo literario rechazando la creación de la imagen psicológica del personaje. Pero, en mi opinión, se trata de otra escala de mímesis: le interesan las cualidades inherentes al mundo y al hombre, la esencia de la persona, lo que rebasa los límites de la psicología de un hombre o de una historia concretos. El autor no describe tanto a un personaje específico cuanto destaca los aspectos fundamentales de la naturaleza humana, lo característico de cualquier ser humano. En la creación de sus personajes sigue también el principio general de su poética, que consiste en la mezcla de lo más concreto, individual y pequeño con lo más generalizado, global y universal.

El tiempo y el espacio de estas novelas tienen capacidad de universalización y amplificación. Los constantes traslados del campo a la ciudad, de Europa a África o América reflejan el anhelo del autor de hablar de todo el mundo en su totalidad. Otra forma de ampliar el cronotopo de la novela que se remonta a Cervantes es que se trata de novelas intercaladas.

El afán de contar la historia concreta y al mismo tiempo de hablar sobre el mundo en general se manifiesta al evitar lo particular en el lugar y el tiempo de la historia narrada. Es el modo de enmarcar un suceso en un conjunto de sucesos parecidos y así el lector deja de creer que lo que pasa pasa por casualidad, empieza a ver la lógica de los hechos. Así, por ejemplo, Teorema de Pitágoras comienza “a primera hora de la tarde de otoño” [10] y diez páginas más tarde incluso nos dice la doctora Estévez que a las 5.40, como la última vez, con el mismo sol como testigo. Ese es el modo de universalizar el cronotopo y, como consecuencia, la propia historia del ataque al consultorio médico. Un asalto a un consultorio madrileño resulta ser una parte de violencia de los inocentes de todo el mundo y de todos los tiempos.

El tiempo de las novelas de Lozano es un tiempo artificialmente arcaico, repetitivo. El tiempo da un giro y la historia se revive, no hay nada nuevo en el mundo, la historia tiende a repetirse. El espacio es también simultáneamente muy concreto –un pequeño consultorio en un barrio pobre de Madrid– y muy abstracto –“en África”, sin mencionar una ciudad o siquiera un país–. Lo que sucede sucede a cualquier hora en cualquier lugar mientras exista el hombre. Por eso en la obra de Jiménez Lozano tanto significado tienen la memoria y la tradición, porque la tarea del narrador, de los personajes y del lector es descubrir los ocultos resortes que hacen rodar esa carroza (o ese carro) de historia universal.

En el modo de construir la narración Jiménez Lozano se muestra fiel a la tradición oral. El relato del narrador muchas veces representa recuerdos confusos. El análisis de la estructura narrativa de las novelas igualmente esclarece la propia historiografía del autor, porque el propio modo de narrar conforma los principales significados del texto. Las 14 novelas del grupo cuentan con una estructura complicada en la que se refleja la idea de equiparar la narración al relato oral. Considerando que los grandes relatos de la Historia se escriben siempre por los vencedores Jiménez Lozano desconfía de las fuentes escritas, del discurso dominante que apoya el estado actual de las cosas, la verdad del vencedor, y acalla la historia de las víctimas. A esta palabra dominante el autor le contrapone la tradición del recuerdo y del relato hablado. Jiménez Lozano no acepta que la fuente escrita tenga mayor prestigio que los testimonios verbales.

La esencia de esta manera de narrar la simboliza la imagen de una piedra lanzada al estanque a cuyo alrededor van surgiendo círculos excéntricos. Del mismo modo la historia contada irrumpe en el curso de la vida cotidiana y va creciendo hasta alcanzar dimensiones universales. El mismo autor aprendió esta manera de contar en la infancia, de los relatos contados a media voz sobre víctimas y verdugos de la Guerra Civil. Lo menciona en Cuentas con uno mismo: “Y este descubrimiento, o narración y relato, se hacían en un cierto estilo con frecuencia sinuoso y amplificatorio –como las ondas del agua de un estanque, herida por la piedra que arrojamos–, que iba desvelando poco a poco la historia que se contaba, y ampliándola hasta que ocupaba el mundo como una historia universal del sufrimiento, o del rescate y la esperanza”.[11]

La aspiración de asemejar un texto literario al recuerdo espontáneo de los testigos de los hechos determina la poética de esta clase de novelas. Las caracteriza la narración no lineal, caótica, aparentemente sin estructura fija, al igual que sucede cuando uno recuerda una historia dolorosa, no lo hace desde el principio hasta el final, sino que da vueltas, tiene prisa en contarlo todo de una vez, o calla y no consigue contar nada. Del mismo modo, los narradores de Jiménez Lozano no aciertan contar la historia o bien porque es demasiado dolorosa, o bien porque tienen dificultad a la hora de distinguir lo esencial de lo secundario, o recuerdan más cosas y se distraen, o a veces incluso mienten para decir la verdad, como Blas Civicos en Las sandalias de plata.

