Política

 

Hace unos días, un caballero norteamericano de unos 65 años, nacido en Italia, millonario–hasta donde yo sé–al que conozco sólo por mi trabajo de los fines de semana, un hombre que pasa las mañanas jugando al golf y las tardes jugando al bridge me preguntó: ¿Cuál es tu posición política?

 

Así que le dije, del modo más respetuoso (porque ya sabía la posición política de él, porque no me interesa discutir en el trabajo y porque guardo aún cierto respeto por las canas) que «si bien Mitt Romney no me parecía un mal candidato, creía que Obama era una mejor opción». Y aquel caballero, al que sólo faltaba que la espuma le saliera por la boca, procedió a darme a entender que si Obama salía elegido vendría el Apocalipsis.

 

Traté de salirme de una discusión en la que yo no podía ganar (porque soy sólo el empleado/inmigrante) pero ya no pude. Sus diatribas contra Obama me hicieron recordar una noche en el Bronx en que intenté probarle a un taxista que los Estados Unidos sí habían torturado a sus prisioneros en Afganistán (al taxista le parecía una aberración que Obama hubiera admitido las torturas y hubiera pedido perdón por ellas) El taxista gritó durante todo el camino contra los enemigos de los Estados Unidos; y poco le faltó para bajarme del carro.

 

Es imposible discutir con fanáticos. No sé cómo serán las discusiones políticas en España, pero me imagino que entre personas con la mente abierta se pueden escuchar con respeto los argumentos (me imagino)  Supongo que la derecha y la izquierda se pueden insultar, admitiendo que hay puntos del programa en los que se puede argumentar.

 

¿Pero a dónde avanzar en una conversación, cuando el republicano de esta historia te insiste en que votar por Obama es asegurarnos de que llegue más rápido el fin del mundo? ¿De qué discutir si te insiste en que Barack Obama es musulmán y comunista? ¿A dónde ir si te repite una y otra vez que Obama no quiere a los Estados Unidos? ¿A dónde avanzar con mis argumentos si los republicanos insisten en el déficit de Obama y «se les olvida» que G. W. Bush recibió un superávit de Clinton y –después de invertirlo en dos aventuras miliateres– entregó un país quebrado?¿Cómo entender que aquellos mismos que para unos temas se autotitulan ultra conservadores nos instan a votar por un mormón (porque Obama es musulmán disfrazado) ?

 

El presidente de los Estados Unidos ha cometido muchos errores en estos cuatro años de gobierno. Sin embargo, es demasiado dudoso que una política económica como la que propone Mitt Romney,  similar a la de Bush, pueda resolver una tasa de desempleo que sigue alrededor del 8% de la población.

 

Romney es un candidato moderado y eso molesta a los ultra conservadores que no aceptan medias verdades, que se nutren del fanatismo. Por eso no me agrada la idea de volver a elegir a un candidato del partido republicano.

 

Porque entre los republicanos, donde los moderados parecen ser una minoría, está una sarta de retrógradas que no creen en la evolución (mucha de la «base» republicana); que apoyaron con fervor la invasión de Irak (y promueven la marcha sobre Teherán); que desearían que en todo el país se dieran leyes anti inmigratorias como las de Alabama y Arizona, o que creen que ningún gay puede ser una persona digna de ejemplo (organizando campañas contra JC Penny por poner a Ellen DeGeneres en sus comerciales).

 

Quienes nos consideramos capacitados para una discusión de ideas y programas, no podemos aceptar que nos gobierne un partido que considera a Rush Limbaugh, a Rupert Murdoch y a Donald Trump como líderes de opinión. El partido republicano tiene que cambiar de política si quiere respeto. No puede aspirar al mismo tiempo a convencer a los fanáticos y a los intelectuales.

 

Con lo poco que yo sé, se me encoge la cara cuando escucho el programa de Rush Limbaugh. No me agrada que por discutir ideas y no aceptar «slogans» se me tilde de liberal y se me dé de baja. Caballeros como este italiano intransigente, son los que me llamaban anti-patriota cuando no apoyaba incondicionalmente la guerra en Irak y la patraña del eje Hussein-Bin Laden, y los que ahora me etiquetan de comunista por creer que el programa económico de los demócratas es mejor que el de los republicanos.

 

Aquellos políticos que votaron por construir una gran pared en la frontera con México son los que tratan de equiparar al comunismo con un programa donde los recursos del Estado todavía sirven para promover a quienes necesitan promoción. Con esos políticos, el Partido Republicano no debe volver al poder. Sería darle–otra vez–el timón del país a los fanáticos.

 

¿Para qué?

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