Independientemente del número de narradores o voces vemos en las novelas frecuentes cambios de perspectiva. Estas estrategias narrativas impulsan al lector a que adopte diferentes puntos de vista, de los narradores y de otros personajes, percibiendo diferentes versiones del mismo acontecimiento. Un lector de este tipo de novela que va construyendo relaciones entre episodios sueltos y va rellenando las lagunas informativas se asocia con un historiador que trabaja con los acontecimientos del pasado, o más exactamente no con los mismos hechos, sino con las versiones y testimonios sobre ellos. Y cada narración es solo una parte de la verdad y se hace posible decir la verdad de lo pasado solamente en un esfuerzo colectivo de yuxtaposición de varias voces narrativas. Y hay que tener en cuenta que está última verdad apenas puede ser entendida por un hombre y expresada de modo verbal.

Historia como un pasado actual en las novelas histórico-sociales

Del análisis de la poética de las novelas histórico-sociales se puede deducir que la historia se representa como un pasado actual. Lo histórico y lo contemporáneo coexisten y se funden en el espacio de la novela. ¿Cómo se puede definir el concepto de historia en estas 14 novelas? Sigue siendo “historia” en el sentido común, la que determinan los poderosos: guerras, revoluciones, reyes, generales, etcétera. Sin embargo,Jiménez Lozano casi no menciona hechos históricos concretos o personalidades conocidas e incluidas en las enciclopedias. Los acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX son el centro temático y argumentativo de ellas. La Gran Historia siempre significa una tragedia en la vida de una persona. Los sucesos políticos, que suelen considerarse históricos y formar parte de los manuales de historia, son externos y ajenos a la vida de los personajes de las novelas, aunque determinan sus condiciones existenciales.

Al discurso oficial de los grandes relatos Jiménez Lozano contrapone las vidas intrahistóricas de las pobres gentes, que se muestran indefensas e impotentes en el torbellino de la Historia. En las 14 novelas se muestra cómo la Historia influye en la vida de una persona centrándose en su historia individual. El protagonista sufre del conflicto con el mundo, busca la manera de superar sus sufrimientos y rara vez lo consigue. Encontrándose en una situación límite se plantea cuestiones existenciales. En estas novelas Jiménez Lozano, siguiendo la línea de pensamiento de Jean-Jacques Rousseau, León Tolstói y Miguel de Unamuno, subraya la hostilidad de la Historia hacia hombre y, junto con Karl Löwith, traza la diferencia entre naturaleza e historia. El autor plantea la cuestión del lugar de las pobres gentes en la Historia, porque son ellas las que cuentan y no pueden ser desechadas, como suele hacer el pensamiento racional contemporáneo.

Jiménez Lozano muestra cómo la percepción del pasado influye en la imagen del presente. En su narrativa estudia el progreso de la civilización europea, enseñando al lector los resultados del desarrollo de la racionalidad exenta de ética. Sostiene junto con Theodor W. Adorno y Max Horkheimer (Dialéctica de la Ilustración, 1947) que el racionalismo de la Ilustración que descubrió la posibilidad de vivir sin Dios desencadenó los procesos que llevaron a Europa a la muerte de Dios y, como consecuencia, a la banalización de la muerte del hombre.

Repetición y constancia: novelas histórico-filosóficas o fábulas

La idea de la repetición y de la constancia de la historia se desarrolla a un nuevo nivel en las novelas-fábulas del último grupo. Son diez novelas histórico-filosóficas o fábulas, según las define el propio autor, que por su forma tienden a ser parábolas sobre historia del hombre. En ellas se trata la existencia humana a nivel teológico. Lo trágico de la vida humana no se encuentra en las circunstancias históricas concretas, sino en el sentimiento trágico de la vida. Constituyen >un grupo menos numeroso, pero más significativo, no sólo en cuanto al tema del pensamiento histórico sino también en la literatura europea. Son Parábolas y circunloquios de rabbi Isaac ben Yeguda (1325 – 1402) (1985), Sara de Ur (1989), El mudejarillo (1992), Relación topográfica (1992), Maestro Huidobro (1999), El viaje de Jonás (2003), Las gallinas del licenciado (2005), Libro de visitantes (2007), Un pintor de Alejandría (2010), y Maestro Idro Huidobro. Memorias de un escribidor (2018). En todas ellas el autor cuenta unas historias irreales a sabiendas, donde lo real coexiste abiertamente con lo fantástico. Las ideas sobre lo histórico no cambian de modo radical, pero cambian considerablemente los puntos de atención del autor.

Se conservan los niveles de historia, pero lo personal, lo familiar, lo social, lo nacional y lo universal son equivalentes, ya no están jerarquizados. Cambia el modo de generalización, más manifiestamente sin entrar en detalles del funcionamiento de la sociedad. Jiménez Lozano equipara la vida de una persona y la historia de la humanidad. La historia universal se refleja como en una gota del agua en un episodio de la vida humana que se da en primer plano. Por ejemplo, a través de la vida de Isidro Huidobro se transparenta la historia de Alopeka, compuesta de las vidas de sus habitantes y clarea también la historia bíblica: desde la creación del mundo hasta el Juicio Final.

La atención de autor se centra en la totalidad de la historia entendida como camino espiritual de la humanidad, se plantean las cuestiones esenciales de la existencia humana independientemente de nacionalidad, religión o cultura. En este grado de generalización podemos señalar que el argumento casi equivale al tema que puede ser agonía de la fe, vida, muerte o amor. Los temas y motivos bíblicos son considerablemente significativos para las fábulas de Jiménez Lozano.

El argumento pierde por completo su función de mantener el interés del lector. En este grupo de novelas se manifiesta la tradición griega de resumir el argumento antes de empezar el devenir de una tragedia. Un lector educado conoce sin duda las historias de Sara, Jonás, san Juan de la Cruz o Cervantes. Casi todas las novelas-fábulas tienen forma biográfica. Solo Relación topográfica (1992) está protagonizada no por una persona sino por una ciudad, donde los filósofos europeos de diferentes épocas intentan crear una sociedad próspera.

Cada verdadera novela quiere asemejarse a la vida, y la vida humana tiene su final, por eso muchas veces la muerte del protagonista revela el sentido de su vida. Si suponemos que Jiménez Lozano, aunque en forma biográfica, nos habla de toda la humanidad, el sentido de su historia puede ser revelado en la metáfora del Juicio final, con el que acaban dos de sus fábulas. A veces el Juicio Final se describe como una cosa banal, un payaso lo anuncia en medio de una feria y todos piensan que es una broma (así representa el autor la imagen de la actual sociedad de consumo). Resulta que cada vida humana desde el nacimiento hasta la muerte es un continuo revivir de la historia sagrada, historia de humanidad desde la Creación del mundo hasta el Juicio Final como la entendía san Agustín. Del análisis de la poética de las novelas se conoce que toda historia, toda vida humana, toda novela tiene su punto de inicio y su punto final, pero todavía no se sabe si será Paraíso o Juicio Final. En dos novelas se plantea este dilema, qué va a pintar el protagonista de Un pintor de Alejandría, y El Etíope en Maestro Huidobro. Parece que al final se deciden por el Juicio.

Lo característico de los personajes de las novelas-fábulas es que sean personas bíblicas, como Sara y Jonás; históricas, como fray Juan o Cervantes, o imaginarias, como Idro Huidobro o rabbi Isaac. Siempre se presentan en su faceta más humana y pequeña. Se puede decir que los personajes históricos se convierten en intrahistóricos. El profeta Jonás y un maestro del siglo XX están mitologizados y al mismo tiempo se muestran muy próximos al lector. Los protagonistas de las novelas filosóficas parecen conocer el mundo y huyen de él o intentan superar la tragedia y la injusticia de la Historia, aunque sea a costa de su muerte.

El espacio está fantásticamente deformado. En el Imago Mundi de Idro Huidobro Arévalo se encuentra entre El Tigre y El Éufrates, y París está al oeste de España. Hace falta adoptar una geometría no euclidiana para leer estas fábulas.

El tiempo también es abstracto, parece que en algún momento se detiene para rozar la eternidad. En cada novela del grupo hay un elemento que se opone al curso de tiempo, algo que transciende la mortalidad del ser humano: la risa de Sara, una melodía del cura pelirrojo en Relación topográfica, la risa de la Presencia en El viaje de Jonás, una experiencia mística. Creo que de este modo se intenta quitar importancia a la idea del desarrollo progresivo de la historia, se procura salir de su ciclo.

Las diez novelas tienen una estructura narrativa aparentemente menos complicada que las precedentes. Las fabulas son siempre “relato dentro del relato”, o un relato que revela sus fuentes. La narración es lineal, lo cual representa menos dificultades formales y aparentes para el lector, pero son al revés más hondos a nivel temático. En sus fábulas Jiménez Lozano insiste en la insolvencia de las fuentes escritas. La fuente de la historia contada se hace más importante y a primera vista es un manuscrito o una relación topográfica, o un mapa, pero con un examen más detenido el lector se da cuenta de que cada texto escrito se basa en un relato oral, en la memoria de las personas.

En este grupo de novelas se pone énfasis en el mismo proceso de creación literaria y también es muy fuerte el elemento metaliterario y el intertextual con la Biblia, los textos de san Juan, san Agustín, Dante, Cervantes, Dostoievski y otros miembros de la familia espiritual de Jiménez Lozano. Supongo que la culminación de las reflexiones sobre el papel del escritor en el mundo y de su oficio son Memorias de un escribidor, que se pueden considerar el testamento literario del autor.

Historia como eternidad en las novelas-fábulas

Jiménez Lozano pone en el centro de su novela, de su mundo imaginario, a una persona, su alma, con sus pesares y sus alegrías que no han cambiado mucho desde tiempos de Ur hasta los nuestros. Cuenta la historia de un hombre relacionándola con los acontecimientos de la historia universal, de modo que esta vida no se disuelve en el océano de la gran historia, sino la historia mundial se refleja y se repite la infinidad de veces en cada vida humana. Se borra la diferencia entre los grandes relatos y las vidas pequeñas, coexisten en el mismo tiempo-espacio y son equivalentes dentro de las novelas del autor.

En las novelas histórico-filosóficas el autor pretende armonizar la vida humana ya no en su dimensión social, sino a nivel existencial. En estas diez novelas Jiménez Lozano cuenta en forma de parábolas historias de la vida sin trágicos encuentros con la Gran Historia. Lo trágico de la existencia se supera o mediante la retirada del mundo o por medio de aceptación del sufrimiento a través de la fe. En el modus vivendi de estos personajes desaparece la contraposición de la naturaleza y la Historia.

Conclusión

Intenté mostrar cómo el sistema de personajes, la narratología, el argumento y tiempo-espacio de las novelas de Jiménez Lozano reflejan su filosofía de la historia. Me atrevo a resumirla en las siguientes tesis:

1. Historia es la vida cotidiana en el sentido de que se crea cada minuto delante de nosotros y de este movimiento profundo y caótico de las vidas pequeñas se distingue la Historia de los grandes relatos. Dentro de las novelas que asimilan lo individual y lo universal a todos los niveles de la poética apenas existe oposición entre historia e intrahistoria. Las fábulas de Jiménez Lozano nos presentan el aspecto intrahistórico de los personajes conocidos. Y todos ellos siguen viviendo la agonía de la fe, las injusticias y las tragedias del mundo. En este sentido no existe ningún progreso. El mundo sigue igual a como hace 4.000 años. En las novelas histórico-sociales lo cotidiano crece hasta el tamaño de lo universal y en las histórico-filosóficas la historia universal y sagrada se presenta como un suceso cotidiano.

2. Jiménez Lozano sitúa a los desgraciados en el centro de la historia contada y, de este modo en el centro de la gran Historia, aunque sea sólo en el momento en que dure el relato. Le interesa contar la historia conocida desde otro punto de vista. Tiene en cuenta que la historia oficial siempre está escrita por los vencedores y siempre queda silencia la versión de los vencidos. Esta parte de realidad callada y olvidada tiene que ser extraída de las páginas de sus novelas y cuentos. La ambición del escritor es recuperar el pasado desde el punto de vista de los que no tuvieron lugar en él.

3. Jiménez Lozano es consciente de no conocer el sentido de la Historia, ni siquiera conocer toda la historia. Lo que suele hacer la ciencia histórica son interpretaciones a base de la versión de los vencedores.

4. Jiménez Lozano forma parte de la tradición literaria que tiene muy presente su parentesco con la teología, por lo tanto, cree que el hombre no puede conocer el sentido de la historia. Aunque la historia tenga sentido, está en el ámbito teológico y es incomprensible para el ser humano. Es inútil buscarlo en el ámbito social, económico o psicológico. A sus personajes esta búsqueda del sentido o de causas de la historia los lleva al nivel del bien y del mal metafísico.

5. El escritor subraya la importancia de la memoria, del recuerdo, del conocimiento del pasado. No es posible cambiarlo, no se puede entender su última verdad, pero se puede contar la historia y ese es la difícil y noble tarea de la literatura. El autor da suma importancia a conocer lo ocurrido y al mismo tiempo es consciente de no poder entender la historia. Su obra se desarrolla en este límite estrecho entre querer saber y no ser capaz de entender el sentido de la historia. La indecibilidad de la verdad es el rasgo fundamental para la poética de Jiménez Lozano.

6. El escritor descarta la idea de que estemos viviendo el final de la historia, rechaza muchas cosas de la modernidad y no se resigna a que el futuro sea la mera repetición del presente. También a Jiménez Lozano le preocupa que la tragedia no quepa en la próspera sociedad moderna, lo cual no significa que no lo haya tenido, pero carece de sentido para el discurso dominante.

7. Al fin y al cabo, podemos hablar de cierto anti-historicismo en Jiménez Lozano. No le interesa cómo cambia la vida humana, más bien se centra en lo que persiste. Dice que el hombre no ha cambiado nada desde los tiempos de Ur. La idea de que todo “ya existía en los siglos que nos han precedido” [12] está expresada en forma poética en Lección de geografía

Siempre ocurre lo mismo,
en este ancho mundo, pero
¿qué podría ocurrir en esta aldea
redonda, y un poco achatada
por los polos? [13]

 

 

Quinta entrega de la serie dedicada al autor de la Guía espiritual de Castilla, con la publicación de algunas de las más valiosas ponencias presentadas en el encuentro José Jiménez Lozano o la libertad de la escritura, que bajo los auspicios del Centro Internacional Antonio Machado y la Fundación Duques de Soria, entre otras entidades, y bajo la dirección de Guadalupe Arbona, Antonio Martínez Illán y J. Á. González Sainz, se celebró en el Convento de la Merced de Soria el 19, 20 y 21 de julio de 2021.

La presencia de lo bíblico en la obra de José Jiménez Lozano, por Stuart Park.

El Dios de Jiménez Lozano: entre el Barroco y el Císter, por Rocío Solís Cobo.

José Jiménez Lozano y Simone Weil, por Carmen Herrando.

Una lectura de los Diarios de José Jiménez Lozano: su concepción del poder, por Ángeles Salgado Casas

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[1] Antonio Martínez Illán y Anna Fomicheva (Kovrova), ‘Algunas noches blancas’, De Ávila a Constantinopla: los viajes fabulosos de José Jiménez Lozano. Redacción de Guadalupe Arbona Abascal. Diputación de Ávila, 2016, pp. 143 – 183.

[2] José Jiménez Lozano, ‘Llamamiento de Tolstói’ / «Толстовский призыв» en Lev Tolstoi y el destino de la humanidad en visperas del tercer milenio. Encuentros de Yasnaya Polyana 1996-1998, Tula, 1999, pp. 18-19. Traducción de P. Grushko.

[3] José Jiménez Lozano, Inventario español. / Испанская описьTraducción de P. Grushko. Mosty Kultury, Moscú, Gesharim, Jerusalén, 2000.

[4] Homenaje a José Jiménez Lozano. Actas del II Congreso Internacional de la Cátedra Félix Huarte, ed. Álvaro de la Rica, Pamplona, Eunsa, 2006.

[5] José Jiménez Lozano, ‘Tres encuentros con Dostoievski’ / “Три встречи с Достоевским”, Traducción, introducción y notas de Anna Kovrova en Dostoievski. Materiales e investigaciones. V. XVIII / Достоевский. Материалы и исследования, Т. 18, Nauka, San Petersburgo, 2007, pp. 290 – 308.

[6] José Jiménez Lozano, El narrador y sus historias. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2003, p. 55. Jiménez Lozano cita a su vez a Eugene Ionesco.

[7] José Jiménez Lozano y Gurutze Galparsoro, Una estancia holandesa: Conversación. Ánthropos, Barcelona, 1998, p. 85.

[8] Nosotros, los judíos (1961), Meditación española sobre la libertad religiosa (1966, reeditada en 2021), Los cementerios civiles y la heterodoxia española(1978) etc.

[9] José Jiménez Lozano, Los tres cuadernos rojos. Ámbito, Valladolid, 1986, p. 155.

[10] José Jiménez Lozano, Teorema de Pitágoras, Seix Barral, Barcelona, 1995, pp. 7, 16.

[11] José Jiménez Lozano, ‘Cuentas con uno mismo’, en El narrador y sus historias. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2003. p. 153.

[12] Eclesiastés, 1:10.

[13] José Jiménez Lozano, Elogios y celebraciones, Editorial Pre-textos, Valencia, 2005, p. 57.

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